Josefina Vicens fue una novelista enigmática, encontró en la escritura un lugar para desenvolverse y para explorar todas sus posibilidades como persona. Se inventaba diversos sobrenombres masculinos y publicaba textos bajo diferentes perfiles, por eso no sorprende que haya publicado una novela tan ingeniosa como El libro vacío, su obra más reconocida y la cual le valió el Premio Xavier Villaurrutia.

Además de destacarse como escritora y periodista, desempeñó un papel fundamental en la equidad de género. Su compromiso feminista se evidenció a través de su participación activa en la Confederación Nacional Campesina (CNC), donde ocupó el cargo de secretaria de Acción Femenil. Para Vicens estos espacios fueron una plataforma de empoderamiento, le proporcionaba a las mujeres un espacio para expresar sus opiniones y para participar activamente en la lucha por sus derechos. A través de estas organizaciones también buscaba fomentar la solidaridad entre compañeras y promover la conciencia sobre cuestiones de género, se convirtieron en un instrumento valioso para abordar temas como la igualdad salarial.

Inquebrantable e inquieta

Nació en Tabasco el 23 de noviembre de 1911 su madre fue Sensitiva Maldonado Pardo, maestra tabasqueña, y su padre José Vicens Ferrer, un comerciante español originario de las Islas Baleares. Según la investigadora literaria Rosa Domenella de la UAM, Josefina era la oveja negra entre sus cuatro hermanas, siempre haciendo que sus padres se preocuparan por sus travesuras, las cuales iban desde participar en campeonatos de balero y asistir a corridas de toros. Sus padres, medio en broma, solían decirle: "Ay, mi’jita, seguro terminas en la cárcel".

Josefina Vicens, al inicio de su carrera como redactora, con astucia y determinación, optó por el uso de pseudónimos masculinos en algunas de sus publicaciones. Escribió en la prensa con dos sobrenombres distintivos: Pepe Faroles, como cronista de toros, y Diógenes García, a cargo de los temas concernientes a la política. La estrategia de adoptar nombres masculinos le otorgó un acceso más amplio a la publicación de temas culturalmente asignados a hombres, permitiéndole explorar con libertad diversas temáticas y expresar sus ideas sin las barreras que la sociedad imponía a las autoras mujeres.

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Hizo lo que quiso: escribir y escribir

En su vida académica no está claro si realizó estudios universitarios, pero lo que sí es seguro, porque muchas personas a su alrededor lo atestiguaron, era que le encantaba escribir. Ella contaba: “Escribo a todas horas: en el día, argumentos de cine, y en la noche, lo mío”.

Comenzó su carrera laboral desde temprana edad como secretaria en el Departamento Agrario, este empleo le proporcionó una comprensión profunda de la realidad campesina, estableciendo así una conexión genuina con esa comunidad. Más tarde, tuvo vínculos con la Confederación Nacional Campesina (CNC), donde desempeñó el rol de secretaria de Acción Femenil, la cual más tarde dio origen a las Ligas Femeniles.

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En 1958, Josefina Vicens hizo historia al recibir el prestigioso Premio Xavier Villaurrutia por su primera novela, El libro vacío, marcando un hito como la primera mujer en lograrlo en una era dominada por figuras masculinas. Más tarde la autora se unió a la sección ejecutiva del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica y, durante la década de los setenta, asumió el cargo de presidenta de la Comisión de Premiación de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas. Además de los reconocimientos literarios, fue galardonada en dos ocasiones con el premio Ariel, otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), por sus contribuciones en la elaboración de los guiones para las películas Renuncia por motivos de salud (1975) y Los perros de Dios (1979).

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Legado como escritora para las mujeres

Josefina Vicens falleció en la Ciudad de México el 22 de noviembre de 1988, su legado persiste como faro de inspiración, no solo desafió las expectativas literarias sino también los roles tradicionales de género. Su obra literaria, su activismo político y su valentía para desafiar los estereotipos de género la posicionan como una figura inmortal en la historia cultural de México.

La figura de Vicens continúa guiando a futuras generaciones de escritoras mexicanas y de todos los países. Demostró que las mujeres también somos merecedoras de reconocimiento y evidenció la misoginia de la época: ¿la hubieran publicado en las revistas que escribía si hubiera firmado con su nombre real? Tal vez sí, tal vez no. De lo que no hay duda es que dejó una gran prueba de que no hay obstáculo que nos detenga cuando se trata de hacernos escuchar.