Dos días de diferencia. Dos caras de una misma crisis. Este 26 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes y el 28 es el Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro.
Cada año, casi 16 millones de adolescentes entre 15 y 19 años dan a luz en el mundo, y 2 millones de niñas menores de 15 años se embarazan, de acuerdo con la ONU. Nuestro México no puede presumir buenos números: ocupa el primer lugar en embarazos en población adolescente de entre todos los países de la OCDE, con 390 mil nacimientos anuales en menores de 19 años, lo que significa ¡más de mil cada día!
Sin duda este es un pendiente central en este tiempo de mujeres y a días de que inicie la presidencia de la primera en toda nuestra historia: Claudia Sheinbuam. El Fondo de Población de las Naciones Unidas estima que garantizar el acceso a anticonceptivos a las adolescentes evitaría 2.1 millones de nacimientos no planificados, 3.2 millones de abortos y 5 mil 600 muertes maternas cada año. Por increíble que parezca, todavía hoy en algunas comunidades hablar sobre estos temas es motivo de vergüenza y temor.
Y no podemos omitir la relación de este problema con delitos como abuso sexual en el entorno familiar y matrimonio forzoso, una forma de trata de personas que llega a normalizarse como costumbre haciendo víctimas a niñas y adolescentes.
La deserción escolar también es un factor clave para comprender el problema del embarazo adolescente. En la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica más reciente —de 2018— el INEGI reporta que el 39% de las adolescentes que no asisten a la escuela estuvieron embarazadas alguna vez, mientras que entre quienes sí asisten, el indicador se desploma a 3%.
Educación, en un sentido amplio, es la mejor respuesta para erradicar este problema que no sólo pone en riesgo la salud de las madres y los bebés, sino que limita para siempre sus oportunidades económicas y de desarrollo e integración en la sociedad.
Podemos empezar por una de las claves feministas básicas: ¡nombrar! Si hay una adolescente en tu entorno familiar, háblale con franqueza sobre sexualidad y anticoncepción, llama las cosas por su nombre porque eso le permitirá a ella saber a qué se enfrenta en el inicio de sus relaciones amorosas. También le ayudará a distinguir enamoramiento, de amor romántico y amor. La información oportuna y completa puede asegurar que su maternidad sea elegida.
Desde el ámbito público, las políticas de organismos, gobierno e instituciones deben garantizar el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, así como implementar programas de apoyo para adolescentes que ya son madres o están embarazadas, para que puedan continuar su educación y desarrollo profesional. La interrupción legal del embarazo también es fundamental en una agenda de derechos para las adolescentes; actualmente, la mitad de los estados de la República aún no lo han despenalizado.
En 2015, el Gobierno Mexicano creó la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes cuya meta en concordancia con la Agenda 2030, es “disminuir a cero los nacimientos en niñas de 10 a 14 años y reducir en 50% la tasa específica de fecundidad de las adolescentes de 15 a 19 años”.
Suena bien, pero seguimos en el peor lugar de la OCDE en la materia, así que urge acelerar el paso. La lentitud y los prejuicios son lo verdaderamente embarazoso, elegir la agenda de derechos y favorecer un tránsito transparente a la vida sexualmente activa para todas las adolescentes no debería estar a debate en tiempo de mujeres. Desde las colectivas insistiremos porque la maternidad será elegida o no será.