Naces niña, creces unos cuantos años y ya tienes un bebé que parece de verdad. Juegas a la casita, cuidas de esa muñeca y aprendes que la maternidad es una meta irrenunciable en la vida, una de la cual puede depender incluso tu realización personal y, en última instancia, tu felicidad.
Es la historia de millones de nosotras, desde hace siglos; es la historia de nuestra civilización. Sociedades enteras que han estereotipado el ser madre y romantizado la idea de que nacemos con un “chip” para atender las necesidades de otras y otros.
¡No! Las mamás no lo pueden todo, no son incansables ni guerreras que se deben sacrificar en nombre del amor: todas estas ideas implican un altísimo costo en la salud mental de quienes eligen maternar y no pueden —porque es humanamente imposible— ser perfectas en ese rol.
Como cualquier ser humano, una madre se agota, se frustra, se equivoca y, como consecuencia, acumula una serie de culpas. Por otro lado, se juzga a las mujeres cuando en lugar de experimentar esa sensación de plenitud a través de la maternidad tan difundida por los publicistas, experimentan sentimientos contradictorios respecto a la experiencia: por miedo al qué dirán, prefieren invalidar sus emociones y sufrir en soledad.
El análisis de los talleres que Ola Violeta AC da a mamás para procesar sus emociones y desarrollar conciencia corporal revela que uno de los principales detonantes de la culpa es la ausencia debido a las obligaciones laborales, algo que sin duda se acentúa en los hogares que tienen a la madre como única jefa de familia, lo cual ocurre en el 33 por ciento de los casos, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi; en 2010 eran 25 por ciento.
Cuando esa culpa materna no se gestiona adecuadamente, puede generar burnout, estrés crónico o rabia, todo lo cual daña la relación con una misma, con las hijas e hijos y con cualquier persona significativa del entorno. La Organización Mundial de la Salud ha alertado sobre los padecimientos de salud mental como la nueva pandemia enfrentada por las mujeres.
Así que si vas a dar algo este 10 de mayo, ¡que sea liberación! Hazle saber a tu mamá que la culpa no era suya y que agradeces su proceso de aprendizaje para maternar con todos los matices e imperfecciones de la experiencia humana. Y si ahora tú eres madre, mírate con compasión y empatía: la madre perfecta no existe, es un invento de la sociedad patriarcal.
Si no sabes con quién hablar de cómo realmente te sientes, recomiendo la Línea Mujer y Familia o el Chat de Confianza, ambos en el 55 5533 55333, del Consejo Ciudadano de la CDMX, que atiende con perspectiva de género, gratis, confidencial y a todo el país.