Qué la Rosalía se rodea de ideas feministas pero… ¿no es feminista?
Así es amix, parece que Rosalía podría posicionarse antes como una fiel seguidora del catolicismo que como feminista, y las redes sociales no pueden dejar de hablar del tema y debatir su postura pero, ¿qué es lo que dijo?
En una entrevista con Radio 3 Extra, Rosalía dijo, “me rodeo de ideas feministas, pero no me considero moralmente perfecta como para considerarme dentro de un ‘ismo’, pero sí que me inspiran y me rodeo de ideas feministas desde siempre”.
Estas declaraciones han despertado indignación, pero también han surgido diferentes preguntas: ¿tenemos que ser moralmente perfectas para defender una causa, especialmente cuando se trata de derechos humanos? ¿todas las mujeres debemos autodemoninarnos como feministas? ¿las personas con poder, ya sea político, social o cultural se benefician del avance de los movimientos sociales.
La cooptación del discurso feminista
Las críticas no son para menos: una figura como Rosalía, cuya voz potencializa y moldea, aunque no sea su intención, ideas e inclinaciones ideológicas (porque sabemos que la aparición de la estética religiosa-etérea-católica en la era de las trad wives y los discursos conservadores no es coincidencia), debe ser analizada.
Rosalía forma parte de una élite. Sus palabras no son arbitrarias, resuenan entre su audiencia y se discuten en diferentes espacios sociales. Las elites suelen absorber ideas de la oposición para mantener el control, aunque no las profesen como tal ni se consideran abiertamente partidarios de las luchas sociales.
En la teoría social, a esto se le conoce como cooptación, un término que hace referencia al “proceso de absorber nuevos elementos en una estructura de liderazgo o de políticas de una organización como un medio para evitar amenazas a su estabilidad o existencia”, acuñado y popularizado por el el sociólogo y teórico organizacional, Philip Selznick, en TVA and the Grass Roots (1949).
¿Qué pasa cuándo la cooptación se aplica a los movimientos feministas? Se apropian, distorsionan e instrumentalizan las ideas feministas por parte de los sistemas de poder, como el Estado, el conservadurismo o el capitalismo, para sus propios fines, vaciando el feminismo de su característica de transformación.

Cuando el discurso feminista se coopta, se usa como una justificación superficial para movimientos como el feminismo liberal o blanco, que no toca, no entiende (y no le interesa entender), las desigualdades estructurales que atraviesan a las mujeres en diferentes planos de la vida sin cuestionas las estructuras patriarcales profundas.
Las declaraciones de Rosalía, entonces, parecen contradecirse; por un lado apoya las “ideas feministas”, por otro, no se define como tal, pero sí se beneficia de siglos de ideas, reflexiones y movimientos protagonizados por mujeres. Está cerca, pero no tan cerca para denominarse como tal.
En el artículo, Desafíos del feminismo: entre la cooptación liberal y los ataques conservadores, de Nalu Faria, la psicológa feminista y socialista explica que “parte de este proceso de disputa de posiciones se debe a la capacidad de los sectores dominantes para organizar su ofensiva de cooptación del feminismo a través de la incorporación de partes del discurso feminista a la industria del entretenimiento, con el apoyo de mujeres representantes de las élites”.
Así mismo, Volcánicas nombra esto como feminismo adyacente, que, de definen como aquel feminismo que “se beneficia de las conquistas del feminismo, pero evita el conflicto, la crítica y la disputa que conlleva la militancia o el activismo feminista, y es muy común en figuras públicas”.
Si bien, no autonombrarse como feminista no significa estar en contra del movimiento, pues los movimientos de mujeres se articulan desde diferentes genealogías, como la lucha decolonial liderada por mujeres y hombres de pueblos originarios, el movimiento antipatriarcal y antirracista y las teorías del Sur Global, la entrevista de Rosalia sí revela que la étile, a través de procesos de cooptación, se apropia, fragmenta e instrumenlaiza las ideas, ya sean feministas o de cualquier otro movimiento social y se deslinda de su capacidad de demanda.
El feminismo no es perfecto, se mueve, diálogo y transforma.
La élite cultural y la instrumentalización de los discursos sociales
Rosalía no es la única. Antes, artistas como Beyoncé y Taylor Swift han sido criticadas por mantenerse al margen de conversaciones incómodas y por hablar, a través del silencio, sobre las injusticias sociales.
En 2013, el movimiento Black Lives Matter reafirmó la urgencia de denunciar el racismo sistémico en Estados Unidos, después del asesinato y la violencia policial ejercida por la polícia en contra del ciudadano, George Floyd. En 2016, tres años después de mostrarse en contra de las injusticias raciales, Beyoncé reafirmó su compromiso con el movimiento a través de su video Formation, en honor a la cultura afroamericana en el país. Aunque la cantante recibió elogios por empoderar a la comunidad afro, también fue criticada por ignorar los problemas sistémicos y, años después, por tokenizar a comunidades africanas en el musical, Black Is King (2020).
Otro caso similar es el de Taylor Swift, que durante el lanzamiento de su séptimo año de estudio, Lover, se mostró abiertamente a favor y en defensa de la comunidad LGBTQ+, haciendo presentaciones y referencias para sus fans, sin embargo, después en recientes años ha desatado debates entre fans al ser cada vez menos vocal sobre los derechos LGBTQ+ en público.
Mantenerse al margen no es un “pecado”, aludiendo a la última vibra de Rosalía. Sin embargo, no podemos no ver lo innegable: desde el movimiento antirracista en Estados Unidos, hasta el movimiento por los derechos de las personas LGBTQ+, la élite del entretenimiento se ha beneficiado de ideas de emancipación, sublevación y rebeldía, despolitizandolos de su carácter, al menos en el círculo del entretenimiento.

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