“La maternidad puede ser muchas cosas, puede ser una carga, una presión, un ejercicio de libertad, un trabajo, un sueño cumplido y puede ser todas esas cosas al mismo tiempo”, comenta Marina Pedroza en entrevista con La Cadera de Eva, antropóloga de 26 años que está a punto de convertirse en mamá.
Entre el disfrute y el sacrificio, la maternidad es un proceso complejo, e incluso desconocido, en el que las mujeres van transitando a tientas para establecer un compromiso de por vida con una persona. Ninguna maternidad es igual a otra y aunque pueden compartir experiencias y sentires, también varían en contextos y hasta estilos de crianza. La Cadera de Eva entrevistó a diversas mujeres para hablar acerca de su experiencia como mamás y los retos a los que se han enfrentado.
Las mujeres comienzan a transformarse, cambian sus prioridades y las cosas que les son importantes cuando inicia la maternidad, coincidieron todas las madres entrevistadas. “Ha sido el momento más difícil que me ha tocado vivir; me implicó cambiar por completo, cambiar mi estructura de valores, quien soy, todo lo que conozco y eso me provocó muchos temas de salud mental y tuve que utilizar herramientas para no volverme loca”, narró Laura Ramírez Delgado, mejor conocida como Lala, creadora de EmprendeMOM, una agencia de marketing digital.
“Perdemos nuestra identidad cuando pasamos de ser, en mi caso Marcela, a mamá de Alán y de Sara”, coincidió Marcela Ramón, activista por las infancias trans.
Las madres tienen que trabajar como si no criaran y criar como si no trabajaran
Marcela Ramón, Marina Pedroza y Lala Ramírez tienen en común que tuvieron que repensar cómo sería trabajar después de haber decidido ser madres. Todas se preocupan por tener un empleo que les facilite tener tiempo de calidad con sus hijos e hijas, un salario digno que les permita solventar la vida de sus familias y poder cumplir con el trabajo no remunerado en casa. “Hay temporadas que me ha tocado irme antes de que mi hijo despierte y volver y que mi hijo esté dormido, eso es muy doloroso, he enfrentado mucha culpa”, comentó Lala.
Siete de cada 10 mujeres que trabajan de forma remunerada son madres, sin embargo, muchas veces su participación en los cuidados de sus hijos e hijas les complica su rol en el mercado laboral, esto se ve reflejado en que sólo el 44% de madres cuenta con un empleo o está buscando uno, de acuerdo con El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
Esto no es todo, entre más hijos tiene una mujer, menor es su “participación económica”. El IMCO señaló que el 54% de las mujeres con un hijo tienen un empleo o están buscando uno, mientras que esta cifra se reduce al 38% con las mujeres con cuatro hijos y el 27% con 5 hijos o más.
La directora de EmprendeMom también criticó que en México no exista un sistema integral de cuidados, así como el cierre de estancias infantiles. “Al carecer de un sistema de cuidados básico, las madres no podemos desarrollarnos profesionalmente y lo que va a pasar es que de las dos chambas que yo tengo, profesora y líder de negocio, voy a renunciar a hacer una de las dos, pero eso me va a limitar económicamente y es estar atrapada en este círculo”, mencionó.
“Ese malabarear no se vuelve un malabarear de actividades, sino uno de sacrificios y renuncias y eso pega en la salud mental”, sentenció Lala de Emprende Mom.
Marina Pedroza lamenta que no ha podido dejar de asistir a su trabajo que le queda a dos horas de distancia de su casa. “Atravesar Santa Fe para llegar a mi trabajo y luego de vuelta es un caos. Es terrible, la gente no te cede el asiento. Es un reto, estoy todos los días esperando que pase el camión, con mi panza y los pies hinchados”.
A Pedraza también le preocupa qué hará cuando termine su incapacidad por maternidad. “No quiero dejar a mi bebé a los dos meses de nacido en una guardería del IMSS o con un familiar, eso es super frustrante y tiene que ver con que a las empresas no les importa tu maternidad. Estar pensando en cómo solucionar estas problemáticas me genera una carga de trabajo y emocional”, dijo en entrevista con La Cadera de Eva.
Las madres que trabajan de forma remunerada sufren peores condiciones laborales que las mujeres sin hijos. Por ejemplo, el 58% de las mamás están trabajando de manera informal, frente a un 50% de mujeres no tienen hijos. Lo grave es que no cuentan con prestaciones como seguro social y en ocasiones su ingreso económico es menor, mostró el IMCO.
Marcela Ramón trabajaba en las plataformas de perforación de Pemex, cuando su hija Sara tenía aproximadamente ocho años se dio cuenta que sufrían mucho cuando debía separarse para subir a plataforma. Aunque la activista por los derechos de las infancias trans amaba su trabajo, tuvo que buscar otro que le permitiera convivir más con su pequeña y realizar más planes a futuro como tener otro hijo o hija. “Te sientes mala madre cuando trabajas”, lamentó.
La violencia obstétrica que enfrentan las madres
Marina Pedroza y Lala Ramírez afirman que uno de los retos a los que se han enfrentado como madres ha sido la violencia obstétrica. Durante sus embarazos recibieron malos tratos del personal de salud, lo que hizo que la experiencia fuera más dura. “Desde que fui al seguro me sentí discriminada muchas veces. Entrar sola al consultorio, que te vean con muchos tatuajes, te empiecen a preguntar tu historia clínica y que te vean joven hace que la gente tenga prejuicios”, comentó Pedroza.
En el área de Trabajo Social le preguntaron el número de parejas sexuales que había tenido y si alguna vez abortó, Marina Pedroza respondió que sí, la trabajadora social le dijo: “Qué bueno que lo vas a tener porque un segundo aborto podría causar infertilidad”. “Sé que no es cierto, que puedes abortar las veces que sean necesarias y no te quedas infértil, pero pensaba en las mujeres que no tienen acceso a esa información y que si les dicen algo así puede impactar en su toma de decisiones, es una violencia institucional muy fuerte”, mencionó.
Además, la antropóloga también denunció que en el seguro no la han atendido bien: al inició de su embarazo tuvo una infección que le estaba adelantando el parto y en el sistema de salud pública la minimizaron. Tuvo que asistir a una clínica privada, donde su papá la ayudó con los gastos. "Siempre pienso que si él no me estuviera apoyando con eso, me hubiera tenido que atener a la atención del seguro y probablemente ya hubiera perdido a mi bebé. Es un reto qué tanto acceso tienes a un programa de salud adecuado”, narró Marina Pedroza.
Por otro lado, Lala Ramírez expresó que su embarazo fue muy difícil porque fue madre en pandemia. “Yo me embaracé en abril de 2020 y mi hijo nació en diciembre de 2020, toda la pandemia estuve embarazada y luego el posparto lo viví con mucho miedo, muy sola, con mucho desconocimiento, con muchas cosas horribles, incluso en temas que podrían rayar en violencia obstétrica”. Al igual que Lala y Marina, tres de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia obstétrica durante su último parto, de acuerdo con Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021.
Recuperar los años perdidos después de una condena injusta
Dafne McPherson pasó tres años de su vida en prisión, alejada de su hija, por haber tenido un aborto espontáneo. En 2015, en el baño de un Liverpool en Querétaro, donde trabajaba, Dafne comenzó a sangrar y sintió como algo salía de ella, era un bebé. Hasta el momento la entonces joven de 26 años no sabía que estaba embarazada y menos que tenía ocho meses de gestación.
Aunque la joven sentía mucho dolor, la tienda no permitió que ingresara la ambulancia de la Cruz Roja sino después de haber pasado varias horas. McPherson fue atendida por los paramédicos de Liverpool, quienes no pudieron salvar a la bebé y murió unos minutos después. La joven tuvo que enfrentar un juicio por tener un aborto espontáneo y en 2016 fue sentenciada a 16 años de prisión por “homicidio calificado”. Ese día Dafne perdió a la bebé y la separaron de su otra hija de cuatro años.
Dafne pasó tres años de su condena en prisión, tiempo que le impidió ver a su hija, “el tenerla lejos fue lo más difícil de todo lo que pasé, el estar lejos de mi hija fue lo peor de estar en ese lugar”, comentó en entrevista con La Cadera de Eva. Afirma que cuando salió de prisión era difícil separarse de su hija, pues ambas sentían desesperación de que las alejaran de nuevo y no se volvieran a ver. “Yo no podía salir a trabajar porque ella lloraba pues sentía que ya no iba a regresar. El poder hacer una vida normal fue mucho trabajo”, narró.
“Cuando me sentenciaron lo único que pensé fue que ya no la iba a volver a ver a mi hija, eso me mató”, mencionó Dafne.
Lamentablemente Dafne McPherson no ha sido la única mujer que ha atravesado por esta situación. Entre 2009 y 2019 otras 410 mujeres fueron sentenciadas por delitos relacionados con la interrupción del embarazo, de acuerdo con una investigación del medio de comunicación Cuestione. La investigación también revela que de estas 410 sentencias, 210 fueron por aborto, mientras que las otras 200 fueron por “delitos relacionados a él, como homicidio, infanticidio y omisión de cuidado”.
Lesbomaternidades, una lucha constante por maternar
Ana de Alejandro y Miztli Leal, integrantes de la Red de Madres Lesbianas en México, crían a cuatro adolescentes, describen a su familia como “poco convencional” en la que incluyen a sus gatitos, perritos, plantas y amistades. “Una vez que los hijos entraron en la adolescencia la vida cambió, llevamos cinco años en esa etapa y ha sido un caos”, narra Ana de Alejandro.
Miztli Leal, activista, inició su maternidad en una relación heterosexual, comentó que vivió la parte en la que le tocaba a ella sola el tema de los cuidados y la crianza, sin embargo, en la familia lesbomaternal que formaron la experiencia de crianza ha sido diferente: “No tenemos esto del rol específico, las dos somos mamás, somos mujeres y las dos cubrimos los roles que te puedas imaginar que existen en una familia que está criando”, dijo.
La activista Ana de Alejandro sabía desde siempre que ella quería ser madre, así que con su antigua pareja decidió someterse a un tratamiento de reproducción asistida. “Para mí la crianza es algo super bonito e importante, a mí lo que me gusta es criar, educar, transmitir, cuidar, procurar el bienestar de esa vida”, mencionó.
Ana de Alejandro cuenta que su maternidad “ha sido una lucha constante a nivel social, cultural en cuestión de leyes y políticas públicas para que nuestra familia tenga las mismas garantías que cualquier familia”. Sus mellizos nacieron en 2006 cuando todavía no había leyes que garantizaran el bienestar de familias conformadas por dos madres o padres. La activista logró casarse con su entonces pareja hasta el 2010, sin embargo, “eso no significó que los hijos fueran automáticamente hijos de ella también, tuvo que hacer un reconocimiento pero para poder hacerlo tomó tres años más”, explicó.
Ana de Alejandro comenta que al inicio se les recomendó adoptar a sus propios hijos, pero las madres no lo veían justo pues debían someterse a estudios socioeconómicos y psicométricos. “Finalmente cuando tuvieron el apellido de las dos madres nos tocó confrontar en la escuela, hacer el cambio de documentación, pelear por el pasaporte”, declaró.
Maternar es revolución y resistencia
En 2020 Marina Pedroza supo que sería mamá, apenas estaba terminando la licenciatura en antropología, no tenía clara su relación de pareja en ese tiempo y tenía muchas incertidumbres. Debido a la presión que sintió por su expareja, amigas y familia tomó la decisión de abortar, sin embargo, después de hacerlo se arrepintió porque ella sabía que sí quería ser madre.
En diciembre de 2021 Marina se dio cuenta de que estaba embarazada, después de meditarlo, decidió que sí sería mamá “mucho fue motivada porque no quería volver a pasar por un aborto, porque yo quiero ser mamá”, comentó.
“Me he enfrentado a que mi embarazo ha sido muy difícil, me duelen muchas cosas, me he tenido que inyectar muchas cosas”, agregó que otras mujeres le dijeron que sería la mejor etapa de su vida, pero en realidad la ha sufrido bastante.
Una de las cosas que le preocupa es que decidió ser madre soltera y esto puede ser más difícil al criar a su bebé porque tiene que trabajar, pero también dedicarse a los cuidados y trabajo del hogar. En México hay 4.18 millones de madres solteras participando en alguna actividad económica, de ellas el 78% trabaja de forma subordinada y remunerada, mientras que el 18% lo hace por su propia cuenta, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
“Yo no puedo ser como el wey que me embarazo e irme y estar tranquilo, no puedo esperar a que nazca, una empieza a ser mamá desde que lo decide”: Marina Pedroza
La joven de 26 años afirmó que maternar enseñándole a alguien cómo habitar el mundo desde otras formas es una manera de hacer revolución, sin embargo, ser mamá también es resistir a todas las trabas que te pone la sociedad: “Me gustaría que maternar sólo fuera revolucionario y que no tuviera que implicar una resistencia”.
Maternar también incluye resistir a las adversidades que la sociedad va poniendo en el camino de las mujeres, desde la crianza solitaria, la violencia obstétrica, los estigmas sociales frente a una nueva forma de crear familia y educar, hasta una mujer que tuvo que luchar durante años para salir de prisión pro haber tenido un aborto espontáneo. Marina Pedroza y McPherson han tenido que hacer frente a estos problemas.
Una mamá diversa, así se describe Marcela Ramón
La maternidad de Marcela Ramón ha sido un camino de constante aprendizaje. "Esta diversidad comenzó con Alán, mi niño chiquito, cuando nació nos dieron la noticia de que tenía síndrome de Down, desde ahí empiezo este activismo", dijo la activista por los derechos de las infancias trans, quien también afirmó que el personal de salud que le dio la noticia le explicó que su hijo llegará "tan lejos como se le apoye" y su trabajo como mamá es brindarle las herramientas para que tenga una vida plena.
Cuatro meses, otra noticia la sorprendió, la escuela le informa que tiene una hija trans. Marcela Ramón aseguró que su hija Sara le dijo “lo que estás haciendo por Alán es lo mismo que yo quisiera que hicieras por mí”. La activista comenzó a informarse sobre estos nuevos temas y cómo criar a sus hijes, "al final de cuentas el mundo está hecho para las personas cisheteronormadas y todo aquello que está afuera no tiene cabida, no están preparadas las personas ni instituciones”, explicó.
Aunque su maternidad siempre fue elegida, no ha sido un camino fácil, Marcela Ramón se ha tenido que enfrentar a luchas como que le permitan a Sara utilizar falda como su uniforme, que respeten sus pronombres y no la discriminen. Mientras que en la búsqueda de escuelas con Alán se enfrentó a que las instituciones no están preparadas para implementar estrategias de aprendizaje para las personas con síndrome de Down.
"Creo que mi forma de maternar o de amar y abrazar a Alán y Sara tiene que ver que fueron muy deseados. Yo no sé si hubiera enfrentado todos esos retos si yo no hubiera desea como desee a Sara y Alán. Creo que influye mucho en mí defenderles y enfrentarme al mundo porque fue mi decisión tenerles", concluyó.
Nadie nos enseña cómo ser mamás, no hay una receta mágica que te diga paso a paso cuál es el mejor método de crianza, muchas veces las mujeres se topan con experiencias que no estaban en sus planes y se espera que lo asimilen al instante. Al igual que Marcela Ramón Lala Ramírez, Ana de Alejandro y Miztli Leal muchas mujeres están trabajando desde sus diversas trincheras por construir un mundo que acepte y no discrimine a sus hijos e hijas.
Maternar también es renunciar a las expectativas
Laura Ramírez Delgado, creadora de EmprendeMom, tuvo que aprender a dejar de lado las expectativas sobre su maternidad cuando le dijeron que su hijo es una persona autista. "Nosotros empezamos a detectar de David no tenía el mismo nivel de desarrollo que deben tener los bebés. Un día estaba viendo un TikTok y vi un contenido que decía "como descubrí mi hijo es autista", entonces todo lo que el niño hacía era lo que mi hijo hacía. Se lo enseñé a la terapeuta y me dijo que ella pensaba lo mismo pero no lo podía diagnosticar".
Lala Ramírez se sincera y afirma que se asustó mucho, "para mí fue un proceso de un luto, yo tenía una expectativa y tuve que dejarla ir. Yo tenía mucho miedo que este diagnóstico limitara su autonomía y felicidad. Ha sido un proceso de mucha enseñanza, mi esposo y yo vamos a terapia de pareja para trabajar eso en conjunto con todas las cosas que traemos y poder ofrecerle a David la mejor vida posible".
Desde el inicio su maternidad la vivió en soledad porque su embarazo comenzó en plena pandemia. Ella narra que tenía mucho miedo de enfermarse de COVID y que ella y su hijo murieran, esto mermó fuertemente en su salud emocional. Sin embargo, el diagnóstico de autismo de su bebé también fue un proceso en el que se sintió "muy poco acompañada". La profesora universitaria mencionó que no sabía por dónde empezar a buscar y que sentía desesperación porque las instituciones para atender niños autistas están saturadas, hay listas de espera de hasta tres años.
"Como mamá fue muy duro en términos de reprender todo, de deshacerme de creencias, expectativas y buscar las mejores condiciones para él", dijo Lala de EmprendeMom.
La directora de EmprendeMom también compartió que le preocupa que la posición de mamá de un niño autista es muy poco comprendida, "el primer luto es soltar la expectativa, es entender que tengo un hijo diferente y ese hijo está bien, pero no es el que yo creía que tenía y ya. Pero el otro luto es que todo lo que yo haga como madre puede ser malinterpretado por un autista y puede ser cuestionado como que estoy haciendo algo que le haga daño a mi hijo autista por ignorancia, como sea haga lo que haga lo voy a hacer mal ante los ojos de un tercero".
Lala Ramírez explicó que lo que por ahora está en constante investigación, se ha metido a cursos, habla con niños y adultos autistas, para poder entender a su pequeño. También ha tenido que soltar intereses, proyectos de vida para poder atender esta neurodivergencia.
Las maternidades son diversas, no existe una igual que la otra, sin embargo, coinciden en que es importante que la sociedad las acompañe y sostenga en el trabajo de cuidados, porque impacta directamente en otros ámbitos de su vida si se ejerce sin ayuda. Recordemos que maternar no es sinónimo de cuidar y utilizarlo de esa manera perpetúa el papel de las mujeres como únicas cuidadoras dejándolas en la vulnerabilidad.