¿Te has sentido culpable por buscar placer sexual o, por el contrario, has sentido vergüenza al tocar y explorar tu propio cuerpo?

A lo largo de la historia, las mujeres hemos sido socializadas en la culpa y el silencio respecto al deseo sexual. Se nos enseñó a reprimir el placer, a no habitar nuestros cuerpos desde el gozo, y a priorizar el disfrute de otros (así es, particularmente de los hombres) por encima del propio. Esta negación histórica del placer femenino responde a estructuras patriarcales que controlan la autonomía sexual y emocional de las mujeres.

En este contexto surge el concepto de justicia erótica, un término que busca poner al centro de la conversación el derecho al placer, al deseo y a la autodeterminación de nuestros cuerpos. Te explicamos. 

¿Qué es la justicia erótica?

En entrevista con La Cadera de Eva, Alexa Castillo-Nájera Zaliv, psicoterapeuta y sexóloga feminista, explica que la justicia erótica es un concepto ético y político que surge como una extensión más profunda de la justicia sexual que solo reconoce los derechos sexuales y reproductivos.

La justicia erótica busca transformar las estructuras que regulan el deseo y el placer, pues se centra en un plano simbólico y afectivo. Así que cuando hablamos de justicia erótica, hablamos del derecho al deseo, al goce y al reconocimiento de nuestros propios cuerpos. Esta es una propuesta transformadora que busca modificar las estructuras culturales y emocionales impuestas por el patriarcado

“La justicia erótica surge de la crítica feminista, de cómo el patriarcado regula la sexualidad y nos dice quién puede desear, cómo, cuándo, dónde, con quién y bajo qué condiciones”.

Esta postura implica reconocer que el acceso a una vida sexual libre de culpas, violencias y estigmas también es una forma de justicia, y que la emancipación de las mujeres pasa por reconectar con el placer como un acto político y de resistencia.

¿Y qué es la justicia sexual? Castillo-Nájera enfatiza la diferencia, pues la justicia sexual se centra en garantizar los derechos sexuales y reproductivos para todas las personas. Abarca temas amplios de la sexualidad y busca asegurar derechos específicos como el acceso a la salud, el consenso, el consentimiento, la anticoncepción y la prevención de violencias

¡La revolución erótica!

Para entender la justicia erótica, es necesario revisar lo que entendemos por erotismo. El Diccionario de la Real Academia Española lo define como “lo que excita el placer sexual”, esta definición no sólo es escueta, sino que deja afuera la dimensión política y social que atañe sobre todo a las mujeres. 

En Usos de lo erótico: lo erótico como poder (1978) la escritora feminista afroamericana, Audre Lorde, entiende el erotismo como un recurso femenino y espiritual profundamente entrelazado con el poder de nuestros sentimientos, cuya existencia ha sido negada, pues se nos ha enseñado a desconfiar y abusar de su poder por la opresión de la cultura occidental, por lo que “para las mujeres, esto ha significado la supresión de lo erótico como fuente reconocida de poder e información en nuestras vidas”.

En entrevista, Castillo-Nájera coincide: el erotismo implica poder social, cultural y político, es la vivencia del placer en su sentido más amplio, constituyendo un derecho humano.

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Y es que hablar de erotismo implica hablar del cuerpo como territorio político y hablar de justicia erótica implica hablar de un derecho humano frente a las regulaciones patriarcales como la heteronormatividad, el clasismo o el capacitismo. Así, la justicia erótica busca reivindicar el derecho al erotismo como fuente de poder y libertad. 

“El sistema patriarcal impone mandatos que han limitado pues la autonomía sexual, especialmente de las mujeres o las disidencias”.

En el estudio, Justicia erótica: una cuestión de derechos humanos, Gabriela Bard Wigdor y Paola Bonavitta, explican que pensar en el sometimiento del erotismo de las mujeres latinoamericanas implica reflexionar sobre la sexualidad hegemónica como una construcción de la cultura machista que jerarquiza los cuerpos de las mujeres:  “debemos necesariamente atender a las violencias y a las relaciones tanto económicas como raciales que las tejen”. 

El mismo estudio señala que, en una sociedad donde se ha normalizado que el cuerpo de las mujeres está al servicio del otro, es imprescindible no sólo avanzar en materia de justicia sexual, sino también en una educación que ponga el placer al frente, con el propósito de apropiarnos de nuestros propios cuerpos, sensaciones y disfrutes. 

La brecha erótica

Según la sexóloga, el género es transversal, lo que resulta en una marcada brecha erótica entre géneros y disidencias, pues el sistema heteronormativo y patriarcal establece que ciertos cuerpos y mentes son “deseables y deseantes” y, ¿quién se beneficia de esta regulación? el hombre heterosexual con un historial sexual amplio.

Un hombre que es “altamente deseado” se vuelve “deseable” y “más atractivo”, por el contrario, una mujer con experiencias e historias sexuales amplias aún se percibe bajo el estigma. 

Pero la brecha de género no sólo define quién es deseable, sino que también otorga un posicionamiento de poder asociado al género que influye en el posicionamiento, el tiempo, la intimidad, el acceso a la salud y la capacidad de sentir o no placer, con o sin cuidados, con o sin violencia. 

De ahí que para las mujeres sea recurrente la asociación entre erotismo, sensualidad y ser “sexy”, porque mientras el erotismo y la sensualidad persiguen una sensación de bienestar dentro de la propia piel y el propio placer, ser “sexy”, en cambio, se aprende y se replica bajo estándares externos, propios del patriarcado

Autoerotismo: la clave de la liberación 

Ejercer el erotismo libre de culpa no es una tarea fácil, pero no es imposible, por ello, Castillo-Nájera nos recuerda que la clave está en la autonomía, y por ende, en el autoerotismo, es decir, el placer y la satisfacción que una persona experimenta por sí misma.

La especialista explica que el primer paso es “apropiarnos del placer, vivirlo, no esperar a que alguien lo provoque”. Significa tomar la justicia erótica en nuestras propias manos y empezar a tener una relación con una misma. Esto implica una tarea revolucionaria: dejar de pedir permiso para existir.

El autoerotismo y reconocimiento personal, significa “conocerme, mirarme, ponerme un espejo, verme la vulva, tocarla, olerla, probarla”. Esto busca romper el mito de que sentimos repudio por nuestros propios fluidos mientras que hemos aprendido a tolerar o probar los fluidos de nuestras parejas o vínculos sexoafectivos.

“Eso incluye quitar estas barreras de no tocarme, no erotizarme, y no necesariamente para llegar a un orgasmo, sino para reconocerme (...) Empezaría a apropiarme de lo mío, sentirme bien con mi tacto, con mi vista, con seducirme a mí misma porque quiero, porque me lo merezco, porque ahí está el placer”.