Es sábado, me preparo un café y me dirijo al tianguis de la colonia para comprar lo de la semana. Hago una pausa y me como un tlacoyo de haba con la señora María. Le pregunto por su salud, pues había estado enferma las últimas semanas. Me dice que está mejor. El fin de semana continúa, es domingo y preparo unos chilaquiles con la salsa verde que me enseñó a hacer mi hermana Karla.

“La magia está en el epazote”, recuerdo sus palabras mientras su aroma ya se percibe en la cocina. Así, hay un hilo que conecta el manojo de epazote que le compro a María cada semana, las sonrisas que compartimos, las recetas compartidas y los chilaquiles que ahora disfruto.

En estos recorridos cotidianos se entretejen la vida y los afectos: de la cocina al mercado, del mercado al campo. Alimentar no sólo nutre cuerpos, sino también vínculos. ¿Tú qué recorridos, actividades e intercambios realizas para comer?

Son estas actividades, visibles e invisibles, las que nos permiten mantener la vida en nuestros cuerpos, lo que a su vez permite que vayamos a trabajar, estudiar o convivir; es decir, contribuyen a la reproducción social. Aquí, específicamente, me interesa hablar de tareas vinculadas al trabajo alimentario, el cual es un tipo de cuidado.

Además, trazar y visibilizar sus trayectorias nos recuerda, como propone Soto (2022), que los cuidados no son prácticas fijas ancladas, por ejemplo, sólo al espacio doméstico, sino que están en movimiento. Esto nos invita a desafiar la idea de los cuidados como algo fijo en determinados espacios o ámbitos y nos provoca a movernos con ellos.

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 El trabajo alimentario: un cuidado intensivo

En México, en 2022, actividades como la alimentación representaron el 23.7% del valor económico total del trabajo no remunerado (INEGI, 2023). Pero este dato no sólo refleja su impacto económico, este tipo de cuidado es esencial para sostener la vida misma, porque, literalmente, sin alimentos, nuestros cuerpos no vivirían.

Este cuidado, además, es una labor intensiva en tiempo y recursos, que muchas veces es el eje que organiza otras tareas productivas y reproductivas (Villagómez, 2023). Hacer las compras, lavar las verduras, preparar la comida, guardarla para la semana, son todas actividades dentro del trabajo alimentario. Profundizar en esta amplia variedad de tareas nos ayuda a seguir comprendiendo cómo se organizan distintos tipos de cuidados en sus especificidades. ¿Quién lo hace? ¿En qué condiciones lo realiza? ¿Qué implicaciones de género y sociales se reflejan en estas tareas?

Considerar las escalas y el cruce de luchas

El trabajo alimentario también está enlazado con distintas escalas que van más allá de lo local o lo individual. En ese sentido, sigue siendo oportuno recordar que el sistema alimentario dominante enfrenta grandes desafíos y contradicciones: mientras se incrementa la producción de alimentos, persisten problemas como la desnutrición y la obesidad.

Estamos, pues, frente a un sistema marcado fuertemente por desigualdades que configura la forma en la que podemos alimentarnos. En México, seis de cada 10 hogares se encuentran en algún grado de inseguridad alimentaria (INSP, 2021). Pero que, además, se cruza con otras desigualdades como la de género, ya que las labores de alimentación son una responsabilidad que recae mayormente en las mujeres. 

Así, la manera en que una persona se alimenta no es una decisión individualizada, sino que está fuertemente condicionada por factores estructurales. Por ello, el estudio de la alimentación a la luz de los cuidados es un campo fértil para identificar la vinculación de temas relativos a la salud pública, la justicia social y el medio ambiente.

Desde distintos frentes y arenas se están pensando estos nexos y problemas para sostener la vida en un sentido amplio. Por ejemplo, en la sesión de “Luchas y resistencias por los mercados públicos: voces y experiencias de mujeres comerciantes”, realizado este año en el Seminario Institucional Ciudad y Desigualdades del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, un grupo de mujeres comerciantes de las que he aprendido mucho, compartieron cómo están luchando por los mercados públicos, no sólo como espacios para defender su trabajo, sino también como lugares para cuidar y reflexionar en torno a la justicia alimentaria.

El trabajo alimentario, como parte del cuidado, es central para el bienestar individual y colectivo. ¿Qué rol tenemos nosotras/os en esta trama de la vida anudada en la alimentación? No hay respuestas únicas, sigamos pensándolas y cocinándolas juntas/os desde un horizonte que sea más justo, vital y nutricio.