El periodismo en México nace en el siglo XVI, en plena época colonial, y poco a poco con el transcurrir de los años comenzó a posicionarse dentro de la estructura social y a formar parte de la cotidianidad de las familias. En algunas de ellas, el periódico impreso formaba parte de la mesa en el desayuno, y quien lo leía regularmente era el papá y/o “jefe de familia”, como tradicionalmente se le nombraba.

El contenido entonces respondía más al mundo público, el cual desde los roles y estereotipos es asignado a los hombres, invisibilizando así, el ámbito privado que es el asignado a las mujeres, y restringiendo a ellas la lectura de los mismos. Por fortuna esto ha cambiado a partir de la diversificación de los contenidos, del posicionamiento de las mujeres con respeto a sus derechos y a la perspectiva de género en algunos medios. Actualmente, la función social del periodismo va más encaminada al aporte de diversas perspectivas, a la transformación, a fortalecer la democracia nacional y a aminorar las brechas de desigualdad de los diferentes sectores poblacionales.

En tal sentido, el papel de las mujeres periodistas ha sido fundamental para visibilizar cómo a través de la historia se ha invisibilizado el vivir de las mujeres, sus necesidades, la discriminación de este sector, las brechas existentes que las ponen en desventaja, el impacto que los roles y estereotipos tienen en ellas y en la sociedad misma, además de acercar nuevas herramientas de interacción, como lo esta haciendo ahora La Cadera de Eva, tales como talleres, pláticas y textos que apoyen a la deconstrucción de un sistema patriarcal que sólo ha registrado las perspectivas, las problemáticas y necesidades estereotipadas de los hombres

No ha sido fácil para las mujeres periodistas incursionar en un ámbito primordialmente masculino, por el “riesgo” o lo “peligroso” que pueden ser ciertas temáticas y situaciones. Romper y cambiar estas perspectivas estereotipadas les ha sido un reto, pero también les ha dado la posibilidad de posicionar su perspectiva, nuevos temas, secciones y nuevas formas de interacción con la población.

Un ejemplo -de muchos que podemos recordar- es el de la periodista Italiana Oriana Fallacci, quien fue la primera mujer corresponsal de guerra en su país; además de activista y escritora, presenció la matanza de Tlatelolco tan de cerca que le tocó una bala de las lanzadas por el ejército mexicano. Ella describía a su periodismo como: “Un oficio que permite vivir la historia en el instante mismo de su devenir y ser un testimonio directo”, con lo cual nos da una pequeña muestra de lo fascinante, riesgoso, apasionante y complicado que puede ser el escribir y plasmar una parte de todas esas realidades entretejidas en las que vivimos y del montón de responsabilidad que tiene un escrito, una imagen, una idea y que la vida en sí misma es riesgosa. 

Mujer periodista durante la cobertura de "la mañanera". Foto: Cuartoscuro
Mujer periodista durante la cobertura de "la mañanera". Foto: Cuartoscuro

Ahora bien, como en otros ámbitos, éste no se salva de las brechas de género como lo he venido comentando, así que me resulta importante enunciar a algunas periodistas mujeres como Carmen Aristegui, Sara Lovera, Lucía Lagunes, Pamela Cerdeira, Denise Dresser, Denisse Maerker, Adela Micha, Lydia Cacho, Anabel Ochoa, Sabina Berman, Ana Francisca Vega y Elvira Hernández Carballido, quienes siguen siendo un porcentaje pequeño en razón del número de hombres en el medio.

El reconocimiento que estas periodistas tienen, coincidamos o no con sus perspectivas, no ha sido fácil, ya que han tenido que romper estereotipos patriarcales para poder ser visibles y “ganarse” un lugar dentro de un sistema patriarcal, y sostenerse ha sido una tarea titánica.

Al respecto, este año Mujeres sin Nombre realizó un estudio en doce países, entre ellos México, donde menciona que las mujeres periodistas o colaboradoras firman 50% menos noticias que los hombres; además, registraron un 80% de noticias publicadas sin autor y la firmadas en su mayoría fueron de periodistas hombres. 

Las periodistas y comunicadoras están menos visibilizadas en los segmentos de deportes, tecnología y economía.

Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) refiere que, en México, de un total de 44 mil 300 personas que laboran como periodistas o en la locución, 71.4% son hombres y 28.6% mujeres, y de ahí se derivan muchas más brechas de género en torno a acceder a puestos de titularidad, de toma de decisiones, mejores salarios, visibilidad en la autoría, así como los sesgos que llevan a la asignación estereotipada de secciones y cargos menores, entre otros muchos datos. 

Finalmente, las radios comunitarias y las mujeres indígenas también tienen un papel relevante en sus entornos comunitarios, cubren las noticias de diversos eventos en sus regiones, las vejaciones a los derechos humanos y promueven y elaboran contenidos con perspectiva de género, a fin de aminorar sus rezagos; además de abrir espacios para que las mujeres de sus comunidades conozcan sobre sus derechos y encuentren interlocutoras.

Seguramente estas mujeres tampoco están contabilizadas como periodistas, aun cuando se han mostrado competentes en el manejo de todo un sistema de radio comunitaria y han arriesgado su vida por alzar la voz. Así el corolario de la tarea periodística de las mujeres en México.