¿Qué historias guardan las manos de tu abuela? Tal vez la recuerdes en una sonrisa, en el aroma de su cocina, en la calma de su abrazo o en aquella travesura compartida que todavía te saca risas. Nuestras abuelas son el primer vínculo con el pasado, el corazón que late en la historia familiar. Con sus manos y su ternura, tejen la identidad que nos habita y nos conecta con raíces que, a veces, ni imaginamos.
A propósito del Día de las y los Abuelos, entrevistamos a dos abuelas, Eliodora y Lorenza, y hablamos con sus nietas para conocer cómo sus vidas, sus luchas y sus enseñanzas moldean a la nueva generación. Sus testimonios nos invitan a reflexionar sobre el valor de estos lazos ancestrales y la fuerza silenciosa de quienes nos preceden.
De acuerdo con un censo del INEGI de 2020, la población de 60 años y más en México pasó de 5 millones en 1990 a 15.1 millones en 2020, lo que representa ya el 12% del total nacional. Más de la mitad se ubica entre los 60 y 69 años y el 15% supera los 80, con mayor presencia de mujeres en este grupo. Una cifra que dimensiona la fuerza silenciosa de millones de abuelas que, con amor y cuidado, sostienen a las familias y transmiten la memoria viva de generación en generación.
Eliodora: fuerza y memoria
“Mi infancia fue muy bonita”, recuerda Eliodora, de 75 años de edad. Ella nació en Plan Grande, Guerrero, y describe días bañándose junto a su hermana Soledad en los “borbotones de agua” del suelo, rodeada de mangos, naranjas, toronjas y plátanos, propios de la región. Nos comparte cómo su hermano Ricardo cuidaba de la familia, asegurando siempre que no faltara comida.
Su historia familiar es un eco de resiliencia Eliodora no conoció a ninguna de sus abuelas: su abuela materna, Juanita, falleció joven por un dolor de cabeza y su abuela paterna, Francisca, murió de parto durante la época de la Revolución.
Eliodora es la penúltima de nueve hermanos, tres hombres y cinco mujeres. Su vida la llevó a migrar desde joven por diversos estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Estado de México, hasta establecerse en Hidalgo. Crió sola a sus nueve hijos, guiada por su filosofía: “el problema no es caerse, el problema es saberse levantar”.
Convertirse en abuela a los 50 años fue un renacer. Hoy tiene 26 nietos. Su nieta Berenice, con quien hablamos para este artículo, recuerda con cariño los “capechitos” (café con leche) en tacitas rosas, las flores que le enseñaba a nombrar y, sobre todo, las cartas hechas a mano, llenas de recortes, brillos y confeti.
Berenice nos confesó: “Mi abuelita Yoya me enseñó a cuidar los detalles, a valorar lo que hacemos con amor”.
Eliodora sonríe al recordar las travesuras de sus nietos: Miguel y Julio siendo inquietos, Freddy intentando atrapar peces en el canal, y Bere cortando flores sin miedo. Sus palabras reflejan un amor que trasciende generaciones: “querer a los hijos… yo les evito lo malo… porque los quiero y no quiero que les pase algo malo”. Este vínculo nos recuerda que la historia de una familia se construye también en pequeños gestos diarios.
Lorenza: alegría y cuidado
Lorenza, de 58 años, es madre de Emiliano y Diana y abuela de cinco nietos. Para ella, la experiencia de ser abuela es un renacer, un momento para acompañar con tiempo y presencia, después de los años de exigencias laborales. Nos cuenta que disfruta más que nunca verlos reír, bailar y vivir su infancia.
Su nieta Karime, de seis años, compartió con nosotras su admiración: “A mi abuela la quiero un 20 de diez. Me encanta jugar con ella cuando no está mi mamá, comer sus quesadillas y sopa”.
Stephenie, de 13 años, agregó: “Mi abuela siempre me cuida desde chiquita. Es chistosa y nos hace reír, pero también me enseña a ser responsable”.
En sus nietas y nietos Lorenza reconoce los ecos de sus propios hijos cuando eran pequeños, recordando cómo le pedían que les cantara o que les preparara su comida favorita.
Lorenza refleja cómo el amor de las abuelas no solo es afecto, sino guía y cuidado constante. Sus habilidades para bordar y su espíritu emprendedor se combinan con la paciencia y la alegría que imprime en cada momento con sus nietos. Como nos dijo:
“Quererlos mucho y cuidarlos es lo más importante”.
Hilos de amor y memoria
Las historias de Eliodora y Lorenza, entrelazadas con las voces de sus nietas, nos recuerdan que las abuelas son más que figuras familiares: son cápsulas de memoria, guardianas de la identidad y fuentes de resiliencia y amor incondicional. Cada gesto, cada enseñanza y cada risa compartida es un hilo que conecta generaciones.
Sus vidas, marcadas por desafíos y victorias silenciosas, nos invitan a reflexionar sobre nuestras propias abuelas: sus luchas, su entrega y el legado que nos dejan. Nos enseñan que el amor verdadero no solo une, sino que también nos fortalece y nos inspira a valorar nuestras raíces.
En este Día de las y los Abuelos, celebremos a esas mujeres que sostienen la historia de nuestra familia con cariño, firmeza y sabiduría. Honremos a nuestras abuelas, porque en cada una de ellas vive una parte esencial de quienes somos.