En los últimos días se hizo viral un artículo en Vogue que se preguntaba si tener novio ahora da vergüenza. Y sí, el texto terminó en hilos, videos y tendencias en TikTok, como si hubiera destapado algo que muchas ya veníamos sintiendo, sobre todo en las dinámicas heterosexuales, pero no habíamos dicho en voz alta.

Durante años, la sociedad nos vendió la idea de que el final feliz de toda mujer era una boda con filtro sepia: velo, vals y “para siempre”. Pero hoy, en pleno Día Mundial del Soltero y la Soltera —una efeméride que nació en China en 1993 para celebrar la individualidad y el amor propio—, esa narrativa suena más a película vintage que a aspiración.

Porque, spoiler: no es que ya no queramos amar. Es que ya no estamos dispuestas a amar en automático, ni bajo las reglas de siempre.

La soltería, de estigma a realidad demográfica

México se acerca a ser un país mayoritariamente de población soltera. Los números del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestran una transformación innegable.

Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2023, el 29.6% de las personas de 15 años y más en México estaban solteras, mientras que el 35.9% estaban casadas. En el Censo de Población y Vivienda 2020, el 34.2% de los habitantes eran solteros, apenas 1.2 puntos menos que la población casada.

La soltería es especialmente notable entre las nuevas generaciones: en el grupo de 15 a 29 años, el 68.7% estaban solteras en 2023. En particular, las mujeres de entre 20 y 24 años representan más del 50% en esta condición, lo que evidencia un cambio profundo en su estatus social y aspiraciones personales.

Esto se debe, en gran medida, al aumento de mujeres que participan en actividades remuneradas fuera del hogar y al crecimiento en su nivel educativo, explica Carlos Welti Chanes, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, en Gaceta UNAM.

Las cifras respaldan esta conexión: el 30% de las mujeres con escolaridad media superior y superior que trabajan fuera de casa están solteras. La tendencia es aún más fuerte en la Ciudad de México, la entidad con mayor porcentaje de personas solteras a nivel nacional (38.1% en 2020) y la menor proporción de casados (29.9%). En alcaldías como Cuauhtémoc, Benito Juárez y Miguel Hidalgo, la cercanía con centros educativos y laborales refuerza esta realidad urbana y autónoma.

¿Por qué las mujeres deciden no tener pareja?

Detrás de estos porcentajes hay una revolución silenciosa: una nueva forma de vincularse y de percibirse a sí mismas, impulsada por la autonomía y el cuestionamiento del amor romántico tradicional.

En entrevista para La Cadera de Eva, Marilú Rasso, directora ejecutiva de Espacio Mujeres para una Vida Digna Libre de Violencia A.C., explica que muchas mujeres eligen la soltería porque “ya no están dispuestas a sostener vínculos donde tengan que explicar o justificar una y otra vez lo que es la igualdad”.

Gracias a los feminismos, cada vez más mujeres reconocemos que muchas relaciones siguen plagadas de violencias, desigualdades y mandatos de género. Frente a ese panorama, dice Rasso, “hay quienes prefieren elegir la soledad antes que seguir en relaciones que agotan y limitan”.

Y es que la mayoría de nosotras, en algún momento, hemos sentido decepción en las relaciones heterosexuales —y, sobre todo, de los hombres— cuando se rompe el ideal que teníamos sobre el amor romántico.

En los últimos años, esta sensación ha sido nombrada como heteropesimismo, un término acuñado en 2019 por la escritora e investigadora Asa Seresin para describir el arrepentimiento, la vergüenza o la desesperanza hacia la experiencia heterosexual.

Según Seresin, este sentimiento surge a partir de las actitudes y dinámicas de los hombres, pero también de las expectativas culturales que pesan sobre cómo “debería ser” una relación.

Y aunque muchas veces las conductas masculinas refuerzan la frustración —desigualdad emocional, falta de corresponsabilidad o machismos cotidianos—, también es cierto que gran parte de esa decepción nace del modelo de amor romántico tradicional, que nos enseñó a idealizar, a esperar, y a medir nuestra valía en función del vínculo con otro.

Tener novio es tan ¿vintage?…

Para Marilú Rasso, la reinvindicación de la soltería no es una moda pasajera, sino una crítica al modelo tradicional de pareja. Las nuevas generaciones cuestionan la idea de que el amor romántico debe ser el centro o el “único amor verdadero”, y comienzan a valorar otros afectos: la amistad, el amor al trabajo, a la profesión, a una vida propia.

La autonomía —económica y emocional— lo cambia todo. Cuando una mujer puede decidir sobre su vida, su tiempo y su dinero, ya no se vincula desde la necesidad o la dependencia, sino desde la elección. Esa libertad transforma las dinámicas de pareja y reconfigura lo que entendemos por amor, señala Rasso.

Este nuevo paradigma reconoce la completitud de cada mujer, desafiando la idea —que la feminista bell hooks cuestionó durante décadas— de que las relaciones románticas son la única vía hacia la realización personal.

De hecho, los datos del INEGI 2022 lo confirman: las mujeres se casan menos si estudian. El 57% de las mujeres de 15 años y más con escolaridad media superior y superior trabajan fuera de casa. De este grupo, solo el 38% está casada, mientras que el 30% está soltera.

Amar sin perder la libertad

Si antes el ideal era casarse, ¿cuál es el nuevo sueño afectivo? Rasso enfatiza que hoy existe una diversidad de deseos. Para muchas mujeres, el sueño es la paz mental: construir relaciones donde puedan ser ellas mismas sin tener que sacrificarse.

No se trata de renunciar al amor, sino de reinventarlo. Las mujeres quieren amar sin perder la libertad, sin sometimiento, sin miedo. “Ya no hay un solo modelo válido, y eso es muy importante”, afirma Rasso.

Durante años, el estigma decía que una mujer sola estaba así “porque no le quedó de otra”. Hoy, la soltería elegida es una forma de amor propio y una elección de vida plena. No hay nada que justificar.

Y si sientes la presión de “deberías tener pareja”, el mensaje de Rasso es claro: “No tienes que cumplir ninguna expectativa ajena. Estar sola de ninguna manera es un fracaso; puede ser una elección legítima y consciente”.

La plenitud es personal

Este cambio social —que reflejan los datos del INEGI de 2023, donde el 26.1% de las mujeres de 15 años o más están solteras— se alinea con una redefinición del éxito personal.

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie ha señalado que, mientras el hombre soltero se percibe como alguien que “aún no ha elegido”, las mujeres sin pareja suelen cargar con el estigma del fracaso. Ese paradigma está siendo reemplazado por uno nuevo: uno que reconoce que la plenitud no depende de una pareja, sino de la autodeterminación.

La filósofa Chantal Mouffe propone que el cambio comienza en lo micro: en esas pequeñas acciones cotidianas —como disfrutar una cena en solitario o priorizar tus objetivos sobre las expectativas sociales— que desafían los roles tradicionales.

Esta “revolución silenciosa” no niega el amor: lo reposiciona como una opción, no como una necesidad.

Y si el sistema insiste en que “deberías tener pareja”, vale recordar que hasta existe una fecha para celebrar lo contrario: el Día Mundial del Soltero, cada 11 de noviembre. La fecha —11/11— simboliza la individualidad, y nació en 1993 en la Universidad de Nankín, China, para disminuir el estrés social de quienes no tienen pareja.

El verdadero éxito, como muestran los datos y el movimiento cultural, es reconocer que la plenitud no se encuentra en una “media naranja”, sino que se cultiva desde dentro.

Estar soltera no está de moda; estar completa, sí.

La decisión de no buscar pareja bajo las reglas de siempre es un acto de autodeterminación. Las mujeres están eligiendo vínculos más justos, rechazando relaciones donde el sacrificio es la norma y cultivando la plenitud a sus propios términos.

Esa sí es una historia de amor.

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