¿Cuántas veces has escuchado un chiste en un grupo de hombres que te hizo sentir incómoda? ¿O visto un meme que, bajo el disfraz de humor negro, escondía desprecio hacia las mujeres? La misoginia que antes se susurraba, hoy se grita en los foros de internet, y ya cobra víctimas reales.

El ataque ocurrido en el Colegio de Ciencias y Humanidades Sur de la UNAM, el pasado 22 de septiembre, lo demuestra con brutalidad: un estudiante identificado como Lex Ashton asesinó a un compañero e hirió a una alumna y a un trabajador del plantel. Este hecho obliga a mirar de frente a la cultura incel, una comunidad digital de hombres jóvenes que ha transformado el odio virtual en violencia real en México.

Para entender este fenómeno y cómo se infiltra en nuestra cotidianidad, conversamos con Ismael Ocampo, investigador en GENDES, una organización que promueve relaciones igualitarias.

¿Qué significa ser incel?

Los entornos incel son considerados “la parte más extrema de la manósfera”, un conglomerado de comunidades que difunden ideas misóginas. Su discurso gira en torno a una fuerte victimización frente a los cambios en las relaciones de género, impulsados en gran parte por el movimiento feminista.

“La queja central se vincula a la sexualidad: una supuesta imposibilidad de los hombres actuales para relacionarse sexualmente con las mujeres. En realidad, no se refieren a todas las mujeres, sino a un tipo específico de mujeres con las que desean relacionarse”, explica Ocampo.

Esta frustración se sostiene en teorías como la del “80/20”, que postula que el 80% de las mujeres solo se interesa por el 20% de los hombres, y en arquetipos como el “Chad” (hombre exitoso) y la “Stacy” (su equivalente femenino). Estas narrativas construyen una identidad colectiva donde los incels se posicionan como víctimas.

El problema, advierte Ocampo, es que estos discursos están logrando una “polinización” hacia otros espacios culturales, normalizando ideas como el 80/20 o el rechazo al feminismo en imaginarios sociales más amplios.

Alerta: frases comunes que revelan misoginia

La misoginia se ha naturalizado al grado de convertirse en una “manocultura” o sexismo generalizado. Ocampo identifica tres mecanismos que permiten que los discursos extremos circulen sin cuestionamiento:

1. El humor negro: disfraz del odio

Muchas de estas ideas circulan bajo la excusa de ser “solo un chiste”. Pero el humor negro no es inocente:

*Crea lazos afectivos entre quienes lo comparten, incluso cuando se trata de odio.

*Funciona como camuflaje, restando gravedad al mensaje y permitiendo que la violencia simbólica se exprese sin ser reconocida.

“Al estar disfrazado de chiste, se le quita intensidad al odio y se presenta como algo menos grave. Pero sigue generando violencia, sobre todo contra mujeres feministas y la comunidad LGBTIQ+” (Ismael Ocampo, investigador de GENDES)

2. Las “verdades incómodas”: la conspiración social

Quienes hablan de “verdades incómodas” se presentan como rebeldes que “ven la realidad” mientras los demás son ignorantes. Usan la metáfora de la red pill (píldora roja) para sostener que el mundo está dominado por feminismos, la cultura woke y una supuesta conspiración para quitar poder a los hombres.

Este discurso les permite sentirse como una minoría reprimida pero iluminada, portadora de una verdad políticamente incorrecta.

3. La instrumentalización de las relaciones

Mitos como la hipergamia femenina —la idea de que las mujeres siempre buscan ascender socialmente a través de sus parejas— generan desconfianza en las relaciones de pareja.

La consecuencia, explica Ocampo, es la creación de vínculos más utilitarios: “utilizo a esta mujer como prestigio frente a otros hombres o para satisfacción sexual personal”. Esta lógica de instrumentalización incrementa las violencias.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Cuando escuchamos a un amigo o compañero reproducir estas frases, muchas veces sentimos la urgencia de confrontarlo. Sin embargo, la respuesta no siempre debe ser desde los datos o la teoría, advierte Ocampo, pues en contextos de polarización emocional la racionalidad pierde fuerza.

La estrategia sugerida por el experto de GENDES es una contrapedagogía de la crueldad, como señala Rita Segato:

Acercamiento afectivo: escuchar y preguntar desde el vínculo emocional, sin atacar de inicio.

Detectar ambivalencias: muchos jóvenes combinan ideas misóginas con creencias igualitarias; es clave trabajar con quienes aún no están radicalizados.

Generar puentes: fomentar espacios mixtos de convivencia entre hombres y mujeres para desmontar la caricaturización que promueve la cultura incel.

Desactivar el humor misógino: el humor es un elemento central que genera apego afectivo en la manósfera y los espacios incel. Sin embargo, responder de manera frontal puede aumentar la polarización.

Por eso, la recomendación no es avergonzarlos ni ridiculizarlos, ya que eso puede llevar a una mayor radicalización, sino “desactivar ese humor misógino” mostrando que hay otras formas de vincularse afectivamente.

Una de las claves es generar espacios de convivencia entre hombres y mujeres, ya que la socialización distanciada refuerza la caricaturización de las mujeres que promueve la cultura incel.

Lo que parece un chiste, un meme o una “verdad incómoda” puede ser la semilla de violencias que ya están dejando víctimas reales.

"Poder educar en otras formas de habitar, de vivir el ser hombre, la masculinidad es central” (Ismael Ocampo, investigador de GENDES)