Estamos a dos semanas del 8 de marzo, Día de la Mujer, y como cada año, empezamos a ver campañas “para la mujer” enfocadas principalmente en vendernos cosas. Cosas para sentirnos más felices, más bellas, más delgadas, más productivas… un imparable deseo de ser y tener más, pero en rosa.
En redes sociales, las tendencias avanzan a ritmo imposibles: el cottagecore, el clean girl, old money, aesthetic; tendencias impulsadas por miles de “influencers” que nos ofrecen como “autocuidado” rutinas de limpieza y maquillaje con decenas de productos y pasos, que no paran de comprar bolsas y bolsas de moda rápida desechable, o de ofrecernos inyecciones milagrosas para obtener cuerpos delgados. El hiperconsumo y el regreso de un canon estético conservador se entrelazan para atrapar la atención, tiempo, energía y recursos de las mujeres.
En su libro, La estafa de la feminidad, la escritora y activista feminista argentina, Lala Pasquinelli explica que "la belleza, y todo lo que implica entrar en la hegemonía como la blanquitud o la delgadez extrema, son herramientas de control que afectan específicamente a las mujeres desde la infancia, y que a la vez producen y reproducen identidades de feminidad sumisas". Y este proceso inicia desde que somos niñas pequeñas, como es ahora tan evidente precisamente en las redes sociales, donde existen millones de videos donde niñas y adolescentes participan de estas “rutinas”, desde skincare -innecesarias para ellas- hasta dietas y una hipersexualización y “adultificación” de la vestimenta.
Mientras estamos ocupando nuestro tiempo y energía en vernos más delgadas, más “femeninas”, más adineradas; mientras estamos preocupadas por canalizar nuestra “energía femenina”, conectar con nuestra diosa interna a través de licuados y ayunos, o mientras enseñamos a las niñas a maquillarse las cejas y cuál es su mejor ángulo para selfies ¿qué estamos dejando de ver?
Desde La Cadera de Eva, nos sumamos a una pregunta cada vez más urgente: ¿quién gana cuando perdemos el foco de lo que está sucediendo para concentrarnos en consumir?, o lo que sería lo mismo ¿a quién le conviene que ocupemos menos espacio? Que ocupemos menos espacio, que estemos desconcentradas, cansadas, malnutridas, desfallecidas, abrumadas. ¿Quién gana mientras nosotras perdemos kilos, pelos y rabia?
Porque mientras el algoritmo nos muestra el video número seiscientos de dietas, maquillaje y moda que nos harán ver más delgadas, bellas o adineradas y monetiza nuestra angustia por el futuro, nos distrae de la rabia, la organización y la resistencia. Y mientras nos convence que la solución está en consumir más, nos distrae de que en México, durante 2024, hubo un aumento del 6.7% en los casos de feminicidios infantiles; y a pesar del fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en 2021, las entidades continúan penalizando el aborto y a quienes acompañan abortos, como el caso de Rocío, en Yucatán, quien se enfrenta a una acusación de tentativa de feminicidio por ayudar a abortar a su hija de 14 años.
Durante las próximas semanas, veremos cómo las campañas mercadológicas conectadas al Día de la Mujer toman más fuerza, mercantilizando las consignas, la sororidad. Pero no olvidemos que nuestra rabia es digna, que organizadas y juntas, resistimos al sistema que nos quiere divididas y cansadas. Que no marchamos por un slogan, sino por nuestras vidas.
Nos vemos en las calles.