Vivimos en un mundo patriarcal y capitalista que nos exige a las mujeres ser perfectas y productivas. El machismo y las violencias nos han obligado a ser insistentes, resistentes y resilientes y eso sin duda nos ha llevado a ganar derechos, pero me parece indispensable detenernos un momento, porque dentro de estos discursos se nos dice que debemos mantenernos en pie todo el tiempo, ser fuertes, valientes y estar estoicas ante una situación de riesgo.

Se nos exige ser buenas amigas, hermanas, hijas, madres, incluso ser “buenas” feministas. No tenemos permitido mostrar vulnerabilidad o cansancio, no tenemos permitido “no hacer nada”.

El feminismo me ha enseñado que es fundamental reconocer que las mujeres tenemos el derecho a sentirnos tristes y a liberarnos de la presión de ser siempre fuertes o el soporte emocional de quienes nos rodean. La sociedad tiende a idealizar la figura de la mujer resiliente, siempre sonriente y dispuesta a ayudar, sin darse cuenta de que detrás de esa imagen puede haber dolor, agotamiento y vulnerabilidad... que en realidad nuestra corazona se aflige y muchas veces se llena de impotencia y miedo porque somos seres humanas (aunque el patriarcado nos quiera arrebatar eso).

Estas expectativas además de ser injustas, también ocultan la esencia humana, que incluye momentos de desolación y agotamiento. Es hora de entender que las mujeres no siempre tenemos que ser las que levantan a las demás o las que llevan el peso emocional de sus amistades y familias. El feminismo aboga por el derecho de cada mujer a sentir y expresar todas las emociones sin ser juzgada ni obligada a mantener la fortaleza.

Muchas mujeres callamos nuestras dolencias porque la autoexigencia sigue siendo un mandato patriarcal; nos levantamos de la cama para seguir con la rutina, vamos a trabajar e incluso todo parece normal, sin embargo, en México y el mundo las mujeres somos más propensas a vivir con depresión en comparación con los hombres (OMS), el 16.3% de las mujeres informó sentirse deprimida, más de la mitad o casi todos los días de la semana… ¿cuántas no nos hemos sentido así?

Es totalmente válido sentirnos cansadas y abrumadas por todo lo que nos rodea, a veces hace falta respirar, desconectarnos y conectarnos con nosotras mismas, abrazar sororamente nuestras emociones porque cada una tiene una función.  Es momento de derrumbar la autoexigencia y la culpa que nos ha impuesto el sistema patriarcal.

Es fundamental dejar de idealizar frases como "sonríe" o "disfruta la vida", ya que reconocer el dolor que a veces experimentamos es lo que nos permite establecer un entorno seguro donde las mujeres, y nosotras mismas, podamos ser auténticas.

La tristeza, o sentir nuestra corazona apachurrada o nuestra cuerpa fragmentada no es un signo de fracaso, al contrario, es parte del ser humana. Permitirnos vivir esos momentos de vulnerabilidad, reconocer y validar el derecho a estar tristes y de ser imperfectas es un acto valiente y honesto que desafía las normas patriarcales. Esto puede convertirse en un poderoso acto político de liberación y afirmación tanto personal como colectivo.

Si te sientes reflejada en estas palabras o conoces a una amiga que esté pasando por un momento difícil, recuerda que no están solas.

En la Red Nacional de Refugios, estamos para acompañarlas desde una perspectiva feminista, respetando su tiempo y validando cada sentir y pensar.

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