¿Qué tienen en común el mandato de masculinidad, la lógica de guerra y la viralización de discursos de odio en internet? Para algunas de las pensadoras feministas más relevantes, la respuesta es clara: todos son síntomas de un sistema violento, patriarcal y colonial que se reactualiza constantemente y que convierte los cuerpos —especialmente los feminizados, racializados y disidentes— en campo de batalla.

En el conversatorio Pensar en diálogos con Rita Segato, organizado por el Centro de Estudios de Género del Colegio de México, Rita Segato, Sayak Valencia, Emanuela Borzacchiello y Karine Tinat tejieron con sus reflexiones un mapa inquietante pero necesario sobre las distintas formas que adopta la violencia hoy, en un contexto global marcado por crisis políticas, retrocesos democráticos y normalización del autoritarismo.

Digitalidad, muerte y estética: Sayak Valencia

Sayak Valencia, autora de Capitalismo gore, habló sobre las necromasculinidades, formas de masculinidad y poder que se construyen desde la muerte, el desprecio por la vida y el espectáculo de la violencia alimentada por el folclor digital y los discursos de extrema derecha que circulan en redes. Según Valencia, estas masculinidades no sólo matan, sino que se exhiben como espectáculo, buscando validación y poder a través del terror.

Valencia advirtió sobre cómo las redes funcionan como espacios de reclutamiento, y explicó cómo discursos aparentemente inocentes sobre autocuidado, género binario o “energía femenina” operan como caballos de Troya de un autoritarismo afectivo que promueve desigualdades. Lo llamó “asedio estético”.

Ciudad Juárez y los cuerpos como archivo: Emanuela Borzacchiello

Por su parte, Emanuela Borzacchiello propone analizar la lógica de guerra, que no se limita al conflicto armado sino que impregna la vida cotidiana y que organiza la vida social en territorios como Ciudad Juárez. En su enfoque, los cuerpos operan como archivos que guardan marcas, heridas y memorias de violencias repetidas y estructurales.

Explicó cómo las violencias feminicidas no son episodios aislados, sino el resultado de un proyecto planificado de desmantelamiento comunitario, y propuso los archivos feministas como dispositivos que no sólo recojan papeles o cifras, sino objetos cargados de memoria: palas, cruces, cenizas, campanas. “¿Cómo se archiva una pala?”, preguntó. Su apuesta es construir memorias desde lo sensible, lo cotidiano y lo político, para no olvidar lo que los poderes quieren borrar.

Violencias sexuales y mandato masculino: Karine Tinat

Karine Tinat se centró en el vínculo entre violencias sexuales y el mandato de masculinidad, a partir de su análisis del caso Pélicot, en Francia. A través del concepto de pedagogías de la crueldad, analizó cómo el sujeto masculino se forma en una cultura que le enseña a dominar, someter y castigar. “Las violencias no son fallas del sistema”, advirtió, “sino parte de su forma de funcionamiento”.

A través del caso Pélicot, expuso también cómo los discursos públicos muchas veces convierten a las víctimas en íconos a costa de su agencia, y cómo la justicia se enfrenta con límites estructurales a la hora de nombrar, comprender y reparar este tipo de crímenes.

Rita Segato: el mandato de masculinidad y el segundo Estado

Finalmente, Rita Segato aportó una mirada integradora desde su crítica al poder patriarcal y colonial. Reafirmó la idea de que el patriarcado funciona como una estructura corporativa donde la masculinidad es un título, un estatus social que debe probarse —muchas veces con violencia— ante los pares.

“La masculinidad es una teatralidad. No se trata de deseo, sino de espectáculo”, dijo, retomando su experiencia entrevistando a violadores en cárceles. Señaló que muchas violencias sexuales no son individuales, sino actos de fratría masculina, de comunicación entre varones a través del cuerpo de una mujer.

Segato retomó su concepto del “segundo Estado”: un poder paralelo, no oficial, pero eficaz, que organiza territorios mediante economías ilegales, crimen organizado y lógicas de muerte. Hoy, dijo, ese “segundo Estado” se ha fusionado con el primero: “ya no es el crimen organizado capturando al Estado, sino el Estado capturando al crimen”.

También celebró la propuesta de archivo feminista y advirtió sobre la urgencia de reconstruir la memoria de las luchas en Juárez, donde —recordó— la represión, el silencio y la dispersión desarticularon el movimiento de madres y buscadoras.

El conversatorio abrió un espacio para pensar más allá de la indignación inmediata: para tramar lecturas complejas, situadas y colectivas sobre el presente. En tiempos donde la violencia se normaliza y las respuestas parecen polarizarse entre punitivismo o indiferencia, este diálogo resulta no sólo necesario, sino vital.