Cada año, más de 26 mil mujeres en México reciben un diagnóstico de cáncer de mama, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Detrás de estas cifras, hay historias de resiliencia, las mujeres que superan esta enfermedad afrontan importantes problemáticas, más allá del temor constante a la reaparición de la enfermedad.

La metáfora de la "batalla" contra el cáncer puede ser inspiradora, pero también puede ser alienante y opresiva. ¿Qué pasa cuando no te sientes como una "guerrera"? ¿Qué pasa cuando la lucha no es solo física, sino también emocional y psicológica?

Martha Castrejón y Marilú Rasso, compartieron a La Cadera de Eva sus testimonios sobre ser diagnosticadas con cáncer de mama. No se trata solo de "vencer" al cáncer, se trata de vivir con dignidad y calidad de vida.

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El diagnóstico que cambió todo

Una bolita en su axila derecha fue la señal que el cuerpo le dio a Marilú Rasso, directora ejecutiva de Espacio Mujeres, una organización que brinda atención a mujeres en situación de violencia para alertar del cáncer de mama. En ese momento acudió con su ginecóloga, quien le realizó un ultrasonido que no reveló nada anormal.

Aunque regularmente Marilú se realizaba chequeos médicos en esta ocasión los aplazó varias citas con el médico, priorizando su trabajo y su familia. Pero la persistencia de la bolita la llevó a buscar una segunda opinión, la nueva ginecóloga, una especialista en oncología, palpó su seno y detectó algo sospechoso y le practicó una biopsia que confirmó a finales de 2020 su diagnóstico: cáncer de mama.

La noticia que recibió fue devastadora: "Pensé que me iba a morir", confiesa. La pérdida de su padre por la misma enfermedad años antes hizo que el diagnóstico fuera aún más difícil de aceptar.

Sin embargo, la doctora la tranquilizó explicándole que el cáncer estaba en una etapa temprana y que se podía tratar. Marilú comenzó un tratamiento que incluyó cirugía, quimioterapia y radiación. 

En este proceso encontró apoyo en un equipo de profesionales de la salud, todas mujeres, así como de su familia y amigas que la acompañaron. Pero también enfrentó comentarios culpabilizantes que la molestaron profundamente.

Algunos le dijeron que su cáncer era resultado de un problema con la maternidad o de rencor y enojo en su vida. Estos estereotipos y prejuicios la hicieron reflexionar sobre los estigmas que rodean a las enfermedades, especialmente en el caso de las mujeres.

Foto: Cortesía
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Marilú encontró consuelo en los escritos de Susan Sontag y Audre Lorde, quienes también habían enfrentado el cáncer. Sus testimonios le recordaron que la enfermedad no define a la persona y que la línea entre la vida y la muerte es una oportunidad para reevaluar cómo queremos vivir.

"Yo pienso que todas las enfermedades y el cáncer entre ellas son multifactoriales. No creo que las cosas te pasen para algo. Creo que en la vida te suceden cosas, pero tú puedes decidir qué sentido le quieres dar a eso que te pasó" (Marilú Rasso)

Con esta perspectiva, Marilú se centró en encontrarle sentido a su experiencia y en cuestionar cómo podría ayudar a otras mujeres que enfrentaban situaciones similares. "Lo personal es político", afirma, recordando que los privilegios que algunas mujeres tienen, como acceso a atención médica de calidad, no son derechos universales.

Más allá de la lucha y la supervivencia

Marilú Rasso reflexiona sobre el uso del término "sobreviviente" para describir a las mujeres con diagnóstico de cáncer. Para ella, este tema está íntimamente ligado al acceso a la salud como derecho humano básico. "Todos tendríamos que tener acceso a un diagnóstico oportuno y a un tratamiento a tiempo", enfatiza.

Además, considera el discurso de la lucha contra el cáncer como un lenguaje bélico que no refleja la complejidad de la experiencia, citando a Marcela Lagarde menciona que este enfoque puede llevar a culpar a las personas que no "luchan" lo suficiente, ignorando la fragilidad humana y la inevitabilidad de la muerte.

Otro discurso que también es nocivo es la idea de que simplemente "echando ganas" se puede superar el cáncer. "Hay días que te despiertas mal, días que te sientes muy triste, días que no quieres hablar con nadie... No se trata de echarle ganas, se trata de atravesar el proceso", dice.

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Para Marilú, el lenguaje en torno a esta enfermedad debe cambiar para reflejar la complejidad y la vulnerabilidad humanas. Las campañas de concienciación sobre el cáncer de mama son las primeras que deben cambiar su enfoque pues considera que presentan una imagen idealizada de la enfermedad.

"No todo es rosa. Las campañas deberían ser creadas por mujeres de carne y hueso, que muestran la realidad del cáncer de mama", dice. La cicatriz del catéter, los efectos secundarios de los medicamentos... Estas son las realidades que deben ser visibilizadas.

Después de terminar el tratamiento, Marilú se sintió feliz, pero pronto descubrió que su cuerpo seguía en una transformación silenciosa. Además de los cambios físicos, experimentó angustia y ansiedad, sentimientos que nunca había sentido antes. "Después del tratamiento, bajan las defensas emocionales y empiezas a sentir lo que pasó", explica. Su experiencia con el cáncer de mama le enseñó que el autocuidado es esencial para la sanación y la resiliencia.

"Es fundamental dejar atrás la lógica del sacrificio que nos ha sido impuesta como mujeres. Debemos priorizar nuestro propio bienestar, descansar, cuidarnos y escucharnos" (Marilú Rasso)

Los cambios en el cuerpo

Martha Castrejón, tiene 62 años y es consultora en políticas públicas con enfoque de género. El diagnóstico de cáncer de mama la llevó a enfrentar un tratamiento agresivo: ocho series de quimioterapia, una mastectomía radical y un año de anticuerpos. Afortunadamente, contaba con el servicio del Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

Sin embargo, Martha sabe que no todas las mujeres tienen la misma suerte. "Es muy grave que algunas mujeres no tengan seguro. El tratamiento es carísimo, y sin ayuda, es imposible acceder a él", menciona.

Foto: Cortesía
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Después de la mastectomía radical, Martha enfrentó otra decisión difícil: la reconstrucción mamaria. "Fue muy difícil decidirme", confiesa. "Estaba en shock, y no sabía qué hacer". Consultó con amigas, leyó libros y analizó los riesgos y beneficios.

"Vi más desventajas que ventajas: el riesgo de rechazo del implante, la necesidad de cambiarlo cada 10 años, el costo... No quería vivir ese proceso". Además, descubrió un movimiento en Instagram llamado "Tetas fuera de España", que cuestionaba la seguridad de los implantes.

Martha decidió no reconstruir y se enfocó en resignificar su cuerpo. "Hice un ritual para despedirme de mi mama", recuerda. "Agradecí el tiempo que estuvo en mi cuerpo y dije adiós". Ahora, su cicatriz es un recordatorio de su victoria.

"Cada vez que veo mi cicatriz, recuerdo que tuve que sacrificar mi mama para salvar mi vida. Es un recordatorio de que tengo otra oportunidad” (Martha Castrejón)

Reconstruirse después del cáncer

Su experiencia al ser diagnosticada con cáncer de mama llevó a reflexionar a Martha sobre por qué muchas mujeres no se realizan una mastografía, a pesar de la alta cifra de casos.

"Yo creo que hay mucho desconocimiento", afirma Martha. La falta de información y la propagación de mitos sobre las mastografías, como que pueden causar cáncer debido a las radiaciones, contribuyen a que muchas mujeres eviten este examen crucial.

Martha compartió su propia experiencia de haber interrumpido sus chequeos regulares debido al miedo a contagiarse durante la pandemia de COVID-19. Sin embargo, en 2022, decidió retomar su rutina de mastografías y ultrasonidos, lo que finalmente llevó al diagnóstico de cáncer de mama.

Las estadísticas del INEGI que reportan que mueren a diario 20 mujeres a causa del cáncer de mama y que el 80% de las mujeres mayores de 40 años no se hacen una mastografía resonaron en el alma de Martha como un grito de alerta. "Me impactó profundamente", confiesa, su voz cargada de emoción.

La experiencia de tener cáncer de mama ha llevado a Martha a ser una defensora apasionada de la prevención y el autocuidado, sobre todo enfatiza que esta enfermedad no solo afecta a mujeres mayores, sino que también puede ocurrir en mujeres jóvenes.

"Desde los 18 años, las mujeres deben autoexplorar sus mamas. Es crucial conocer nuestro cuerpo y ser disciplinadas en nuestra autoexploración mensual" (Martha Castrejón.)

Además, recomienda aplicaciones como Keep a Breast y videos educativos en la Fundación de Cáncer de Mama (FUCAM) que pueden ayudar a aprender cómo hacer una autoexploración efectiva.

Martha destaca la importancia de los exámenes clínicos de mamas a partir de los 25 años y las mastografías anuales a partir de los 40 años. "Es vital detectar el cáncer en su etapa inicial", advierte. "Los tratamientos son más efectivos y menos complicados en las etapas tempranas".

En todo este proceso, su familia ha sido la mayor fortaleza de Martha, quien anhela retomar su profesión —la cual quedó en pausa por su enfermedad— y dar un nuevo enfoque a su trabajo. "Quiero ayudar a prevenir el cáncer de mama. Quiero investigar y entender por qué las mujeres no se hacen estudios. Quiero aportar mi experiencia y conocimiento", explica. 

Martha también encuentra resiliencia en las pequeñas cosas de la vida. "Me encanta la naturaleza", dice. "Caminar en el bosque, disfrutar las flores, jugar con mi gatito... Me gusta cocinar, especialmente repostería, y leer". Cada momento es una oportunidad para apreciar la vida.

Foto: Cortesía
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