En un mundo donde la violencia machista, las desigualdades y las discriminaciones son constantes, es esencial que pongamos en el centro los derechos humanos de las mujeres en todas sus diversidades y etapas de vida. Estoy convencida que la defensa de los derechos humanos, la igualdad y el acceso a la justicia integral no se dan en soledad, necesitamos sumar acciones, experiencias y conjuntamente desafiar las normas patriarcales que perpetúan todas las violencias y discriminaciones.
La historia nos muestra que cuando las mujeres se unen, pueden lograr cosas extraordinarias, sin importar su afiliación política, ejemplos hay muchos, desde el sufragio hasta la defensa por el derecho a decidir sobre nuestras cuerpas, el que México tenga por primera vez una mujer presidenta y, no puedo dejar de mencionar en 2019 el movimiento que logramos cientos de mujeres, activistas, feministas, legisladoras, periodistas, madres de víctimas de feminicidio y mujeres sobrevivientes de violencias en defensa de los refugios para mujeres víctimas de violencias y en su caso, sus hijas e hijos.
Cada paso hacia adelante ha sido el resultado de la unión de mujeres transgresoras que decidieron, decidimos dejar de lado las diferencias y abrazar un objetivo común. Este legado nos recuerda que, cuando las mujeres nos apoyamos entre nosotras, no solo se transforman nuestras vidas, sino también las estructuras que perpetúan la desigualdad y la opresión.
La sororidad y la unión entre mujeres son poderosas herramientas de resistencia y reconstrucción. Cuando enfrentamos situaciones de violencia, el apoyo y cuidado colectivo se convierte en un salvavidas. Las redes de mujeres que cuidan y apoyan son fundamentales para compartir recursos, experiencias y estrategias de resistencia. Este vínculo no solo nos sana, sino que también nos acuerpa para afrontar los desafíos que aún persisten en un mundo patriarcal y capitalista.
Las mujeres hemos sido pilares en la sociedad, pero también hemos generado redes de apoyo, solidaridad y amor. Nos cuidamos entre nosotras y como diría la antropóloga feminista Marcela Lagarde “Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?”.
La vinculación/afidamiento entre mujeres y la amistad (que no es lo mismo) es una fuerza que construye y tiene una potencia política capaz de transformar las leyes y movilizar a la ciudadanía. Lo que hemos visto es que cuando nos relacionamos desde el cuidado y respeto entre mujeres hacemos giros históricos, construimos nuevos conceptos y transformamos realidades. ¡Las mujeres somos la revolución!
Razón por la que el patriarcado trata de tenernos distantes, intenta enemistarnos para evitar que alcancemos la igualdad y mantenernos sumergidas en las violencias, por ello es crucial que trabajemos juntas, mujeres de diferentes sectores y orígenes, para construir un frente unido en defensa de nuestros derechos.
Las feministas y las organizaciones no gubernamentales desempeñamos un papel crucial al hacer visibles las problemáticas que enfrentamos las mujeres en todos los espacios públicos, privados y cibernéticos.
Nuestro trabajo se enriquece al incorporar las voces de otras mujeres que aportan una amplia variedad de perspectivas y experiencias, lo cual fomenta un debate más profundo y facilita la búsqueda de soluciones inclusivas y efectivas. Por esta razón, continúo celebrando que una mujer haya asumido la presidencia de México y subrayo la importancia de que las políticas públicas se desarrollen con la participación activa de mujeres de todos los sectores. Esto es esencial para garantizar que se aborden nuestras necesidades y se impulse la creación de una sociedad más igualitaria. (Wendy Figueroa Morales)
Es necesario hacer un llamado a priorizar los derechos humanos de las mujeres en este momento. Los lazos entre nosotras son esenciales para una verdadera transformación. Colaborar entre mujeres no significa guardar silencio ante las transgresiones a los derechos humanos; al contrario, implica un compromiso conjunto para sumar esfuerzos mientras mantenemos una vigilancia constante, ya que exigir responsabilidades es esencial para nuestra democracia y es nuestro derecho por un mundo más justo, igualitario y libre de violencias machistas.
¡Juntas somos más fuertes!