¿Por qué es más fácil llamar xenófobos a quienes protestan que cuestionar prácticas abusivas y políticas deficientes? ¿Por qué incomoda más el enojo que la injusticia que lo provoca? ¿Por qué una marcha molesta más que la expulsión de miles de familias de sus hogares y ciudades?

Estas preguntas nos las hicimos esta semana, después de que la colonia Condesa se convirtiera, una vez más, en el epicentro de una conversación que, aunque debería ser evidente, sigue incomodando. ¿Quién tiene derecho a habitar esta ciudad y quién es desplazada en nombre del “progreso”? Hace una semana, cientos de personas salieron a marchar para denunciar un modelo urbano que favorece el consumo sobre la comunidad, que privilegia a quienes pueden pagar sobreprecios, mientras deja fuera a quienes lo han habitado toda la vida.

Lo que comenzó como una protesta legítima pronto se fue desvirtuando en redes sociales. En lugar de hablar del fondo, muchos medios centraron la discusión en slogans ya famosos como el Gringos go home. A esto se sumó la cobertura en los medios centrada, otra vez, en influencers como Luisito Comunica, quien fue recibido con insultos y reclamos por parte de algunos manifestantes, quienes lo acusaron de “formar parte del problema”.

En paralelo, se viralizó el caso de Ximena Pichel, apodada “Lady Racista”, una mujer de origen argentino que insultó con expresiones racistas a un policía en la misma colonia Condesa. De acuerdo a reportes, Pichel lleva años viviendo en México, donde ha agredido en diversas ocasiones a empleados de seguridad -siempre con expresiones racistas y clasistas- y donde cuenta con una decena de multas e infracciones. 

¿Qué tienen que ver estos episodios con la gentrificación? Todo. Estos casos virales pusieron el foco en las tensiones de una ciudad atravesada por racismo, clasismo y despojo, donde el capital compra no únicamente departamentos en la colonia Juárez, sino impunidad para discriminar y agredir. Una ciudad donde la vida cotidiana se ve marcada por la desigualdad, pero donde la indignación de quienes resisten es más cuestionada que los intereses que los expulsan.

Pero enfocarse en lo “viral” en TikTok es solo una forma de desviar la mirada del problema estructural. La gentrificación no nació con los nómadas digitales ni se va a  ir con ellxs. En realidad, esto es resultado de un modelo neoliberal que convierte la vivienda y el espacio público en mercancía.

No olvidemos que en 2022, Claudia Sheinbaum, entonces jefa de Gobierno, firmó un convenio con Airbnb y la Unesco para convertir la capital en “destino creativo” de quienes trabajan a distancia. Hoy, tres doritos después… como presidenta, promete regular la especulación inmobiliaria que ese mismo convenio incentivó. 

Como nos explicó la abogada Carla Escoffié en entrevista esta semana, la gentrificación es un proceso sistemático; suben las rentas, cambian los servicios, llegan nuevos habitantes con más recursos, y las personas de siempre, las que han hecho y resistido en sus barrios, son desplazadas, simbólica y materialmente. 

Por eso también decidimos hablar con Rufina Galindo, una mujer mayor y cofundadora de la Red de Desalojadas de la Ciudad de México. Ella lleva más de dos décadas resistiendo desalojos y luchando por el derecho a habitar

El testimonio de Rufina no se hizo viral. No aparece en hilos de X. Pero representa lo que viven miles de familias: perder su hogar por decisiones de política y capital tomadas lejos de ellas, desde el poder. Aunque los reportes no hicieron eco de su lucha, Rufina estuvo en la marcha contra la gentrificación del 4 de julio, acompañada de otras mujeres, muchas adultas mayores, que han luchado durante años contra el despojo. Su sola presencia es memoria viva de una resistencia de esta ciudad, sostenida también por los cuidados de las mujeres.

Esta semana, en nuestro Glosario Feminista, explicamos qué es la violencia inmobiliaria: amenazas, intimidaciones, desalojos ilegales, corrupción. Gentrificación, turistificación y despojo no son fenómenos aislados, son parte del mismo sistema.

Una de las herramientas de ese sistema es convencernos que la lucha es entre nosotras, la clase trabajadora, todas las personas que ya sea frente a rentas impagables o hipotecas abusivas, estamos resistiendo frente a gobiernos, plataformas, inmobiliarias e intereses que se siguen repartiendo la ciudad.

No permitamos que nos enfrenten entre nosotras, que nos confundan sobre quiénes son los responsables de esta crisis. 

Con el Mundial de 2026 a la vuelta de la esquina, se comienzan a perfilar narrativas de “renovación” y “seguridad” que en realidad encubren procesos de limpieza social y privatización. Es decir, estrategias para desplazar a quienes no encajan en la postal que se quiere mostrar al mundo: personas pobres, migrantes, trabajadoras informales, mujeres mayores como la señora Rufina, personas enfadadas con el sistema.

Rufina nos recordó esta semana que resistir también es habitar, y defender ese derecho implica nombrar lo que está pasando. 

No es desarrollo, es despojo.