A pesar de la lucha por la igualdad de género, las mujeres mexicanas siguen enfrentando discriminación, acoso y exclusión en sus entornos de trabajo, ¿cómo identificar estas prácticas y cuáles son las soluciones para disminuirlas?

En México tres de cada diez mujeres sufren violencia laboral. La violencia, no sólo es acoso sexual u hostigamiento. Hay conductas que muchas veces son normalizadas y continúan perpetuando la exclusión de las mujeres, el estancamiento y la precarización en el mercado laboral. No sólo es quien agrede o grita, es quién es tomado en cuenta en las desiciones y a quién se le permite crecer dentro de una organización. 

De acuerdo con el IMCO, las mujeres participan un 46% en la economía del país, mientras que la de los hombres asciende a 77% de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Por lo tanto, posibilidad de que accedan a puestos de toma de desición aún es reducida. La desigualdad de género no solo se presenta en las cifras, también en las dinámicas cotidianas en los espacios de trabajo. Es diferente convivir con mujeres a abrirles realmente el camino hacia el crecimiento profesional.

La violencia está presente en la desconfianza sistemática hacia las capacidades de las mujeres, en la preferencia implícita de los perfiles masculinos para liderar proyectos clave o para representar a la empresa en espacios estratégicos.

México, un país violento

De acuerdo con el IMCO, el tipo de violencia que reportan las mujeres con mayor frecuencia es la discriminación por razones de género, que se refleja en situaciones como tener menos oportunidades que un hombre para ascender o recibir un menor pago que sus pares hombres. 24% de las trabajadoras entre 25 y 34 años declaró vivir una situación así.

Sin embargo, únicamente 8% de mujeres solicitó apoyo o denunció la discriminación que enfrentó. La razón principal para no hacerlo fue por considerarlo algo sin importancia (32%) seguido por miedo a las consecuencias o amenazas (22%).

¿Cómo saber si soy víctima de violencia laboral?

Si se analizan las prácticas de muchas empresas, se podrían identificar patrones como reuniones en las que las mujeres no son invitadas, o su opinión es ignorada, desiciones que se toman en espacios donde ellas no tienen acceso, asignaciones de proyectos que favorecen el desarrollo de los hombres, mientras que a las mujeres, se les deja en espacios operativos; cada conducta de este tipo contribuye a la desigualdad y la violencia se mantengan. 

Promover entornos laborales más equitativos promueve el desarrollo y la competitividad, garantizan la innovación y el dinamismo en medio de la volatilidad del mercado, pero para que ocurra las empresas tienen que dejar de ver la equidad de género como un tema de imagen y comenzar a atenderlo como un asunto estructural y revisar cómo funcionan sus operaciones.