Le preguntaron a Esther Vivas quién era la madre, es decir, en este mundo social que vivimos, ¿quién es la madre? Y su respuesta fue clara y tajante: “Quién quiera ser llamada así, quien quiera ser madre”.
Y es que pareciera obvio y simple, pero no lo es. Hoy en día la disputa feminista y social por ser madre está plagada de un esencialismo, de una biologización de la madre, aquellas que están a un paso de ponerle copyright al “ser mamá”. Es decir, hay unas terfs-mamitas que no toleran ni reconocen ninguna otra forma de maternidad.
También hay que decirlo, en esta disputa tenemos un extremo distorsionado de la lucha violeta por la emancipación y autonomía sexual que cree que lo “verdadero” y lo más “revolucionario” es no ser madre ya bajo ninguna forma, modelo, o razón. Extremo que no voy ahondar porque simple y sencillamente eso no es revolucionario ni radical. Nada que sea impositivo ni extremista es lucha, feminismo, o movimiento social. Así de simple.
Pero regresemos a ese copyright que quieren ponerle a la maternidad, como si se tratara de un título nobiliario, y no me refiero a esa clasista expresión de “que las pobres no tengan hijos, porque no pueden mantenerlos, que sean conscientes” (a esa gente que se la lleve el diablo por burguesa), sino hablo de tantas otras formas que hay y que han habido sobre la maternidad, desde siempre, y que lejos de nombrarse, hacérseles justicia, ni se les llama o no se les reconoce precisamente por la esencialización que menciono. Cuando una madre muere y la hija mayor se queda a cargo de los hermanos, o el hermano menor, eso es un maternar. Cuando la hija soltera es madre y al hijo lo cuidan también las hermanas o la abuela, la amiga o la vecina, ellas también están co-maternando. Cuando una mujer se junta con una pareja que tiene hijos y los cuida con voluntad y amor, eso es un hacer maternidad. Incluso cuando llevamos a nuestros hijos a la guardería o el pre-kinder, para que lo cuiden otras mujeres, “unas trabajadoras”, ellas también están ejerciendo una especie de maternidad. No, no es sólo su “trabajo”. Porque la maternidad no es el simple hecho de gestar, es sobretodo una relación de interacción social con otre, una relación que se construye, con amor, con paciencia, con deseos de aprender, de apoyar; una relación de cuidados y de crianzas.
La maternidad entonces jamás ha sido un ejercicio y relación personal e individual, siempre ha sido colectiva. Ahí está la historia. La misma que ni nombran ni quiere ver nunca, se trate de maternidad o de cualquier otro tema.
Pero hay una envidia para decirlo y reconocerlo, porque se asume que si decimos que la maternidad es colectiva, o que hay otras formas de maternar, entonces tal parece que le estamos restando importancia, valor y nombre, a quien pasa mayor tiempo con el hijo o la criatura. Y esto para nada es así. Se trata sólo de hacer extensivo el reconocimiento a las actividades de trabajo de muchas otras mujeres, porque existen, simplemente por eso y desde ahí: Existen. Les guste o no.
Y no puede haber un feminismo que reivindique todo el proceso interno y personal por el que atraviesa un cuerpo al ser madre, y gestarlo, como es el caso de mi amiga Esther Vivas, sin reconocer y nombrar también las otras tantas formas de hacer maternidad, o ser mamá. Esther pugna por los dos. Por eso es una mamá feminista. Eso es hacer justicia a todas las mujeres. Quienes quieren patentar ser mamá desde una esencialización biológica, no están buscando justicia para todas las mujeres, están buscando un botín político para capitalizar una lucha, y lo revisten de teoría y de autoras que ya murieron y no se enteraron de nada ni vieron al mundo tiktokizado hoy día.
Más aún, si fuera el caso de que lograsen patentar un día la maternidad y ponerle un copyright, tampoco eso podría borrar las otras formas de ser madre y ejercer la maternidad, porque en las mismas leyes se reconoce oficialmente la co-autoría. Y si ser madre es ser autora de la vida, del hijo, y de la crianza, les tengo noticias, también estamos las co-autoras: las madres lesbianas, las concubinas de un hombre con hijos, las madres que adoptamos bebés, las madrastras, las segundas o terceras madres. Y repito, han estado desde siempre, colectivamente, todas las otras mujeres que ponen su cuerpo, su trabajo, su fuerza, y su voluntad para criar, cuidar, y hacer maternidad.
En este sentido, ser mamá no es cosa sólo de decidir serlo, o decidir no serlo, vamos, que no todo es dicotomía, ya deberíamos superar esos rancios códigos binarios, si ya hasta viajamos al espacio y hay inteligencia artificial, también hay otro panorama más amplio: Quienes de acuerdo a contextos o circunstancias, se adaptan, o toman el ejercicio de maternar, por amor, por humanidad, y porque así nos tocó.
Hola, mi nombre es Frida Cartas, y también soy mamá.