Frases como esa de “muertos en vida” han hecho un daño terrible en la construcción social y mental de las personas, porque las han llevado a hacer analogías frías y banales sobre realidades y hechos que sí dejan estragos, y huellas, que no se quitan con nada. Por ejemplo, cómo le dices a un padre al que le asesinaron a un hijo de la forma más sanguinaria y violenta dentro de la narco-democracia que vive este país, que tú también estás “muerto en vida”.
Y esto es sólo una muestra. Hay muchísimas más en la cotidianidad. Abordemos hoy algunas en esta columna.
Cuando un grupo de personas quema una piñata o la imagen de una persona pública, en una protesta, o festividad tradicional, el escándalo de muchas otras que observan, es desbordado y hasta ridículo, al decir que esa es una forma de asesinarles simbólicamente. Y que también es violencia. Igualito que un feminicidio, o un homicidio.
Cuando dicen: “Me violó (te viola), con la mirada”. Qué ofensa es para las personas que sí vivieron una violación con dolo y agresión, ¿no? Hay gente que se ha suicidado de la depresión post-agresión sexual. Cuando dicen que viven en una prisión, porque no pueden salir de casa, trabajan mucho, o sólo “se sienten atadas”, pensemos un poco en la estupidez que estamos diciendo, y lo insensible que es para las miles de personas en cárceles injustamente, donde viven en hacinamiento, con carencias, con una comida raquítica, falta de higiene y donde se les vulneran derechos humanos diariamente.
Cuando dicen que viven racismo inverso, porque les dicen “cállate blanca” o “blancos”, siendo que en el racismo dejaba a la gente sin alimentos, como animales en maltrato, las vendían como mercancía, las forzaban a trabajos pesados y sobre-explotadores, no podían ocupar los mismos espacios que la gente “güera” porque ni personas las consideraban.
Cuando dicen que hoy día hay esclavitud, por equis o por yé, pero de otra forma, y para demostrarlo, lo tuiteamos desde un celular con internet, con nuestros títulos universitarios de fondo, o hacen TikToks altamente producidos. Me da hasta vergüenza escribir la cantidad de barrabasadas que se leen, ven y escuchan a diario, queriendo a fuerza, como AMLO, homologar o equiparar, o poner todo junto con pegado en un mismo saco, para demostrar sepa qué, y nomás porque sí. Por tener de qué hablar y por socializar o encajar, en un ring mediático o revolucionario, por ver quién analiza mejor o se preocupa más, o quiere cambiar más pronto el mundo.
Nunca falta tampoco la sorora que va y te suelta que ella también es “puta”, porque “vive libremente su sexualidad”, ni la joven feminista que te hace femenisplaining (sepa si se dice así), y te explica muy propia que ver una serie de balazos en Netflix, o escuchar un corrido, es matar cual sicarios y feminicidas. Si ves porno en tu casa, también violas, te dicen. Qué ofensa para las trabajadoras sexuales que se friegan en la calle un montón de agresiones y miradas, para que una sorora buenaonda te diga que ella también es puta. Qué mierda que afirmen que violas, o que matas, por ver algo en la privacidad de tu casa.
Cuando dicen, “me quemaron viva” en redes sociales, o dicen, “la echaron a la hoguera”. No saben ni lo que están diciendo. Hubo una época en donde literal arrojaban vivas a las personas en la lumbre, o las decapitaban, o las lapidaban. No hay nada que se le pueda equiparar u homologar a eso, ni usando el más fino eufemismo, o glosario mamalón. Stop! Basta de decir tontería y media.
¿Quién les llenó la cabeza de tanta pavada y progresismo simplón? Más que poner al centro una problemática, la despolitiza al nombrarla y decirla de las formas más superficiales.
Cuando le dicen hoy día violencia a cualquier cosa, porque “así me sentí” nomás y “porque yo lo digo”, no sólo estamos siendo cómplices de un falso humo de avanzada. Banalizando, y despolitizando, hechos y realidades, que están en nuestras narices cobrando vidas y desapareciendo personas. Han creado hasta posters con violentómetros, como en las olimpiadas de la opresión online que vivimos, donde a ver quién sufre más, con la esperanza de que el Infonavit les regale más puntos para ganarse una casa, tal pareciera.
La cereza del pastel, es una feminista y académica que acuñó el término “feminicidio emocional”, y que es de una enorme pena ajena, porque aunque el tema de fondo es la salud mental, y las emociones, cosas que sí suceden y son importantísimas, acuñarle “feminicidio emocional”, a las mujeres que en una merma de salud psicoemocional, duelo, inseguridad, temor, ruptura amorosa, baja autoestima, desempleo, etcétera, viven una depresión u orfandad afectiva, es casi un insulto y una burla para con las cientos de madres mexicanas que han quedado huérfanas de hija porque se las arrebataron misógona y violentamente en un feminicidio.
Esas mujeres y madres jamás van a recuperar a sus hijas. En cambio de la depresión sí se vuelve, no es una muerte. Basta de decir pavadas. No es una muerte “emocional”, porque la muerte es cuando dejas de respirar y tu cuerpo se pudre bajo tierra, o te matan de verdad en este México que es una gran fosa. No hay una muerte en vida. No hay un “feminicidio emocional”.