La secuela de Un viernes de locos (Freaky Friday) tardó 22 años en llegar. La película de 2003 no sólo se convirtió en un clásico de las teen movies y comedias familiares de Disney, también marcó a millones de espectadores con su historia de madre e hija que, al intercambiar cuerpos, descubren el valor de la empatía intergeneracional.
Con el paso del tiempo, sus fans querían ver cómo Tess Coleman y su hija Anna Coleman evolucionaron con los años. Incluso Jamie Lee Curtis (quien interpreta a Tess) compartió en una entrevista que la secuela, Otro viernes de locos, nació gracias a la insistencia del público.
“Durante la promoción de Halloween viajé por el mundo y en cada lugar alguien me preguntaba: ‘¿Cuándo harás otra película de Un viernes de locos?’. Yo respondía: ‘Algún día, cuando Lindsay tenga la edad para tener una hija adolescente’. Hasta que en Australia alguien me dijo que ya la tenía, lo busqué en Google y era cierto. Entonces llamé a Bob Iger (CEO de Disney) y le dije: ‘Bob, es hora’. Así fue como nació Freakier Friday”, dijo en diciembre de 2024 en entrevista para el programa TODAY.
¿De qué trata Un viernes de locos 2?
En esta nueva entrega, la historia se retoma años después: Anna (Lindsay Lohan) es madre y enfrenta el reto de criar a su hija mientras se adapta a la llegada de una hijastra. En medio de los desafíos de esa familia en formación un nuevo hechizo provoca un intercambio de cuerpos que ahora involucra a cuatro personajes: Tess, Anna, Harper y Lily.
Más allá de la comedia, la secuela nos deja varias enseñanzas feministas que dialogan con la película original. (¡Alerta de spoilers!)
1. La maternidad no borra a la mujer que fuiste
En la primera película de 2003) Ana acusaba a Tess de no entenderla porque “solo trabajaba y daba órdenes”. Ahora, en 2025, la historia se invierte: Ana es madre autónoma y mánager musical, y Harper siente que su mamá solo vive para el trabajo.
Escena clave: cuando Anna (en el cuerpo de Harper, su hija) intenta sobrevivir un día en la preparatoria, se da cuenta de lo abrumador que es el mundo adolescente. Al mismo tiempo, Harper (en el cuerpo de su madre) descubre lo difícil que es equilibrar juntas de trabajo y responsabilidades domésticas.
Enseñanza: ser madre no te borra, pero sí te sobrecarga. La película muestra la doble exigencia laboral y familiar que viven tantas mujeres, algo que la versión del 2003 apenas insinuaba.
Esta representación conecta con la realidad mexicana, de acuerdo con el INEGI hay 4.18 millones de hogares encabezados por madres autónomas o jefas de hogar que no cuentan con la presencia del padre, quienes asumen la responsabilidad económica y de cuidado de sus hijos e hijas.
2. Empatía intergeneracional
La primera película ya exploraba cómo madre e hija se critican sin entenderse. En la secuela, el hechizo involucra a cuatro personajes: Anna con Harper y Tess con Lily, lo que multiplica los choques y lleva el conflicto a nuevas dimensiones.
Escena clave: Tess (en el cuerpo de Lily, la hijastra) experimenta la inseguridad adolescente de sentirse fuera de lugar, y la aconseja con ternura desde un lugar de “abuela que entiende”. Al mismo tiempo, Anna en el cuerpo de Halper recuerda su propia rebeldía juvenil (como en la escena de la banda de rock de 2003) y reconoce que la frustración de su hija es la misma que ella sintió frente a Tess.
Enseñanza: la película muestra que todas las generaciones de mujeres cargan heridas similares, y que ponerse en los zapatos de la otra es un gesto de sororidad incluso dentro de la familia.
Como explica en su columna Daniela Razo: “Nuestras ancestras labraron caminos para nosotras, rompieron esquemas y nos abrieron la puerta de la rebeldía. Nos heredaron la lucha, la fuerza y la resistencia”.
3. Romper con el edadismo
En 2003, Tess era la madre estricta, vestida de forma conservadora, que al vivir en el cuerpo de su hija se libera bailando y vistiéndose con estilo juvenil. Ahora, en 2025, Tess ya no necesita “jugar a ser joven”: tiene un podcast, da conferencias y disfruta de su vida con plenitud.
Escena clave: cuando Tess, atrapada en el cuerpo de Lily, le enseña a enfrentar un bullying escolar con humor y seguridad, demostrando que la madurez no implica rigidez, sino confianza.
Enseñanza: el feminismo nos recuerda que la edad no resta valor ni voz a las mujeres. Tess es ejemplo de que ser mayor no equivale a ser invisible.
En esta entrevista La Chava Ruca, quien se dedica a la difusión de contenidos sobre el edadismo, nos explicó que al igual que existen micromachismos también hay microedadismos en frases como "te ves más joven" o "tengo alma joven". Estos comentarios, aunque parezcan inofensivos, refuerzan la idea de que envejecer es algo negativo. Cambiar esta narrativa es la clave para valorar todas las etapas de la vida.
4. Sororidad entre mujeres
En 2003, Anna tenía rivalidad con otras chicas de la escuela. En la secuela, el choque inicial se da entre Harper y Lily, adolescentes obligadas a convivir por la relación de sus padres Anna y Eric.
Escena clave: cuando Harper (en el cuerpo de Anna) descubre que Lily siente que Anna “prefiere a su hija biológica”, se enfrentan a la incomodidad de reconocer sus propios celos. Más adelante, las dos chicas, tras el caos del intercambio, terminan aliándose para cubrirse mutuamente en situaciones embarazosas.
Enseñanza: la película denuncia cómo la cultura empuja a las mujeres a competir, pero muestra que la solidaridad femenina puede transformar el conflicto en apoyo.
Como señala Marilú Rasso en su columna cultural y socialmente, a las mujeres se nos ha enseñado a competir. Desde pequeñas, se nos dijo que había un lugar para solo una de nosotras: la más bonita, la más deseable, la más inteligente, la más especial. La elegida.
Pero, ¿qué pasaría si desmontaramos esa lógica? Para entender que no hay una forma correcta de ser mujer, ni un modelo único de amor. Que nuestro valor no depende de ser elegidas. Que la otra, esa que antes vimos como rival, también está intentando sobrevivir al mismo sistema que nos separó. Y que juntas podemos imaginar y tejer otras formas de relación y de fuerza compartida.
5. Autonomía
En la versión del 2003, la música era un espacio de rebeldía adolescente: Anna tocaba con su banda y Tess, al meterse en su cuerpo, aprendía a valorar ese mundo juvenil. En la secuela, la música vuelve a ser un puente entre generaciones, pero ahora desde el rol de Anna como madre y artista.
Escena clave: hacia el final, en el concierto, Anna (ya reconciliada con Harper tras el intercambio) le dedica una canción a su hija. Es un momento cargado de significado: Anna afirma que su vida no se limita al trabajo ni al amor romántico, sino que también se expresa a través de su arte. Al mismo tiempo, reconoce públicamente a Harper como parte esencial de su identidad, sin dejar de lado sus propios sueños.
Enseñanza: la película muestra que una mujer puede sostener varias dimensiones a la vez —ser madre, ser pareja, ser profesional y también ser artista— sin que unas cancelen a las otras. La canción dedicada a Harper funciona como un recordatorio de que la maternidad no implica renunciar a la autonomía creativa ni al deseo propio, sino integrarlos en una vida plena.
Otro viernes de locos no solo retoma la fórmula del intercambio de cuerpos para hacernos reír. También habla de maternidad autónoma, empatía intergeneracional, edadismo, rivalidades femeninas y autonomía. Igual que la original, es una comedia familiar que trasciende la risa para dejarnos una enseñanza feminista vigente: todas las etapas de la vida de las mujeres son valiosas.