A menudo la maternidad se retrata como un momento de alegría y plenitud. Sin embargo, para las mujeres que viven con enfermedades mentales o diagnósticos psiquiátricos, el camino hacia la maternidad puede estar lleno de desafíos. En este Día de la Madre es importante reconocer y comprender su experiencia, la cual está atravesada por estigmas sociales que cuestionan su facultad para hacerse cargo de la crianza de sus hijas e hijos.

Y bien, antes, ¿qué es ser una persona neurodivergente? De acuerdo con el Child Mind Institute, la neurodivergencia es un término originado en los años 90 para describir a las personas cuyas funciones tienen variaciones neurológicas. Esta condición incluye a las personas con diagnóstico de autismo, dislexia, trastorno límite de la personalidad (TLP), trastorno bipolar, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), por mencionar algunas. 

La psicoterapeuta Norma G. Escamilla Barriento compartió en entrevista con La Cadera de Eva que las mujeres que deciden ser madres y tienen un diagnóstico psiquiátrico viven discriminación a partir de los estereotipos de género, pues no se les considera capaces de cumplir con esta tarea y, a la vez, son juzgadas por dar vida “siendo diferentes” con la probabilidad de que sus hijas e hijos también nazcan con su misma condición. 

Situaciones como estas las vivieron Lala Ramírez y Mariela Santoni, quienes compartieron con nosotras sus testimonios y experiencias. Lala está diagnosticada con TDAH, mientras que Mariela vive con trastorno bipolar.

Actualmente no existen datos oficiales sobre cuántas madres en México viven con alguna condición neurodivergente, pero sí de las condiciones que experimentan por la maternidad. De acuerdo con la Secretaría de Salud, dos de cada 10 mujeres en nuestro país presentan depresión durante el embarazo o después del parto.

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Mariela Santoni y su hijo

Existen otras formas de maternar 

“Mientras estuve embarazada tuve una experiencia complicada, principalmente por las hormonas, también, en esa etapa, me casé por ‘hacer las cosas bien’.Luego, cuando nació mi hijo, mi entorno social me obligó a mostrar que estaba bien aunque, sinceramente, estaba triste, pero fingía principalmente para quedar bien. Esos síntomas incrementaron y, en revisión médica, me diagnosticaron depresión posparto”, cuenta Mariela Santoni, quien tiene trastorno bipolar.

Mariela comparte que comenzó a tener alucinaciones, a pesar de que no tiene un diagnóstico asociado a esta sintomatología.“La falta de sueño, aunada al desgaste físico del parto, me llevaron a ese estado y también comencé a sentir rechazo por mi bebé”, narra. A partir de esa experiencia cayó en cuenta de que, al igual que todas las relaciones humanas, el vínculo de una madre con sus hija e hijo se desarrolla, y no es parte de la naturaleza de las mujeres poseer un instinto materno

“Solo hacía lo que se esperaba de mí, como me enseñó mi mamá, a ser una ama de casa tradicional. Luego, durante la pandemia, con el encierro mi bipolaridad se exacerbó y peleaba demasiado con mi pareja. Me di cuenta que ese no era un ambiente para mi hijo e hice acuerdos con mi pareja para resguardar mi bienestar físico y emocional”. (Mariela Santoni, mamá con diagnóstico de trastorno bipolar)

Por su parte, Lala Ramírez, diagnosticada con TDAH, cuenta que ella tampoco sintió una conexión automática con su hijo: “El amor epifánico del que se habla, no lo sentí, al contrario, estaba muy asustada. Era un gran terror, lo único que podía pensar era ‘¿cómo le voy a hacer para cuidar a este ser?’. Comparte que tuvo dificultades para establecer una rutina para cuidar a su bebé:

“Tenía papelitos anotados donde le daba orden a cosas básicas: ‘primero: leche, después: cambiarle el pañal, porque para mí era muy difícil seguir rutinas, sobre todo esos días”, narra Lala. 

“Era complicado, porque se supone que toda ‘buena madre’ ya tiene una rutina lista, tiene preparada la tina, la comida, todo. Yo quería bañar a mi hijo y se me olvida la toalla, incluso, se me pasaba darle de comer, y otros detalles con los que parecía que estaba ‘mal cuidando’ a mi bebé”. (Lala Ramírez)

En el camino, ambas madres encontraron estrategias para cuidar su salud mental y balancearla con su maternidad. Mariela comparte: “Yo nunca fui una mujer tradicional, pero por quedar bien, fingí ser así. Me di cuenta que no tenía que replicar los métodos de crianza que me había enseñado mi mamá, o lo tradicionales, me divorcié y me relajé más. Seguir el ritmo de los demás cuando eres una persona neurodivergente es muy desgastante, decidí crear mis propios métodos. Hablo con mi hijo, le explico cómo me siento y, cuando lo necesito, le pido un espacio para mí”.

Navegando la maternidad neurodivergente con apoyo y respaldo

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Para muchas mujeres con enfermedades mentales, el temor al estigma y la discriminación puede ser abrumador, especialmente durante el embarazo y la crianza. Sin embargo, con el apoyo adecuado, estas mujeres pueden empatar su diagnóstico con su maternidad. Es fundamental que su comunidad les proporcione un entorno de apoyo inclusivo, donde estas mujeres puedan ser madres sin temor a ser juzgadas o estigmatizadas.

Lala Ramírez y Mariela Santoni comparten cuatro practicas que aprendieron desde su maternidad neurodivergente y pueden ayudar a otras mujeres:

  • Mantente en contacto con tu diagnóstico,  y sé consciente de que puedes vivir un embarazo distinto a los demás.
  • Pide ayuda y prepara tu entorno para que no pases sola la recuperación posparto y cuentes con la asistencia necesaria para los cuidados que tú y tu bebé necesiten.
  • Apóyate en una red de apoyo de otras mamás, aunque no sean de tu familia. Actualmente la crianza colectiva a un lado pero, ambas mujeres con las que platicamos, comparten que es fundamental que cuentes con otras mujeres que han pasado por lo mismo que tú.
  • Sigue asistiendo a terapia y no descontinúes tu medicación, siempre con la supervisión de un/a psiquiatra. 

“Tener una red de apoyo ha sido fundamental para no volverme loca de culpa.” (Lala Rodríguez)

Por último, la psicoterapeuta Norma G. Escamilla Barriento, concluye que hay que generar conversaciones que sensibilicen a la sociedad respecto a las personas que viven con algún diagnóstico psiquiátrico. También refiere que desde el sistema de salud público deben crearse políticas y una infraestructura que atienda a las madres neurodivergentes como un derecho, ya que los cuidados y acompañamiento que requieren están siendo absorbidos principalmente por las familias y otras mujeres pero, ¿qué pasa con las mujeres que maternan solas?