Sarah Brady no ha sido la primera mujer que se topa con una forma amable, consciente y, pareciera, muy bien articulada de ser controlada; y por desgracia no será la última en muchos años, más bien es la tendencia. La mayoría de las personas que buscamos un equilibrio social hemos aplaudido los avances positivos en la deconstrucción de la masculinidad hegemónica. Particularmente, me considero una feminista que necesita del trabajo de las masculinidades para crear una sociedad equitativa.

A pesar de ello, he vivido muchas veces los “límites” que la mejora de la salud mental de la pareja busca en mí y no en sí misma. Alrededor de este desafortunado e importante caso mediático, un comentario en Twitter saltó a mi mente, la necesidad de diferenciar entre reglas, acuerdos y límites.

Por las imágenes compartidas por Sarah, y basándonos en el documental de Jonah Hill sobre el método Stutz, sabemos del amplio trabajo en psicoterapia del actor, de su lucha contra las adicciones y su vulnerabilidad; de allí que el tomar términos útiles o “cortafuegos” que la terapia nos da, la mayoría de las veces, puede terminar en un acto violento para con la otra persona.

Los límites son un mecanismo que cada persona coloca para sí, de manera que el espacio que se comparte sea seguro y sano. Por ejemplo, tener consciencia de que las muestras físicas y públicas de afecto es algo que nos produce un efecto negativo; por lo tanto uno de los límites que debemos tener es el evitar los abrazos y besos en público, para no sentirnos agredidas o lastimadas. Por otro lado, las reglas son una imposición de un acto que busca moldear el comportamiento de alguien, es decir, solicitar a la pareja cierto tipo de vestimenta para ser parte de algún evento social. Finalmente, el acuerdo es un trato al que se llega entre dos o más personas, cediendo parte de los deseos propios, para tener una convivencia armónica; en otras palabras, cuando se define que la persona que cocina no lava los platos, y viceversa.

Entonces, cuando alguien que lleva tiempo en el descubrimiento de las heridas, de encontrar mecanismos de afrontamiento y mejorar su condición ante la vida, comienza a condicionar la forma de ser de la pareja, debido a que le parece un agravio a su salud mental, es claramente un mal uso de dichos “cortafuegos”, incluso un chantaje. Por desgracia, muchas veces he escuchado el “tengo que poner un límite”, seguido de un “a tu…”, o aún peor “debo limitarte, por mi bien mental”; estamos ante un acto de colocar a la otra persona como responsable de la salud mental de la otra.

Límites a los excesos, al ego, a la falta de priorización o lo actos de auto-sabotaje es algo que todas las personas debemos hacer; pero limitar el tiempo, tipo o forma de ser o hacer de otras personas no nos corresponde, eso sería una imposición. Si algo de lo que el otro individuo hace, por ejemplo, nos hace sentir abandonas, poco importantes o sobre cargadas con las demás responsabilidades compartidas (como la co-crianza), entonces llegar a acuerdos es lo sano a realizar en una pareja.

La lectura somera de las conversaciones seleccionadas entre Jonah y Sarah, resultan un buen ejemplo de “limitar” el trabajo, la forma y las relaciones de la otra persona, en nombre de la salud mental de quien la pide; esto es simplemente un mecanismo de control.

En el caso particular de una pareja heterosexual, en donde el hombre cuestiona a la mujer sus relaciones con otros hombres, la forma “sexual” de vestir (spoiler alert: ella es surfista y los trajes de baño son su uniforme), el cumplir con su rol de “pareja” y tener tiempo de saludar a los pares sociales del otro, son verdaderas y grandes red flags del control machista de un hombre hacia una mujer.

Recordemos que la deconstrucción es un proceso brutal y en constante elaboración, los daños patriarcales en todas las personas son ancestrales, y un libro de autoayuda, con una basta lista de herramientas, aunado al entendimiento de la inclusión no es una solución duradera; al contrario, hará que la persona saque los traumas, mire sus heridas y después no sepa que hacer con ella, más que tirar el dolor a donde sea y pueda.