“Aquí lo que nos mata es el machismo”, dice María Martha Ramos, Mediadora Indígena del Juzgado Indígena de Cuetzalan del Progreso, Puebla, sentada en su oficina ubicada en el barrio de Pinolaco de este municipio.
A este lugar llegan mujeres de la región de la Sierra Norte de Puebla a denunciar los actos de violencia de género que sufren. La labor de Martha Ramos es crucial para atender y escuchar sus casos, porque las mujeres nahua hablantes sienten más confianza en contarle a ella los abusos machistas que sufren y no a un hombre juez.
Aunque su figura es la de suplente de José Ismael Vázquez Contreras, Juez Indígena de Cuetzalan del Progreso, las mujeres encuentran en ella una escucha solidaria y segura. “Para mí es importante, ¿por qué? porque anteriormente, como dicen, es que yo no me puedo expresar tanto delante del hombre, porque a mí me da pena contarle todo o mostrar, a dónde fui lesionada y todo eso”, comenta María Martha en entrevista con La Cadera de Eva.
El 9 de agosto, se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, este día sirve para celebrar la diversidad cultural y lingüística que tienen los países en los que habitan pueblos indígenas, también ayuda a visibilizar a la población indígena y los derechos que tienen. Es importante hablar del trabajo que realizan las juezas indígenas de paz en estas zonas.
Los Juzgados de Paz son instancias dentro del sistema judicial que se encargan de resolver conflictos y atender asuntos legales en las comunidades rurales. Estos tienen una relevancia porque se basan en el sentido común, en la experiencia y en las costumbres de la zona en la que se encuentran.
Del 2019 al 2022, había 22 mujeres indígenas juezas de paz de un total de 80 jueces de paz que hay en todo el municipio, de acuerdo con el gobierno local de Cuetzalan. Estas autoridades son elegidas de manera autónoma por las mismas comunidades cada tres años.
Un solo juzgado que atiende a la región
El Juzgado Indígena que se encuentra en la cabecera Cuetzalan del Progreso, un municipio donde habitan casi 50 mil personas, de las cuales el 66.8% habla alguna lengua indígena, el cual no solo atiende a personas indígenas de esta localidad, sino que también llegan de municipios de Tlatlauquitepec, Nauzontla y Tuzamapan de Galeana, incluso hasta del estado de Veracruz, comenta Ramos. “A veces nos complica atender porque vienen de otros municipios”.
Las agresiones machistas, temas de pensiones y deslindes son los casos que más atienden. Su trabajo principal es mediar los casos, y los que no puedan resolver o sean delitos graves los canalizan a otras instancias como el DIF o al Juez de distrito.
Desde el 2002, comenzó a operar en una casa particular, posteriormente en 2005 lograron tener sus propias oficinas. Este juzgado nace de la necesidad de combatir la corrupción local y de poder hacer las denuncias en la lengua indígena porque en ocasiones les hacían firmar documentos sin que ellos entendieran bien que firmaban, comenta la juez.
“Nosotros los que vivimos en zonas marginadas mucho más, antes eran, de que no sabemos hablar en español, no podemos leer y escribir, entonces, ahí se veía que había maltrato de la gente indígena. A veces le hacían firmar una cosa y ya después ya no podía hacer nada. Firmó, pero desconoce qué es, no le explicaron, no lo entendió por lo mismo de la lengua. Sí, entonces, por ahí surge”, explica Ramos.
El Juzgado Indígena de Cuetzalan es resultado de una lucha del municipio por la impartición de justicia indígena y sus derechos. Como cuenta María Martha, está enfocado en la búsqueda de una justicia que responda al contexto y a las necesidades específicas de las personas indígenas de la región.
La lucha de María Martha Ramos
María Martha Ramos Ramos, trabaja como Mediadora Indígena de Cuetzalan desde el 2017, su puesto tanto con el juez principal, a diferencia del los jueces de las juntas auxiliares, se elige directo desde el consejo que conforma el juzgado que está ligado con el poder judicial.
La jueza suplente es una mujer que ha liderado varios procesos en su comunidad, ha sido mayordoma, colabora en las faenas, en las reuniones y fue promotora de la Casa de la Mujer Indígena y del Centro de Atención Externa del Refugio (CAER) en el que apoyaba a las mujeres indígenas víctimas de violencia de género.
“Yo fui comité varias veces en mi comunidad, fui mayordoma, he colaborado en mi comunidad, en faenas, en reuniones, en cooperaciones y así. Entonces, aparte de eso, yo fui promotora de las mujeres”, explica.
“Hay que educar diferente a nuestros hijos, a nuestras hijas. Igual que a los hijos, hay que enseñarles que no sean machistas. Porque aquí lo que nos mata es el machismo. Entonces, queremos que las nuevas generaciones vayan aprendiendo otras cosas nuevas”, concluye la mediadora indígena.