El reciente discurso de Richard Gere en los Premios Goya 2025 puso sobre la mesa una preocupación creciente: el auge del matonismo en el poder.
Gere llamó “bully” a Donald Trump, un término que no solo le queda a él, sino también a una generación de líderes autoritarios que han hecho de la intimidación su principal herramienta de control. Estos “bullis” no están solo en la política; también están en los medios, la tecnología y el mundo empresarial.
El matonismo en la política no es casualidad, sino una táctica usada para aferrarse al poder. Esta cultura de intimidación refuerza desigualdades y silencia a quienes se atreven a cuestionar.
Este tipo de bullying se ve en muchos lados: insultos públicos, campañas de desprestigio y hasta el uso del Estado para perseguir periodistas y activistas. Trump, por ejemplo, ha atacado a mujeres en el Congreso y líderes feministas, alentando el odio entre sus seguidores. En Argentina, el presidente Javier Milei ha seguido la misma línea, lanzando ataques verbales contra periodistas y opositoras. En Europa, Viktor Orbán ha restringido el acceso a la información y censurado voces críticas.
En México, el matonismo también aparece en el ámbito social y judicial. Un ejemplo es el Colectivo Nacional No Más Presos Inocentes, que dice defender derechos humanos, pero ha sido acusado de desacreditar a víctimas de violencia de género y proteger a agresores. En varios casos, este grupo ha respaldado a hombres acusados de feminicidio y abuso, mientras minimiza o ignora las denuncias de las víctimas. Quienes han criticado sus acciones han sido blanco de ataques y amenazas para silenciarles.
Este problema no solo está en la política, también en la tecnología. La cultura “tech bro” en Silicon Valley ha creado entornos excluyentes y hostiles para las mujeres. Empresas lideradas por figuras como Elon Musk y Peter Thiel han sido señaladas por mantener estructuras donde las mujeres tienen menos oportunidades y enfrentan acoso.
Un caso reciente fue el despido masivo en una startup, que afectó sobre todo a mujeres en roles técnicos, mientras los ejecutivos hombres conservaron sus puestos. También hay denuncias de acoso en Uber, donde empleadas han acusado a la empresa de no tomar en serio sus casos.
El autoritarismo y la misoginia suelen ir de la mano. A medida que la ultraderecha avanza en el mundo, el bullying político y la exclusión de las mujeres de los espacios de poder se han convertido en tácticas para reforzar su control.
Como dijo Richard Gere en su discurso, los matones no solo están en las calles, sino también en los gobiernos, las grandes empresas y las plataformas digitales que moldean la opinión pública.
Frente a esto, el reto es claro: identificarlos, denunciarlos y frenarlos antes de que sigan destruyendo los avances en derechos humanos y equidad de género.