La adolescencia, a menudo vista como una etapa de caos y rebeldía, es en realidad un periodo que demanda cuidados y protección específicos. Mientras que el cuidado de niñas y niños pequeños es incuestionable, las adolescencias suelen quedar en un limbo transicional: les percibimos con la suficiente autonomía para no requerir cuidados intensos ni extensos, pero sin llegar a ser plenamente reconocidas como personas independientes. 

La realidad actual impone nuevos desafíos para su cuidado. En un contexto marcado por cambios sociales, tecnológicos y culturales, es fundamental reconocer sus deseos, intereses, malestares y necesidades desde una mirada no estigmatizante y alejada del adultocentrismo. Esto se vuelve indispensable para diseñar formas de cuidado que se adecuen a la etapa de vida que atraviesan.

Las adolescencias de hoy: ¿son las mismas de ayer?

Todas las personas tenemos recuerdos de nuestra adolescencia: ¿te acuerdas qué papel jugaron las figuras de autoridad a tu alrededor en esos momentos de cambios y descubrimientos? 

La familia es el primer núcleo social al que pertenecemos, y si bien es cierto que su rol evoluciona junto con el desarrollo de sus integrantes, continúa siendo un pilar fundamental ante las demandas psicosociales de la adolescencia. Aun cuando es común asociar esta etapa con una búsqueda de independencia que aleja a las y los jóvenes del núcleo familiar, la realidad es que los vínculos afectivos y el cuidado familiar siguen siendo cruciales para su desarrollo.

Sin embargo, la transición a la adolescencia plantea nuevos desafíos para las familias, como la necesidad de adaptar las dinámicas de crianza y de enfrentar temas más complejos como la identidad, la sexualidad y la autonomía.

A diferencia de la infancia, donde existe una oferta más amplia de recursos para el cuidado por parte de actores públicos y privados, para el cuidado de las adolescencias se suelen encontrar menos apoyos institucionalizados, lo que puede generar una sensación de abandono, sobrecargar a las familias y obstaculizar su labor de crianza. Factores como la falta de información, los prejuicios y las dificultades estructurales y sociales pueden agravar la situación. 

Aunado a esto, la digitalización trae nuevos desafíos en la búsqueda de identidad y bienestar de los y las adolescentes, así como una exposición a situaciones que requieren de mayor supervisión. La exploración de la identidad, la búsqueda de pertenencia y de nuevas experiencias, así como la habituación hacia los cambios corporales, pueden llevarles a establecer vínculos poco saludables o a desarrollar conductas de riesgo en busca de una compulsiva gratificación instantánea.

En síntesis, la adolescencia, como etapa de transición, se caracteriza por una serie de transformaciones psicosociales que la hacen especialmente vulnerable a diversos riesgos.

Factores del contexto dificultan que el sistema familiar por sí solo pueda brindar los cuidados y la orientación que necesitan. Esto, sumado a un entorno que carece de un enfoque de cuidados, puede truncar la consolidación de una personalidad estructurada para muchas adolescencias, lo que puede tener un impacto significativo en su estado de salud mental.

Cuidar a las adolescencias: una responsabilidad colectiva

Es indispensable que el cuidado de las adolescencias trascienda al núcleo familiar, convirtiéndolo en un esfuerzo compartido socialmente. Por ejemplo, como garante del bienestar colectivo, el Estado podría asumirse corresponsable construyendo entornos escolares con enfoque de cuidados. 

Un entorno bajo esta perspectiva se reflejaría tanto en elementos físicos, como áreas deportivas y culturales funcionales y equipadas, como en aspectos no tangibles, incluyendo procedimientos claros y efectivos para prevenir y atender el acoso escolar, así como mecanismos para involucrar a las adolescencias en la toma de decisiones escolares.

Esto implicaría transformar la escuela en una comunidad que prioriza y sostiene el desarrollo de habilidades para gestionar las emociones, estimular la creatividad y la atención a la salud integral; ampliando su propósito más allá del aprendizaje académico.

Este modelo buscaría fomentar la independencia acompañada de las adolescencias, ofreciéndoles respaldo con redes de apoyo en las que se involucren docentes, personal especializado y sus propias amistades.

También implicaría acercarles servicios de atención psicológica conformados por profesionales con capacidad probada para atender sus necesidades desde una perspectiva no estigmatizante, permitiéndoles expresar sus inquietudes libremente y sin temor al juicio.

Esta necesidad ha sido reconocida en el ámbito legislativo, con entidades como Chihuahua, Guanajuato y Nuevo León, así como el mismo Congreso de la Unión, proponiendo reformas para incorporar profesionistas de psicología o psiquiatría en los planteles de educación básica. Asimismo, sería importante extender esta propuesta a otros niveles de educación, como media superior y superior. 

Sin embargo, en México la inasistencia escolar se posiciona como una de las principales carencias sociales entre las personas jóvenes, según un estudio del CONEVAL y UNICEF.

Este fenómeno no sólo limita su acceso a derechos fundamentales como la educación, sino que también incrementa su exposición a riesgos y vulnerabilidades. Entre estos, el Instituto Nacional de Salud Pública destaca una prevalencia de pensamientos e intentos suicidas en quienes no asisten a la escuela, lo que se asocia a factores como el aislamiento social, la falta de acceso a redes de apoyo y las dificultades económicas que muchas familias enfrentan.

Por ello, una política pública de cuidados para las adolescencias requerirá de un planteamiento integral que considere los diversos espacios y contextos en los que se desenvuelven.

*Sobre las autoras:

Melissa Ramírez Sotelo

Profesional en psicología educativa con enfoque en la infancia y adolescencia.

Diana Laura Ramírez Pacheco 

Consultora e investigadora independiente en temas de género, cuidados y políticas públicas. Integrante del Seminario de Investigación “Sociología Política de los Cuidados” del Instituto Mora.

Referencias:

CONEVAL & UNICEF. (2024). Pobreza infantil y adolescente en México, 2022. https://www.coneval.org.mx/Medicion/Documents/pob_infantil/2022/Pobreza_infantil_y_adolescente_en_Mexico_2022.pdf

Ferrer, L. (2024). Adolescentes de alta complejidad: recursos terapéuticos comunitarios actuales en salud mental. (1 ed.). Herder Editorial. https://elibro.net/es/ereader/unipac/274510?page=1

Instituto Nacional de Salud Pública. (2024). Conducta suicida en la adolescencia (10 a 19 años) • México 2020-2023. https://prevenirelsuicidioadolescente.insp.mx/recursos/infografias/3-mitos-y-realidades-sobre-el-suicidio-en-el-hogar/

Ubieto, J. R. (2024). Adolescencias del siglo XXI. Del frenesí al vértigo: ¿Cómo acompañarlos?: (1 ed.). Editorial UOC. https://elibro.net/es/ereader/unipac/277806?page=27 

Imagen