Irene de la Niebla es originaria de Teziutlán, la Sierra Nororiental de Puebla, México. Es bióloga y cuenta con una maestría en administración. Actualmente trabaja con personas agricultoras en Chignahuapan, en la Sierra Norte de Puebla, México. Comenzó a escribir poemas desde los 11 años, y fue hasta enero de 2023 que publicó su primer poemario titulado Soberano territorio de mi cuerpo.

De manera autogestiva, la poeta logró publicar su poemario y ha realizado presentaciones en diferentes espacios como en escuelas de la región, con diversos tipos de público, incluidas las personas agricultoras con las que trabaja.

El recibimiento que ha tenido la escritora por parte de las personas agricultoras en la Sierra Norte de Puebla ha sido gratificante. “Todo ha sido muy lindo. Me he topado con personas muy abiertas, sensibles, que realmente están esperando que su cultura literaria se abra, descubran algo interesante y bello, y encuentren en eso una parte de sí mismos”, cuenta Irene de la Niebla a La Cadera de Eva.

Para la poeta, la escritura representa libertad. La recopilación de 15 años de poesía en su poemario refleja esa sensibilidad y los sentires que atraviesan el cuerpo.

“Me da la oportunidad de procesar mis emociones a través de otros, a través de otros pensamientos, de otras ideas, es como tener un dibujo y que otros lo coloreen. Eso me ha permitido casi sobrevivir a mi propia oscuridad interior, a través de las luces de los demás, a través del compartir”, narra Irene de la Niebla.

Ser mujer escritora en México

Irene de la Niebla reconoce que hacer poesía en México puede ser complicado para muchas mujeres que tienen una doble carga de trabajo como los cuidados maternos, familiares o jornadas laborales extensas. Sin embargo, para ella, el reto más fuerte que enfrentó fue autodenominarse poeta.

A pesar de que comenzó a escribir desde los 11 años, jamás pensó que lo que escribía era poesía. Con el tiempo, cambió su perspectiva y se dio cuenta de que sus palabras eran poéticas, por lo que se autodenominó poeta.

“En mi caso particular, quizás lo más difícil ha sido autodenominarme, describirme como poeta, como escritora, porque uno no se lo cree. No tengo una formación profesional en literatura, y ¿quién dice que yo soy poeta si no tengo un libro? ¿Quién me creerá que soy poeta, o quién me da ese título, quién reparte los nombramientos de poeta en la vida?”, reflexiona Irene.

La poeta cuenta que tener referentes regionales y locales la ayudó a sentirse orgullosa de su trabajo, pero notó que esos referentes eran hombres. “Precisamente creo que el hecho de ver que ya de por sí es difícil tener referentes, todavía como mujeres”, la animó a presentar su poesía en eventos.

Por otro lado, considera que la falta de referentes de mujeres poetas en regiones rurales se debe a que “las pocas que escribimos no nos atrevemos. Aún en 2024, tenemos bien inculcado este papel de estar detrás de la puerta, de acompañar pero no ser”, explica la escritora.

En la reflexión que hace sobre los retos que enfrentan las mujeres poetas en México está la carga de estereotipos de género. La escritora explica que “se paga un precio social cuando una persona sale y habla abiertamente de lo que siente, piensa, una mujer”.

Cinco poemas imperdibles del poemario Soberano Territorio de Mi Cuerpo

2° llamado feminista

Que de su altar salte la virgen,

que del cielo baje la diosa

y que del más triste putero,

vuele hasta aquí mi mariposa.

No hay espera que más nos valga,

no hay tregua que el silencio otorgue, 

no hay camino en este infierno

que no nos guíe hasta la morgue.

Fue tiempo hueco esperando

justicia desde las sombras.

Hoy vamos de pie gritando

¡somos quienes no nombras!

De una vez y para siempre 

sin pena nos levantamos.

No cae el patriarcado,

nosotras lo derrumbamos.

Hogar, dulce hogar

Me preguntan si alguna vez

formaré un hogar,

si tendré una familia,

si me haré de alguien.

No lo sé, procuro

hacer mi hogar de cada sitio

a donde voy,

aunque no comparta mi sangre,

ni sea mi propiedad.

Yo traigo la lumbre en mi cueva, 

es lo que soy.

Aún si nadie me ocupa

 el cuerpo,

nunca estoy deshabitada. 

Llena eres

Soy fielmente atea,

pero, hoy,

si pudiera encontrar a la virgen María

en mis sueños,

si la viera y ella a mí

y habláramos

como dos mujeres,

le preguntaría qué sintió

cuando Dios

crecía en 

su vientre. 

Sin electricidad

Te quedaste, aunque ya no estás

y yo ya no quiero verte,

en todos los lugares donde faltas.

Eres la peor pesadilla,

abismo que no se manifiesta,

pardo silencio extendido,

derrota definitiva al presente.

Un hito en la historia de mi universo;

el brevísimo instante de oscuridad sin vida,

que es una serie de eones,

antes de surgir la célula primigenia.

Ese lugar donde Dios vivía antes de ti,

ahí rento ahora y no llega la luz,

 no llega. 

Templo perdido

Puedes buscar entre mis escombros,

no hay vestigios de ti;

sólo encontrarás mis ruinas.

Los templos entre mi selva, 

son trampas, no hay tesoro 

que se revele ante todos tus ojos.

En mis textos viejos

 no vas hallarte;

con ellos, voy a perderte.