En las últimas semanas, el gobierno de Claudia Sheinbaum se ha enfrentado a distintas crisis en el país: el asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal electo de Uruapan; las protestas de transportistas; y las movilizaciones de agricultores que reclaman seguridad y pagos justos. Todo esto generó un ambiente de tensión tanto en las calles como en redes sociales.
En medio de ese malestar, comenzaron a circular mensajes que decían que México tendría “a su última mujer presidenta”, una frase que varios usuarios usaron para insinuar que las mujeres no saben gobernar. También reaparecieron insultos misóginos como “presirvienta”, dirigidos a restarle autoridad. Incluso hubo quienes mencionaron la revocación de mandato.
Ante este escenario surge una pregunta importante: ¿cómo distinguir una crítica legítima al gobierno de un ataque dirigido a Sheinbaum solo por ser mujer?
Para entender mejor esta tensión, La Cadera de Eva conversó con Lorena Vázquez Correa, investigadora del ITESO, quien explica cómo diferenciar la crítica democrática de los mensajes que buscan deslegitimar la participación política de las mujeres.
¿La jefa del Ejecutivo es “intocable" por razón de género?
En democracia, la política es debate, confrontación y disenso. Por el cargo que ocupa, la Presidenta está expuesta —y debe estarlo— a la crítica pública.
Vázquez Correa recuerda que Sheinbaum tiene “mucho poder político”, respaldado por mayorías en el Congreso. Esto implica que la crítica debe centrarse en la rendición de cuentas, no en su género.
La inconformidad social, explica, es real y viene de múltiples frentes: el sector agrícola que denuncia abandono, los transportistas que protestan por falta de garantías, y las familias buscadoras que llevan años exigiendo respuestas frente a más de 130 mil personas desaparecidas.
A esto se sumó la reciente marcha de la Generación Z, que señaló el aumento de la violencia, y la percepción de inacción institucional. En ese contexto, algunas voces en redes afirmaron que Sheinbaum estaba siendo juzgada con un “doble estándar” por ser mujer. Sin embargo, Vázquez Correa matiza esta lectura: las críticas no surgen por su género, sino porque encabeza un gobierno atravesado por crisis profundas que exigen rendición de cuentas.
“Solapar discursos que pretendan justificarla por el hecho de ser mujer respecto de un tema de rendición de cuentas, querer victimizarse con un tema de género me parece que puede ser contraproducente para la lucha de las mujeres” (Lorena Vázquez Correa, investigadora)
La frase “última mujer presidenta” también parece en un momento de enojo acumulado, donde una parte de la conversación pública canaliza la frustración no hacia las decisiones de gobierno, sino hacia el hecho de que quien gobierna es una mujer. En contextos de crisis, las figuras femeninas suelen enfrentar un escrutinio más severo y más emocional, un patrón documentado en distintos países.
La investigadora advierte que, así como no debe tolerarse la violencia de género contra una mujer en el poder, tampoco se puede usar el argumento de género para blindarla de la crítica. En sus palabras, no se puede “proteger a la presidenta poniendo el paraguas de que es intocable por el hecho de ser mujer”.
¿El gobierno utiliza el marco de violencia política para silenciar críticas legítimas?
Aunque la violencia de género contra Sheinbaum existe y debe señalarse, también preocupa la forma en que su gobierno responde a las movilizaciones sociales. Tras la marcha de la Gen Z, Sheinbaum pidió a la Fiscalía investigar “quiénes son estos grupos y de dónde proviene esta violencia”, mientras su administración sugirió que la convocatoria en redes provenía de la oposición. Para Vázquez Correa, estas reacciones muestran un riesgo: que el discurso de violencia política de género se utilice para desacreditar o frenar críticas legítimas.
Vázquez Correa advierte que hay casos en los que el marco legal de violencia política se ha usado indebidamente para intimidar voces críticas, como ocurrió con la gobernadora de Campeche Layda Sansores quien ha utilizado la figura de violencia política de género (VPG) para imponer medidas cautelares y sanciones que, según organizaciones y periodistas, resultan en censura a la labor periodística y al debate público.
“El marco normativo de violencia política contra las mujeres en razón de género ha sido una herramienta para castigar o amedrentar incluso a periodistas, lo cual es bastante lamentable” (Lorena Vázquez Correa, investigadora)
Aclara que el problema no es la ley, sino su aplicación. Y por eso es fundamental mantener el debate en el terreno de la rendición de cuentas, sin que el género se utilice para inhibir la protesta legítima.
¿Cuándo la crítica se vuelve violencia de género?
La violencia política de género ocurre cuando una mujer es atacada por ser mujer, o cuando los mensajes tienen un impacto diferenciado que busca limitar su participación pública.
En el caso de Sheinbaum, esto se vuelve evidente cuando la discusión deja de lado sus decisiones de gobierno y se centra en aspectos que no deberían importar en una evaluación pública: su cuerpo, su apariencia, su edad o cualquier rasgo utilizado para cuestionar su autoridad.
Desde La Cadera de Eva hemos documentado cómo la presidenta enfrenta juicios que nada tienen que ver con su gestión, sino con estereotipos que buscan reducirla a su imagen física.
Un ejemplo es la violencia estética, como la especulación sobre si usa bótox. Ese tipo de señalamientos no analizan políticas públicas: buscan desacreditarla desde prejuicios sobre cómo debe lucir una mujer en el poder.
En el ámbito digital este patrón se repite. Circulan mensajes que la describen como subordinada al expresidente López Obrador, utilizando términos como “presirvienta”. Son expresiones que no solo refuerzan estereotipos, sino que buscan restarle autonomía política.
Este tipo de ataques desvían la atención de lo relevante y colocan el género como un arma para deslegitimar.
La presencia de mujeres como Sheinbaum en el poder revela una tensión que no se va a resolver pronto: por un lado, el Estado tiene la obligación de proteger a las mujeres de la violencia; por el otro, toda figura pública tiene que responder por sus decisiones.
La clave, como resume Vázquez Correa, es mantener la crítica en el terreno de las políticas y las omisiones, sin permitir que los prejuicios de género distorsionen la discusión. Al final, lo que está en juego es la gobernabilidad y los derechos humanos de la población.

Foto: Cuartoscuro

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