¿Te ha pasado que el deseo de ser mamá aparece justo cuando estás comenzando a ejercer tu carrera, pagando tu renta, viajando o apenas intentando sostenerte emocionalmente? Como si la maternidad tuviera prisa, pero tú no. No es una contradicción individual: es una tensión que muchas vivimos. 

En México, cada vez más mujeres estamos tomando decisiones distintas sobre cuándo —o si— maternar. Los datos lo confirman. De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) del INEGI, la tasa de fecundidad descendió de 2.07 hijas e hijos por mujer en 2018 a 1.60 en 2023. 

Y no es un fenómeno aislado: a nivel global, más del 50% de las mujeres nacidas en 1990 llegan a los 30 años sin haber tenido hijas o hijos, según la División de Población de las Naciones Unidas.

En este contexto, la vitrificación de óvulos aparece cada vez más en la conversación pública. No como una promesa de maternidad obligatoria, sino como una posibilidad más para decidir sobre nuestros tiempos reproductivos.

¿Qué es la vitrificación de óvulos y para qué sirve?

Para entender bien este proceso, conversamos con la doctora Elizabeth Jiménez Legaspi, ginecóloga experta en fertilidad, quien explica que la vitrificación de óvulos es una técnica avanzada de preservación de la fertilidad. Consiste en congelar los óvulos de forma ultrarrápida —a una velocidad similar a la del vidrio— para poder utilizarlos en el futuro.

A diferencia de los métodos antiguos, esta técnica evita la formación de cristales de hielo que podrían dañar la célula, lo que permite conservar su calidad y alcanzar tasas de supervivencia superiores al 90%. Los óvulos vitrificados pueden usarse más adelante en tratamientos de reproducción asistida, como la fecundación in vitro (FIV), cuando la mujer decida intentar un embarazo.

La doctora Jiménez señala que esta técnica permite preservar óvulos cuando son más jóvenes y de mejor calidad, ya sea para posponer la maternidad por decisión personal o profesional, o por razones médicas, como tratamientos oncológicos que pueden afectar la fertilidad.

¿En qué consiste el proceso?

Si estás considerando esta opción, es importante saber qué implica realmente y tener expectativas realistas.

Primero, hay una etapa de estimulación ovárica. Durante 10 a 12 días se administran hormonas mediante inyecciones subcutáneas para estimular la producción de óvulos. La doctora Jiménez aclara que, con la evidencia científica actual, este tratamiento no se asocia con cáncer ni con complicaciones graves a largo plazo.

Después viene la extracción de óvulos, que es un procedimiento breve y ambulatorio, realizado bajo sedación, por lo que no resulta doloroso.

La edad sí importa. La recomendación médica es realizar la vitrificación entre los 28 y 35 años, cuando la calidad de los óvulos es mayor y los riesgos genéticos son menores. Por ejemplo, en mujeres menores de 35 años se sugiere vitrificar al menos 12 óvulos para tener una buena probabilidad de éxito en el futuro.

Acceso, mitos y desigualdad

Retrasar la maternidad no es indecisión ni egoísmo: es ejercicio de derechos reproductivos. Para la doctora Jiménez, conocer nuestra salud reproductiva debería formar parte de los cuidados básicos

“Así como nos hacemos el papanicolau, podemos hacer un tamizaje de nuestra reserva ovárica. Es parte del derecho de la mujer saber cómo está su salud reproductiva” (Dra. Elizabeth Jiménez Legaspi)

La especialista señala que, la vitrificación dialoga con un mundo laboral y social que rara vez se adapta a los cuerpos y tiempos de las mujeres. Esta tecnología no elimina las desigualdades estructurales, pero sí abre un margen de decisión. “Te calma el alma. Es un descanso de la presión social, personal y profesional”, dice. 

Aunque hoy es más accesible que hace algunos años, la vitrificación sigue atravesada por desigualdades económicas. La doctora Jiménez subraya la urgencia de que el sistema de salud público incorpore programas de preservación de la fertilidad para que no sea una opción exclusiva de quienes pueden pagarla. “Es momento de romper mitos y tabúes. Ya no es algo inalcanzable”, afirma.

La vitrificación de óvulos no es una promesa ni una obligación. Es una herramienta. Una forma de decir: quizá quiero ser mamá, pero no ahora. Y de transitar los 30 o los 40 con menos presión, sabiendo que el reloj biológico ya no dicta todas nuestras decisiones.