En México existen 68 lenguas indígenas y 364 variantes distribuídas a lo largo del país; la diversidad fonética y lingüística hace del territorio mexicano un espacio lleno de genealogía y cosmología que nutren y entretejen un enorme manto de cultura milenaria.
Según datos del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) en el país hay 7 millones de habitantes que hablan una de estas lenguas, sin embargo, la cifra va en descenso año con año, así lo indicaba Adelfo Regino Montes, Director General del INALI en 2021 con datos del Inegi, cuando señaló que entre 2010 y 2020 hubo una reducción en el porcentaje de hablantes y se pasó del 6.6% al 6.1%.
Las mujeres son quienes hablan en mayor porcentaje una lengua indígena, datos del Inegi a propósito del Día Internacional de los Pueblos Indígenas revelaron que 51.4% de las personas hablantes eran mujeres y 48.6 % hombres.
Los principales factores de esta reducción en hablantes de lenguas indígenas se dan a raíz de discriminación, presión social por cumplir con el régimen cultural hegemónico, despojos, pobreza, difícil acceso a la educación y migración, lo que vulnera la posibilidad de que los pueblos continúen existiendo a través de la oralidad de nacimiento.
Todos estos factores contribuyen a que, con el tiempo, la riqueza lingüística perezca.
Lenguas que se desvanecen
¿Qué pasa cuando una lengua se desvanece con el tiempo? ¿A quiénes afecta y de qué forma? Domitila Martínez, mujer ayuukjä'äy, originaria de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca y cuya lengua materna es el mixe, relata que cuando una persona muere también muere la lengua, “para quienes hablamos es una pérdida, se pierde todo ahí”.
La desaparición de una lengua se va en pares: la lengua muere cuando una persona hablante fallece, y viceversa, una persona pierde parte de la identidad que sólo es posible entender a través de la escucha, escritura y habla cuando se deja de socializar en la lengua.
“Crecí con esa lengua, hablé, aprendí, me comencé a comunicar a través de ella, a comunicarme con mis padres, con mis tías, con toda la gente allá (Santa María Tlahuitoltepec). Yo no conocía ni sabía hablar español. El ayuuk era mi lengua”.
Y es que una lengua no sólo representa identidad, unidad y comunidad, también lleva consigo la esencia de la humanidad, la memoria. La lengua da cabida a la remembranza, al anhelo y deseo de llevar entre las manos recuerdos, enseñanzas y conocimiento. “El ayuuk me recuerda a mis familiares allá, a mis primas que no hablan en español y con quienes jugué de niña a los diez años”, recuerda Domitila.
Cuando el número de personas que habla una determinada lengua reduce, también lo hace la posibilidad de explorar el mundo de una forma diferente, y en el caso de las lenguas originarias de México, se tambalea la resistencia de la autonomía de los pueblos ante los intereses extractivistas, imperialistas y aún colonialistas del Estado.
El luto por la pérdida de una lengua pasa desapercibida entre el luto por la pérdida de las personas, tanto que casi es imposible identificar que no sólo se llora por vínculos afectivos sino que también hay una profunda tristeza que se entreteje con el adiós de la lengua.
No hay más conversaciones, no más interacciones juguetonas, no más risas que sólo se evocan entre dos personas que hablan y entienden la misma lengua.
Recordar en ayuuk
Domitila relata que después del fallecimiento de su hermana se encontró a sí misma sin la posibilidad de compartir conversaciones con otra persona. “Con mi hermana platicábamos en ayuuk cuando nos encontrábamos. A veces simplemente hacíamos la crítica, pero lo hacíamos en nuestra lengua”, cuenta Domitila, recordando que las conversaciones más pequeñas y aparentemente insignificantes cargan un enorme peso cuando se habla de identidad y pertenencia. “Ahorita ya no hablo con nadie porque era con ella con quien hablaba”.
Esta pérdida es tan monumental que la consecuencia es la misma desaparición de la capacidad de hablar con fluidez; permanecer en silencio en la lengua materna implica, muchas veces, comunicarse mediante la lengua hegemónica. Según cuenta Domitila, a pesar de que hay otras personas a su alrededor que entienden ayuuk, es complicado sostener conversaciones con ellas porque finalmente prefieren hablar en español.
“Ya no hay muchas personas que hablen ayuuk a mi alrededor, ya se me dificulta hablar en dialecto porque no lo practico. Se me han olvidado algunas cosas”.
El paso del tiempo y la hegemonía de la cultura de occidente forzada por el imperialismo blanco hace cada vez más difícil que las lenguas prevalezcan. El paso del tiempo se lleva a quienes, virtuosos de los fonemas y monemas, pero sobre todo del sentido de comunidad, alguna vez fueron maestras del ayuuk por oralidad, una lógica de comunicación propia de la socialización entre mujeres.
“Antes nosotros hablábamos más en ayuuk porque había más gente, más personas con la que nos comunicábamos, familiares que ya no están”.
Es por ello que en el Día Internacional de la Lengua Materna, resaltamos la importancia de la prevalencia de las lenguas y de la memoria y recordamos las implicaciones sociales de la pérdida de la diversidad lingüística. Wen ëmëñy, (del mixe: pensamiento, recuerdo, memoria).