Recientemente fue publicado el "Informe Final del Estudio sobre el Bienestar Social en Hogares Mexiquenses", elaborado por elConsejo de Investigación y Evaluación de la Política Social. Este documento analiza el bienestar social en la entidad mexiquense desde un enfoque multidimensional que contempla tres dimensiones: la objetiva, que incluye factores como la salud, educación, empleo, calidad de la vivienda, ingresos, acceso a la tecnología, entre otros; la subjetiva, que recoge la percepción individual sobre distintas áreas de la vida, incluyendo emociones positivas y negativas; y la comunitaria, centrada en la calidad del entorno, la seguridad pública y la cohesión social.
Dicho estudio hace referencia a una significativa heterogeneidad de las condiciones de bienestar de la población mexiquense, y señala algunos ámbitos como prioritarios y de enormes oportunidades para el desarrollo de políticas públicas. Uno de ellos es la salud, en dicho ámbito sólo el 39.3% de la población reporta tener acceso a servicios de salud, el 52.24% de la población reporta síntomas de depresión y el 26.7% de ansiedad.
Otros que llaman la atención son: la inseguridad hídrica y la seguridad pública; cuyo estudio reporta que en poco más del 40% de los hogares, alguien ha sido víctima de algún delito. Igual de importante es la desigualdad en los ingresos, afirmando que gran parte de la población mexiquense reporta tener ingresos limitados, repercutiendo en su acceso a alimentos de calidad, por ende en salud y desarrollo de cada integrante del hogar, en particular niños y niñas.
Cuidados en la primera infancia y adversidades
En este escenario adverso, se cría y cuida al mayor número de niñas, niños y adolescentes del país. El Estado de México es la entidad con mayor población infantil, y según datos del INEGI (2021), se estima que alrededor de 1,558,744 infantes tienen menos de seis años, es decir, se encuentran en la etapa de la primera infancia.
Esta categoría, relativamente reciente en el discurso político —incorporada en la década de los años 80—, ha sido reconocida por organismos como UNICEF como el periodo de mayor y más acelerado desarrollo en la vida de una persona. Es en estos primeros años donde niñas y niños construyen las bases emocionales, cognitivas y físicas para su vida futura.
La exposición a la violencia estructural durante la primera infancia tiene consecuencias importantes, estudios científicos aseguran que dichas consecuencias pueden durar toda una vida. Científicamente se explica que dicho contexto de violencia estructural puede provocar consecuencias importantes en la salud mental de las madres o personas cuidadoras deteriorando su capacidad para poder generar vínculos afectivos y seguros que promuevan el desarrollo de los niños y niñas.
En recientes investigaciones se ha resaltado la importancia del cuidado para proteger y asegurar el bienestar en las infancias, estas apuntan a que la generación de apego seguro y un cuidado cariñoso ayuda a mejorar significativamente su desarrollo integral sobre todo en el periodo de cero a cinco años.
Nos referimos a la capacidad que poseen las personas cuidadoras para propiciar cuidados afectuosos a infantes en entornos adversos, pero que estas personas se ven obstaculizadas por afectaciones de salud mental generadas por las mismas adversidades que les rodean. Es decir, las capacidades de las personas cuidadoras son endógenas a dichos contextos de adversidad.
Es importante subrayar que la relación entre persona cuidadora e infante genera una dupla en donde la salud mental del cuidador y el desarrollo infantil temprano van a estar asociados.
Los trastornos de salud mental como la ansiedad y la depresión en las personas cuidadoras pueden tener un impacto directo en el desarrollo de niñas y niños, aumentando significativamente el riesgo de que, en etapas posteriores, recurran al consumo de sustancias o se involucren en actos de violencia.
Estas consecuencias se intensifican cuando las infancias crecen en contextos de violencia, enfrentan altos niveles de criminalidad en su entorno, o son separadas de sus cuidadores principales o quedan en situación de orfandad, de acuerdo con UNICEF.
¿Podemos garantizar un mejor comienzo?
En México, el cuidado infantil está respaldado legalmente por la Ley General de los niños, niñas y adolescentes (LGDNNA) donde en el artículo 103 se detallan las obligaciones que tiene el cuidador (tutor legal) y las instituciones del Estado para con el infante, como “asegurar un entorno afectivo, comprensivo y sin violencia para el pleno, armonioso y libre desarrollo de su personalidad, así como protegerles contra toda forma de violencia”.
Sin embargo, en ciertas entidades del país como el Estado de México, que se encuentran atravesadas por situaciones de crimen organizado, violencia, desigualdad económica, entre otras dificultades sociales, las condiciones son adversas para el cuidado infantil.
El cuidado en la primera infancia es un proceso de una interacción dinámica que genera vínculos entre una dupla cuidador/a principal/infante. Dicha interacción involucra sentimientos, emociones, necesidades, intenciones y sentido de vida. A su vez, esta interacción afectiva tiene como referentes el entorno y los recursos materiales existentes.
El cuidado sigue siendo un tema complejo y con enormes retos. La importancia de asegurar cuidados dignos y respetuosos durante la primera infancia debería de ser fundamental.
*Sobre las autoras:
Mayra Rojas Rodríguez
Directora y cofundadora de Paz Cívica, doctora en Ciencias Sociales y Políticas y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey.
Karen Viveros Temez
Estudiante de la Licenciatura en Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, prestadora de Servicio Social en Paz Cívica.
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