¡No! No es cool, ni vanguardista, artístico o atrevido. Lo de Bianca Censori tiene componentes de violencia de género por donde se le mire, a menos que no se quiera ver. 

Y no, tampoco es que me escandalice la desnudez, pero sí preocupa el ejercicio de control desplegado por Kanye West sobre su esposa, quien dócilmente —real o actuado— sigue sus instrucciones para despojarse del abrigo negro que cubría su cuerpo, “vestido” apenas por un mini outfit de gasa totalmente transparente. Todos ven su cuerpo expuesto, pero ¿notaste su cara? ¿Qué te dice su expresión?

Muy orgulloso, el rapero con expedientes judiciales por delitos sexuales en Estados Unidos y señalado como asistente a las fiestas de Sean "Diddy" Combs, donde niñas eran drogadas y abusadas, presume que Censori se convirtió en la más googleada minutos después del incidente en la alfombra roja de los Grammy 2025, el domingo pasado.

Seguramente nadie entró a revisar su perfil profesional o el book de sus diseños porque sí, más allá de ser la esposa de este deleznable personaje, es una arquitecta y diseñadora.

Nada de eso importa en un mundo que se rige por las dinámicas del capitalismo patriarcal: el cuerpo de las mujeres es una mercancía, se monetiza, se viraliza en su máxima intimidad como parte de un show en el que cada clic es un aplauso. La cosificación sexual se define como el acto de tratar a una persona como un objeto de deseo sexual, ignorando su dignidad y autonomía.

En el caso de Bianca, expertas feministas en comportamiento y relaciones interpersonales han indicado señales preocupantes que van más allá de una simple elección de vestuario.

Pero este fenómeno no es nuevo. Ocurrió también en la primera década del siglo XXI con las modelos de PlayBoy, que 20 años más tarde acusaron a su manager, Hugh Hefner, de presionarlas para mantener cierta imagen y comportamiento, entre muchas otras cosas.

Otro caso es el de Britney Spears, cuya imagen y presentación pública estaban estrictamente controladas. Con el tiempo, la cosificación sigue manifestándose de formas cada vez más complejas y supuestamente desafiantes aunque son, en realidad, un retroceso a la más esencial forma de dominación del cuerpo de las otras, como esta última de Bianca.

De acuerdo con la investigadora y filósofa Martha Nussbaum, existen siete características de la cosificación:

Instrumentalidad: tratar a alguien como una herramienta), negación de autonomía, inercia (tratar a alguien como carente de voluntad propia). Fungibilidad: tratar a alguien como intercambiable.

Violabilidad: tratar a alguien como carente de integridad, propiedad de quien posee a la persona.

Negación de subjetividad: tratar a alguien como carente de experiencias y sentimientos.

Todas ellas contribuyen a aumentar la tolerancia social hacia el abuso y disminuyen la empatía hacia las víctimas.

La Organización Mundial de la Salud ha señalado también que la cosificación del cuerpo femenino contribuye a problemas de salud mental, como trastornos alimentarios, ansiedad y depresión. Un estudio realizado por la Universidad de Michigan, en 2022, encontró una correlación directa entre la exposición a contenido cosificador en redes sociales y la disminución de la autoestima en mujeres jóvenes.

Las consecuencias sociales de normalizar estas conductas son significativas. Según datos de la UNESCO, la cosificación mediática del cuerpo femenino tiene un impacto directo en cómo las niñas y adolescentes perciben su valor en la sociedad. El 60% de las jóvenes entre 15 y 25 años reportan sentir presión para cumplir estándares de belleza irreales.

La solución no radica en la censura, sino en la educación y el desarrollo de una conciencia crítica. Promover representaciones empoderadas de las mujeres en los medios, así como fomentar conversaciones abiertas sobre consentimiento, autonomía y respeto en las relaciones interpersonales es indispensable.

De otra forma, el comportamiento de Kanye repetido una, dos, cien mil veces se vuelve incluso un modelo de referencia para tantos hombres que lo siguen y aspirarían a tener ese control sobre sus parejas.

Quizá hasta se volverían famosos si lo lograran: esto es lo que realmente queda al desnudo con el episodio, una industria del espectáculo profundamente machista, en pleno 2025.