Imagina estar  en tu casa cuando, en cuestión de minutos, la irrumpe  tu propiedad para desalojarte a la fuerza, sin una orden judicial. 

Esto le ocurrió a doña Rufina Galindo en 2016, una mujer adulta mayor que ha luchado y resistido durante dos décadas a la gentrificación. Ella fue desalojada a la fuerza de su hogar: una de las formas más violentas del despojo inmobiliario. Su historia te la contamos en esta entrevista.

En la Ciudad de México, la violencia inmobiliaria es más común  de lo que parece, pues forma parte de un proceso sistemático que desplaza a las poblaciones originarias en nombre de la “revitalización” del espacio público. 

¿Qué es la violencia inmobiliaria?

La violencia inmobiliaria engloba un conjunto de prácticas que buscan expulsar a personas de sus viviendas mediante engaños, intimidación, corrupción, amenazas o uso ilegítimo de la fuerza, con fines de especulación inmobiliaria, es decir, la adquisición de bienes raíces para venderlos a un precio más alto.

Para Rodrigo Gutiérrez Rivas, especialista en derechos humanos e investigador en la UNAM, la violencia inmobiliaria es un fenómeno masivo en el que el gobierno y las inmobiliarias forman alianzas para convertir el espacio, generalmente poblado por personas de barrios populares, en una ganancia privada para inversionistas y funcionarios públicos.  

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

¿Cuándo es un delito?

De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) se han denunciado 1 mil 560 desalojos entre enero y mayo de 2025.

Legalmente, el despojo de inmuebles está tipificado en el Artículo 237 del Código Penal de la Ciudad de México. Se considera delito cuando alguien, por autoridad propia, ocupa un inmueble ajeno que no le pertenece por medio de la violencia  o engaños. 

Sin embargo, muchos casos no llegan a juicio o son ignorados por las autoridades, normalizando esta forma de violencia estructural.

Resistencias que deberían ser nombradas

Rufina Galindo, así como vecinos de Emiliano Zapata 68, fueron víctimas de violencia inmobiliaria en muchas de sus formas, y es que la violencia inmobiliaria no sólo se manifiesta mediante el despojo, también cobra forma a través de amenazas y coacciones, engaños, imposibilidad de habitar la vivienda en calidad de tranquilidad y corrupción inmobiliaria. 

La violencia inmobiliaria deja profundas heridas en las poblaciones desplazadas; tanto físicas como psicológicas, así lo relató doña Rufina Galindo, entrevista con La Cadera de Eva, que tras 20 años de lucha, comenzó a desarrollar enfermedades y padecimientos en su salud como consecuencia del agotamiento. 

Detrás de estas formas de violencia se esconden otras formas de coerción que tal vez no conocías, pero que podrías haber experimentado: la manipulación psicológica. 

¿Y el mobbing inmobiliario?

La violencia inmobiliaria suele confundirse con el “mobbing inmobiliario”, una forma de violencia en la que una o más personas ejercen violencia psicológica sobre la persona arrendataria para deshabitar una propiedad. 

¿Qué tiene que ver con la gentrificación?

La gentrificación es presentada como modernización urbana, pero en la práctica implica el desplazamiento forzado de comunidades de bajos ingresos. Como nos contó Carla Escoffié, especialista en vivienda en este artículo, la gentrificación está estrechamente ligada con un modelo de “desarrollo” que beneficia el lucro inmobiliario sobre la planificación urbana. 

Escoffié entiende la gentrificación como el desplazamiento de poblaciones de escasos recursos o clase media, personas que históricamente han sido relegadas a espacios periféricos o “abandonados e inseguros” en los que el acceso a recursos como electricidad y agua potable muchas veces es inaccesible. 

La violencia inmobiliaria no sólo desplaza a los habitantes originarios y modifica la economía del lugar, sino que transforma y elimina una forma de relacionarse con el espacio y de vivir en colectividad. Así lo recuerda doña Rufina Galindo que, después de que el Estado le gestionara una vivienda tras años de lucha, se encontraba recordando las décadas Zapata 68 formó parte de su vida. 

En uno de los escenarios más crueles pero poco hablados de la violencia, el desplazamiento inmobiliario y la gentrificación, el proceso de adaptabilidad en una nueva colonia es largo y, muchas veces, doloroso. 

¿Cómo afecta a las mujeres?

La relación entre violencia inmobiliaria y gentrificación tiene repercusiones diferenciadas en las mujeres; este es el caso de la Red de Despojadas de la Ciudad de México, una organización fundada en 2019 integrada por más de cien mujeres, la mayoría adultas mayores y en la que Rufina Galindo se desempeña como representante. 

Las diferencias son claras: en México, las mujeres, atravesadas por el género, la clase, la raza, la escolaridad y muchas otras condiciones estructurales, tienen menos acceso a la vivienda propia que los hombres. 

Según datos de la Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020 del Inegi, en el país hay menos mujeres propietarias de viviendas en comparación con los hombres. Esta diferencia incrementa según la región, y es que las mujeres que sólo el 43.4% de las mujeres que habitan el espacio urbano poseen una propiedad, mientras que el porcentaje de los hombres asciende al 55.1%, mientras que en zonas rurales sólo el 34.0% de las propietarias son mujeres y  64.1% hombres. 

A pesar de la proporción diferencial, el portal del Instituto de Planeación Democráticas y Prospectiva de la CDMX, el 23.1% de las viviendas habitadas son rentadas. Aunque no existen cifras precisas del número de mujeres que habitan viviendas rentadas, las mujeres son propensas a ser arrendatarias, espacios que enfrentan mayor vulnerabilidad de desplazamiento y gentrificación

¿Quienes resisten en la lucha? Mujeres adultas mayores, madres, cuidadoras, personas indígenas, cuya historia está profundamente vinculada con el despojo de sus tierras y costumbres, así como mujeres en situación de vulnerabilidad económica.