Alejandra Márquez Abella, directora de La liberación, se atreve a reimaginar las narrativas televisivas con historias que desafían el status quo y confrontan las estructuras patriarcales. 

En La Cadera de Eva, conversamos con ella sobre cómo las genealogías feministas, las narrativas transgresoras y las preguntas incómodas pueden abrir nuevas puertas en el cine y la televisión en México y Latinoamérica, a propósito del estreno de la serie mexicana, la cual está disponible a partir de este 17 de enero en Amazon Prime Video.

La Liberación narra el camino de tres mujeres hacia la sanación de sus heridas patriarcales a través de un viaje que inicia con un hechizo y termina en la Edad Media, temporalidad en la que por primera vez se creó la noción de la bruja, una mujer que influenciada por el mal cometía fechorías rechazadas por la iglesia católica, de ahí la famosa persecución de brujas en Europa. 

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El proyecto nació de las ganas seguir trabajando con el elenco de la película Las Niñas Mal, con las actrices Johanna Murillo, Cassandra Ciangherotti e Ilse Salas y de las ganas de explorar las preguntas que dejó el movimiento #MeToo en el año 2017, así como la inquietud por  llevar la conversación sobre este tema a la pantalla más allá del esquema narrativo tradicional en la televisión mexicana y latinoamérica. 

“Esta es una serie muy traviesa, muy juguetona, muy mal portada, siento que un poco también tenía yo ganas de hacer algo que explotara en la televisión hacia otro lado, y que llevara a la industria y lo que se hace para la tele en Latinoamérica en otra dirección”.

Narrativas mal portadas y retadoras

Las narrativas políticas y sociales se transforman conforme pasa el tiempo, para Alejandra Márquez Abella es imprescindible apostar por nuevas formas de hacerle frente a los discursos que imperan y se refuerzan a través de la pantalla, así como cuestionar las formas en que comprendemos las luchas de las mujeres.

“El feminismo es una conversación y hay que encontrar nuevas maneras de entrarle a esa conversación, nuevas puertas, nuevas dinámicas y sobre todo hay que saber confrontarnos, auto criticarnos, y evitar este lugar en donde nos sentimos cómodas”.

Y es que la conversación feminista es diversa, no hay un feministrometro que nos diga qué es lo que estamos haciendo bien y mal.

“En este proyecto las mujeres se dan cuenta de cómo tienen internalizado el patriarcado, de cómo han utilizado sus formas o las figuras para sobrevivir o para posicionarse en la vida”.

¿Cómo descubrir los malestares del patriarcado? ¿Cómo hacerles frente y poner las manos al fuego? Ser combativa implica repensar los síntomas creados por una sociedad de lógica capitalista desde nuestras propias trincheras, ya que en el reconocimiento de las diferencias radica la diversidad y en la diversidad la posibilidad de un tejido más compasivo con todas. 

En La Liberación, las historias de las mujeres están atravesadas por circunstancias que justamente nos invitan a mirar la artificialidad de la lucha que muchas veces se piensa ganada y hasta se da por concluida.

“Quizás las mujeres que de pronto están cerca del poder siguen sin ser poderosas o las mujeres que creíamos que estaban bien educadas e informadas, no compiten con sus pares, o alguien que ha sido sexualizada toda su vida no tiene control sobre la sexualización de su cuerpo” cuenta Alejandra.

“No estamos dando lecciones, creo que estamos generando preguntas”.

Brujas y la hechicería del medievo que sigue en nosotras

Alejandra platica que Calibán y la bruja de Silvia Federici sirvió como fuente de inspiración para crear la serie, que hacen una disección del origen de la palabra bruja y su satanización casi patologizada por el simple hecho de ser una mujer con conocimiento, destrezas y habilidades que se oponían a la instauración de la etapa mercantil del capitalismo en el siglo XIII.

“Era muy importante para mí decir que ese patriarcado sigue estando vigente y operando entre nosotras”.

“Para mí fue importante darme cuenta de que la posición que tenemos las mujeres hoy es todavía la que se impuso en el siglo XIII, a partir de esta transición hacia el capitalismo”.

“Otra lectura que fue muy importante para mí fue La Bruja de Jules Michelet que narra el origen de la bruja como como este ser que es la mujer del siervo, que si el ciervo es miserable, pues la mujer del ciervo es todavía más miserable y que es arrojada a los margen desde la vida”.

Aunque en la actualidad las mujeres hemos resignificado el concepto patriarcal de la bruja, Alejandra nos recuerda que la mágia que trae consigo reconocerse como tal, trasgresora, sublevada y autonoma, en un principio no es un propósito sino el fin de un tremendo recorrido por la vida transitando entre la marginación y la discriminación. En esta serie se plantea el paralelismo aún permeante entre la percepción de las mujeres en dos épocas aparentemente distintas, después de siglos.

 “Nadie quiere ser bruja, nadie desea ser bruja. Ser bruja es una consecuencia de la miseria y de la marginalidad”. “A la hora de volverte mágica, justamente por esa marginación, cuando vienen por ti a quemarte en la hoguera, hay una especie de orgullo, hay una especie de dignidad de haber resistido de alguna forma o de haber hecho algo tomado agencia y haberle hecho frente al sistema de ahí viene”.

“La bruja se entrega a Satán pero a veces Satán ni siquiera es capaz de recibirla, Satanás es un fuck boy total, ni siquiera le contesta los mensajes a la bruja que está desesperadamente tratando de sacar algo de él”.

La hoguera es un triunfo que se lleva con orgullo 

Crear obras audiovisuales que apelen a la reflexión del sistema patriarcal no es una tarea fácil y la directora Alejandra Márquez Abella sabe que más allá del éxito y la aceptación del público, hay que mantenerse a la firmes y a la orilla, para no mojar la hoguera y que arda con fuerza. “Hay que mantener el fuego de esa hoguera vivo y quemando todo lo que se tenga que quemar”.

“Para mí lo más difícil de hacer una serie así y hacer cine en general, es que la primera idea que siempre se te ocurre es masculina porque tu educación visual, sonora y sentimental ha sido una educación masculina”.

Un desafío para mantener la hoguera viva es el pensamiento en masculino, ¿cuántas veces no escribimos para nosotras, pero terminamos dirigiéndonos a ellos?, ¿cuántas veces repetimos palabras que omiten nuestra existencia? Y qué pasa cuándo ya se es consciente, qué es lo que nos espera al cambiar código que rige la cotidianidad de nuestra existencia.

Tienes que hacer un esfuerzo por brincar esa primera idea, ir a la segunda o a la tercera o a la cuarta y eso siempre va a requerir de más esfuerzo, porque por eso es tan difícil hacer verdadero film female gaze o verdaderos contenidos que tengan una propuesta feminista de verdad. No es fácil porque tú misma estás borrando las cosas que son incómodas para el sistema, porque estás entrenada hacerlo”. 

“Creo que estar haciendo ese ejercicio de conciencia muchas veces implica que no te quieran, que no te reconozcan, que no te validen, es un esfuerzo duro para el ego, para el corazón. La hoguera es un triunfo que se lleva como un orgullo, pero no por eso deja de ser más dolorosa o tremenda”.

“Quiero cambiar la tele” 

Es difícil de hacer cine, requiere de muchísima organización y sí, este es un proyecto que trajo a mis amigas actrices a opinar sobre sus personajes pero el sistema de organización fue bastante clásico y es un sistema muy vertical”. 

Presumir de implementar nuevas medidas de organización es un esfuerzo extraordinario pero también lo es configurar el que ya existe. En una industria que requiere de la colaboración de grupos grandes de personas la participación de mujeres y hombres es inapelable, pero también necesaria para gestionar entornos de trabajo con líderes que apuesten por liderazgos feministas.

“Yo me rodeo de mujeres, quien siempre me acompañan mis mis locuras, es Dariela Ludlow, que es una mujer y evidentemente está en mis proyectos porque hay algo que me da que sea mujer pero además es una fantástica fotógrafa y ya quisieran un montón de batos ser como ella es”. “También hay muchos hombres que participaron de la producción y que vinieron a ponerse al servicio de muchas formas distintas de lo que nosotras queríamos hacer y de lo que yo estaba proponiendo hacer”.

Para Alejandra, el liderazgo feminista trae consigo ventajas como la sensibilización, el cariño con el que se comunica, la camaradería y la eliminación de confrontaciones hostiles que se presentan en set con métodos de liderazgo sin perspectiva de género.

Yo practico un liderazgo feminista que tiene que ver más con asumirte como un líder responsable más que como un líder autoritario y eso tiene que ver con decir ‘“si yo estoy a cargo y me tengo que responsabilizar de este discurso, de esta de la seguridad de estas personas, de la nutrición de estas otras’”, pues entonces eso me va a dar una posición no sé de poder, pero sí de decisión y de definición de las cosas que tengo que asumir mi responsabilidad”.

“Me gustaría decir que estábamos entrando en otras prácticas más radicales, pero la verdad es que creo que también hay que hacerse cargo del sistema y de cambiarlo desde el sistema”.

Las ambiciones de Alejandra Márquez Abella son la de una mujer revolucionaria, que apuesta por la celebración de narrativas propositivas, confrontativas y diferentes en la televisión, y que inviten a constituir una mirada más crítica y consciente en las audiencias. 

“Mis pretensiones son cambiar la televisión en Latinoamérica y que tanto las plataformas como mis colegas creadores nos animemos a hacer contenido que sea más atrevido, que tenga más búsqueda, que experimente un poco más y que le dé al espectador la posibilidad de sentir y pensar sobre los temas de la actualidad desde como cosas distintas, y no nada más respondiendo al algoritmo que hace que las cosas se redunden. En vez de hacer futuro hacemos pasado, estamos repitiendo y repitiendo, así que eso. Quiero cambiar la tele”.

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