¿Te has sentido abrumada, triste y enojada? ¿Cada vez que ves las noticias piensas que esto no puede ir a peor, y sin embargo, parece que siempre empeora? ¿No puedes creer que Trump haya regresado y todo sea, incluso, peor? ¿Piensas que el futuro pinta terrible pero es ineludible? No eres tu, es síntoma de un proceso llamado hipernormalización.
Hipernormalización es un término que acuñó el antropólogo Alexei Yurchak en su libro de 2005 Todo era para siempre, hasta que dejó de existir, donde habla de los últimos años de la Unión Soviética y la forma en que vivió esa última generación.
¿Y qué tiene que ver la hipernormalización con lo que vivimos ahora nosotras?
El término lo retomó una década después Adam Curtis en su documental HyperNormalisation y lo relacionó con otro término: capitalismo tardío, la etapa de capitalismo donde varios economistas y filósofos consideran que estamos, caracterizada por la intensificación del proceso de acumulación, la globalización y la precariedad.
Curtis explica que la hipernormalización es el mecanismo cultural del capitalismo tardío, las dinámicas sociales, económicas y culturales que hacen que el sistema parezca inmutable.
¿Qué elementos caracterizan a la hipernormalización?
De acuerdo a Curtis y Yurchek, la hipernormalización se caracteriza por varios otros procesos socialeselementos:
Aceptar narrativas de falsedad como normalidad: Tanto ciudadanos como líderes aceptan una versión falsa de la realidad que viven porque parece que no hay alternativas creíbles. Es una especie de resignación colectiva donde todos seguimos haciendo como que el sistema funciona, aunque sabemos que está roto.
Esto se refleja en la continua dependencia del consumismo, la especulación financiera y la fantasía del crecimiento perpetuo, y a pesar de que hemos sido testigos de cómo esto crea más desigualdad, precariedad y crisis constantes, estamos convencidos de que “no hay alternativa”. Esta idea de que las desigualdades y fallos estructurales son inevitables se construyen y mantienen a través de narrativas políticas y mediáticas.
Ilusión de control en un sistema caótico: Las élites políticas y económicas van creando narrativas simplificadas para explicar un mundo cada vez más complejo, reduciendo muchas cosas a blanco y negro, buenos y malos, ajuste presupuestario o rescate, etcétera. Esto genera una falsa sensación de control y estabilidad, en una realidad que es muy caótica.
Comercialización de la experiencia y la cultura: El consumo de “experiencias” enlazadas a narrativas prefabricadas crea una desconexión entre lo que estamos viendo y lo que nos dicen que es la realidad, lo correcto, agradable o deseable. Todo se convierte en un producto: las experiencias humanas, la identidad; alimentando la sensación de que nada es auténtico, tampoco los fallos que vemos en el sistema.
Despolitización y pasividad: Como parece que no hay esperanza de cambio y se fomentan las narrativas individualistas e hiperconsumistas, se reduce la participación política o la organización colectiva. Nos sentimos atrapadas en el sistema pero parece que nada lo puede cambiar, así que seguimos en el ciclo de aceptación y participación pasiva.
Incapacidad para imaginar alternativas: De acuerdo a Curtis, lo peor de la hipernormalización es la incapacidad colectiva para imaginar un futuro diferente. Esta idea se refuerza con otras como la expuesta por Francis Fukuyama, que “el capitalismo es el fin de la historia”. Estas ideas permiten la permanencia de un sistema fallido.
La hipernormalización explica por qué a pesar de que sabemos que el sistema capitalista actual es disfuncional, aceptamos las narrativas hegemónicas de que es inevitable e imposible de cambiar, lo que refuerza los ciclos de desigualdad, alienación y crisis.
En La Cadera de Eva queremos imaginar mundos distintos y reportear sobre los que ya se están construyendo. Suscríbete y apoya nuestro trabajo, y creemos juntas un mundo donde quepamos todas, todes y todos.