A principios de octubre de 2023 se publicaron en México los resultados de la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC). Esta encuesta confirma, como antes lo mostró la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT, 2019), que en México las mujeres son las principales cuidadoras y dedican más tiempo que los hombres a realizar este trabajo

Los cuidados abarcan un conjunto muy amplio de actividades destinadas a procurar el bienestar de las personas se encuentren o no enfermas, tengan o no alguna dependencia física o mental. Es un trabajo imprescindible para la reproducción y mantenimiento de la vida. Involucra emociones, relaciones, así como mantenerse vigilante y atender las necesidades vitales de otras personas y de sí mismo/a.

Foto: Cuartoscuro
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De acuerdo con los resultados de la ENASIC, 75.1% de las personas que brindaron cuidados son mujeres, mientras que el 24.9% son hombres. En cuanto al tiempo dedicado a proveer cuidados, las mujeres destinan 37.9 horas semanales y los hombres, 25.6.

Estos resultados invitan a analizar qué acciones se han instrumentado para cerrar las brechas en cuanto a los tiempos que mujeres y hombres dedican a brindar cuidados, y también para redistribuir los cuidados al interior de las familias. Un análisis enfocado en los programas sociales aporta elementos para identificar cómo es que desde este ámbito se contribuye o no a revertir la intensidad del trabajo no remunerado que realizan las mujeres entre el cual se incluye el de cuidados.

El uso instrumental del trabajo de cuidados de las mujeres 

Los programas sociales se han caracterizado por su tendencia a apoyarse en el trabajo de las mujeres. A través de ellos se ha promovido su participación en trabajos comunitarios con carácter voluntario, así como en actividades orientadas al mejoramiento de la salud familiar y en otras que demandan el cuidado de las infancias, sean o no, sus hijas e hijos. De igual manera, han impulsado su colaboración en proyectos productivos con iniciativas para obtener un ingreso económico que aporte al gasto familiar. 

Desde la década pasada, estudios realizados a diversos programas (como cajas de ahorro, programas de mejoramiento nutricional de las infancias, etc.), mostraron que su diseño, de forma deliberada, estaba respaldado en el trabajo de las mujeres, sobre todo, de aquellas que en su condición de madres se convertían en beneficiarias (por ejemplo el texto de Rodríguez, 2012, en La economía feminista desde América Latina. Una hoja de ruta sobre los debates actuales en la región). 

A pesar de que una importante proporción de los programas sociales han cambiado en los últimos años, su fundamento no pierde esa característica básica. Se sigue considerando al trabajo de las mujeres como una predisposición natural y como un activo que debe aprovecharse para alcanzar el bienestar familiar y comunitario. 

Contradictoriamente, aunque algunos de estos programas reconocen el trabajo de cuidados que realizan las mujeres (por ejemplo, Salario Rosa, ahora denominado Mujeres con Bienestar), no se cuestiona la carga desigual y su distribución al interior de las familias. Tampoco se problematiza cómo les afecta la ausencia o insuficiencia de medidas y de recursos institucionales, ni la falta de instrumentos legales que faciliten o coadyuven para que este trabajo no se sobrecargue en ellas.

En consecuencia, la visibilización que se realiza en este tipo de programas deviene en legitimación de un orden injusto. Además, mientras se les entregan apoyos económicos a las mujeres o se promueve su capacitación, se van desmantelando o debilitando programas que, a pesar de sus limitaciones, habían contribuido a brindar algunas alternativas para desfamiliarizar a los cuidados (es el caso de las estancias infantiles).  

Cuidar debería ser una prioridad social y política y no concebirse sólo como un deber de las mujeres. Actuar para favorecer una redistribución del trabajo de cuidados requiere de un cuestionamiento de las bases que sostienen la feminización del trabajo doméstico y de cuidados. Su desnaturalización es indispensable para contribuir a construir sociedades más equitativas y justas.