Es viernes 30 de mayo, en la parroquia de la Santa Cruz y Nuestra Señora de La Soledad, en el corazón del barrio de La Merced, Ciudad de México. Un grupo de mujeres trans se prepara para celebrar un día que han anhelado toda su vida: sus 15 años.

Para ellas, esta celebración es mucho más que una tradición; es un acto de memoria, orgullo y reparación histórica, un sueño que les fue negado en su adolescencia y que hoy, en su vejez, finalmente se hace realidad.

“Nunca imaginé que las chicas trans pudiéramos tener este evento, esta satisfacción, este deseo", nos cuenta en entrevista Georgina, de 60 años.

La idea de crear esta celebración surgió de Denisse Valverde, presidenta de Reparación Histórica y Respetrans. Al ver un artículo sobre señoras mayores que celebraban sus quince años, se preguntó: "¿por qué no organizo unos 15 años para nosotras?".

Así nació el proyecto, que en su primera edición en 2022 reunió a 18 mujeres trans y fue bautizado como  "Las 15 Abuelas Trans". Para 2025, ante el creciente interés, evolucionó a “Quinceañeras de Oro” para incluir a mujeres trans más jóvenes, a partir de los 21 años.

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Foto: Wanda Pacheco

Sara Lugo Punzo, de 61 años, fue una de las quinceañeras de la primera generación. Para ella, la invitación a participar evocó un entrañable recuerdo: a los cinco años, su tía Tere (diez años mayor) celebró sus quince años con un vestido amarillo que la pequeña Sara adoró y que incluso guardó para jugar. Esta vívida memoria la llevó a desear un vestido del mismo color para su propia fiesta.

Aunque el vestido terminó siendo azul marino, Sara cuenta que celebrar sus quince años fue un momento memorable porque su papá –quien en el pasado no la había aceptado por su identidad– bailó con ella, un momento de profunda emoción que considera una de las "mayores satisfacciones de su vida adulta".Ahora en esta tercera edición de los 15 años, Sara vuelve a participar haciendo el banquete, con la alegría de ver a otras mujeres trans compartir esa misma ilusión.

Para Ariel Brito, otra quinceañera de la primera generación, esta experiencia fue un catalizador para descubrirse como activista y para unirse a otras mujeres en un proceso que describe como "mágico".

Su vestido de quinceañera, de color dorado con champaña, tiene una historia peculiar. No lo buscó; la vida lo llevó a él. La diseñadora Flora Lugo, conocida por crear vestidos para estos eventos, conoció el proyecto y la historia de Ariel, y sin dudarlo le ofreció uno que había usado para una exposición. “Arielita, yo tengo justo el vestido para ti”, le dijo, como si el destino ya lo tuviera todo planeado.

En esta tercera edición, llegar a la iglesia no fue sencillo. Antes de ser recibidas enfrentaron el rechazo de ocho parroquias. Finalmente, la iglesia de la Santa Cruz y Nuestra Señora de La Soledad abrió sus puertas para 11 mujeres trans, convirtiéndose en un espacio de fe, dignidad y reconocimiento.

La misa fue oficiada por el sacerdote Benito Torres, quien en su homilía destacó la importancia del amor propio como camino hacia la plenitud. “El fin último de las personas es ser felices. En el lugar que Dios nos ponga, el fin es ser felices. En nuestro caminar tenemos altas y bajas. Momentos tristes, momentos felices. San Pablo dice: “Ama y haz lo que quieras’. Entonces, si decimos que nos amamos necesitamos dar testimonio de eso”, dijo.

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Foto: Wanda Pacheco

Vestidas de sueños

“Es una emoción muy bonita que una anhela que le hagan sus 15 años como chica trans. Me siento contenta y feliz”, dice Vicky de 63 años. Su voz se quiebra y sus ojos se llenan de lágrimas al recordar que en el pasado era impensable una celebración así: "En aquellos tiempos las mujeres trans no éramos aceptadas, no éramos mal vistas, la verdad".

Aunque una amiga le había regalado un vestido amarillo para usar en la fiesta, Vicky lució un vestido morado, que le obsequió un vecino de Denisse, porque sus hermanas le dijeron que “se le veía mejor”.

En cambio, a Georgina su vestido le llegó “por casualidad”. Aunque tenía claro que su color favorito para su vestido de 15 años era el rojo, el destino tenía otros planes. Un día, mientras buscaba con su amiga Maggie, la tienda a la que iban ya estaba cerrada. Por casualidad, un señor les recomendó otro lugar, donde una vendedora les mostró un vestido color uva. Al verlo Georgina no tuvo dudas: “Me fascino”, confiesa.

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Foto: Wanda Pacheco

Otra de las quinceañeras de esta tercera generación es Susú, de 63 años y diseñadora de alta costura. Aunque ella nunca tuvo como su "sueño máximo" festejar sus quince años, aceptó ser una de las "quinceañeras de oro". Ella misma diseñó su vestido azul, su color favorito, un tono que sabe que "les va mucho a los tonos de piel mexicanos".

Para Denisse Valverde lo más hermoso de este proyecto es unir a las familias, que se dan cuenta de que "no solo es su hija, sino que hay un ramillete más de diversidad".

Georgina cuenta que, su familia y amigues inicialmente se mostraron incrédulos cuando les contó que tendría su fiesta de quince años junto a otras mujeres trans.

"Fui una de las que le decía, '¿Cuáles 15 años? ¿En serio? ¿Cuáles?' Le digo, 'No, me estás bromeando'", recuerda Roxana, una amiga cercana.

Sin embargo, cuando vieron la determinación en la mirada de Georgina, se unieron a la celebración. "Todos se pusieron bien felices, todos, todos, todos me dijeron, 'Vamos, vamos contigo, vamos'", cuenta Georgina.

Roxana también compartió la felicidad de ver a Georgina cumplir su sueño. "60 años no son fáciles y para una trans menos. Viven muchas situaciones, muchas dolencias, muchas experiencias buenas y malas", dice.

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Foto: Wanda Pacheco

Llegar a la vejez es un logro extraordinario para una mujer trans, considerando que, en México, su esperanza de vida es de apenas 35 años, en contraste con los 74 para los hombres cisgénero y 79 para las mujeres cisgénero de acuerdo con datos del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores.

La realidad es cruda: México ocupa el segundo lugar mundial en transfeminicidios, con 701 asesinatos registrados entre 2008 y 2023, sólo superado por Brasil, acuerdo con la organización Transgender Europe, 2024.

Además, las personas trans enfrentan discriminación y patologización en los servicios de salud, precarización y falta de redes de apoyo. Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género (ENDOSIG, 2018), el 92% de las personas LGBT en México esconden su orientación sexual o identidad de género a edades tempranas debido a la discriminación.

Susú comparte haber vivido una vida marcada por la resiliencia, incluyendo la generación de los 70 y 80 donde ella y otras mujeres trans fueron "aporreadas". “Todas tenemos una historia de vida muy diferente, pero todas coincidimos en que queríamos ser libres. Todas queríamos disfrutar y que no nos maltrataran”, dice.

Desde su infancia, Susú se dio cuenta de su identidad trans, lo que la impulsó a formar su propia historia acompañada de otras mujeres como ella. “Unas sucumbieron, otras no y esa gente es la que se hizo de hierro porque fue superando pruebas a través de los años. Nos tocó de todo, el SIDA fue horrible y después lo último que nos pasó fue la pandemia del COVID. Estas experiencias nos hacen más fuertes, más reacias y reaccionarias también”, cuenta. 

Al igual que Susú, Sara comparte una dolorosa experiencia de su infancia, donde sufrió al ser "abusada a golpes por su papá", quien creía que podía "enderezarla" por ser diferente, algo que ella enfatiza que "nunca va a pasar": "Uno cuando ya nace como nacemos, pues siempre vamos a ser mujeres desde chiquitas", menciona.

Para ella, retos pendientes para la comunidad trans incluyen la necesidad de "vivienda digna" y "trabajo digno", ya que la falta de oportunidades a menudo lleva a muchas mujeres trans mayores al trabajo sexual.

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Foto: Wanda Pacheco

La vejez para estas mujeres trans es un acto de resistencia y sabiduría en sí misma. Por eso, después de la ceremonia religiosa, la fiesta se trasladó al Centro Deportivo José María y Pavón, en el barrio de Tepito, donde los colores de la bandera trans —azul, rosa y blanco— adornaban el espacio. Cada quinceañera recibió un ramo de flores naturales con listones de los mismos colores y una corona, simbolizando su belleza y fortaleza.

El vals fue el momento cumbre de la celebración. Primero, las quinceañeras bailaron juntas, y luego con sus chambelanes, en su mayoría hombres trans. La canción "A quién le importa" resonó con especial significado, convirtiéndose en un himno de resistencia para ellas y sus familias. Cantaban y bailaban con emoción, celebrando su libertad y autonomía: "Mi destino es el que yo decido, el que yo elijo para mí... Yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré".

Las Quinceañeras de Oro son un grito revolucionario, un recordatorio poderoso de que los sueños, aunque tarden, pueden cumplirse.

Ariel Brito lo resume así: "Sé tú. Disfrútate tú. Gózate tú. Tu historia es tuya. Sé lo que eres. Contra viento y marea. Disfrútalo y gózalo".

Georgina coincide: "Vívela, vívela, vívela. ¿Quién sabe si mañana estaremos, verdad? Mejor hay que vivirlo".