En el marco del Día Mundial de la Poesía, queremos celebrar la obra de Alfonsina Storni, una de las poetisas más importantes de la literatura argentina del siglo XX. Su poesía es una declaración de independencia y autonomía, y un desafío a los límites que la sociedad impone a las mujeres.

Alfonsina Storni nació el 29 de mayo de 1892 en Suiza, y se mudó a Argentina con su familia a los cuatro años. Su infancia y juventud estuvieron marcadas por la pobreza y la adversidad, pero esto no la detuvo en su búsqueda de la educación y la independencia. 

Storni se unió a la Asociación Pro-Derechos de la Mujer en 1918, y participó en la lucha por el sufragio femenino en Argentina. También colaboró con la Unión Feminista Nacional y el Partido Feminista, y escribió artículos y poemas que reflejaban su compromiso con la causa feminista.

Además, Alfonsina Storni fue una de las primeras mujeres en Argentina en reivindicar su condición de madre autónoma. A pesar de la sociedad conservadora de la época, Storni asumió su maternidad sin la presencia de un padre. Su experiencia como madre autónoma se refleja en su poesía, donde cuestiona las normas sociales y celebra la libertad y la independencia de las mujeres.

A continuación, te presentamos cinco poemas de Alfonsina Storni que nos invitan a reflexionar sobre la libertad, la individualidad y la resistencia de las mujeres.

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Peso ancestral

Tú me dijiste: no lloró mi padre;    

tú me dijiste: no lloró mi abuelo;    

no han llorado los hombres de mi raza,    

eran de acero.    

Así diciendo te brotó una lágrima    

y me cayó en la boca; más veneno    

yo no he bebido nunca en otro vaso así pequeño.    

Débil mujer, pobre mujer que entiende,    

dolor de siglos conocí al beberlo.    

Oh, el alma mía soportar no puede    

todo su peso. 

Capricho

Escrútame los ojos, sorpréndeme la boca,

Sujeta entre tus manos esta cabeza loca;

Dame de beber veneno, el malvado veneno

que te moja los labios a pesar de ser bueno.

Pero no me preguntes, no me preguntes nada

De por qué lloré tanto en la noche pasada;

Las mujeres lloramos sin saber, porque sí:

Es esto de los llantos pasaje baladí.

Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,

Un mar un poco torpe, ligeramente estulto

que se asoma a los ojos con bastante frecuencia

Y hasta los manejamos con una dúctil ciencia...

No preguntes, amado, lo debes sospechar;

En la noche pasada no estaba quieto el mar,

Nada más. Tempestades que las trae y las lleva

Un viento que nos marca cada vez costa nueva.

sí, vanas mariposas sobre jardín de enero,

Nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.

Luz de cristalería, fruto de carnaval

Decorando en escamas de serpientes del mal.

Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta:

Movilidad absurda de inconsciente coqueta...

Deseamos y gustamos la miel de cada copa

Y el cerebro tenemos de pajillas y estopa.

Bien; no, no me preguntes. Torpeza de mujer,

Capricho, amado mío, capricho debe ser.

Oh, déjame que ría... ¿No ves qué tarde hermosa?

Espínate las manos y córtame esa rosa.

Hombre pequeñito

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,

Suelta a tu canario que quiere volar...

Yo soy el canario, hombre pequeñito,

Déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,

Hombre pequeñito que jaula me das.

Digo pequeñito porque no me entiendes,

Ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto

Ábreme la jaula que quiero escapar;

Hombre pequeñito, te amé media hora,

No me pidas más.

Tú me quieres blanca

Tú me quieres alba,

me quieres de espumas,

me quieres de nácar.

Que sea azucena

Sobre todas, casta.

De perfume tenue.

Corola cerrada .

Ni un rayo de luna

filtrado me haya.

Ni una margarita

se diga mi hermana.

Tú me quieres nívea,

tú me quieres blanca,

tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas

las copas a mano,

de frutos y mieles

los labios morados.

Tú que en el banquete

cubierto de pámpanos

dejaste las carnes

festejando a Baco.

Tú que en los jardines

negros del Engaño

vestido de rojo

corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto

conservas intacto

no sé todavía

por cuáles milagros,

me pretendes blanca

(Dios te lo perdone),

me pretendes casta

(Dios te lo perdone),

¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,

vete a la montaña;

límpiate la boca;

vive en las cabañas;

toca con las manos

la tierra mojada;

alimenta el cuerpo

con raíz amarga;

bebe de las rocas;

duerme sobre escarcha;

renueva tejidos

con salitre y agua:

Habla con los pájaros

y lévate al alba.

Y cuando las carnes

te sean tornadas,

y cuando hayas puesto

en ellas el alma

que por las alcobas

se quedó enredada,

entonces, buen hombre,

preténdeme blanca,

preténdeme nívea,

preténdeme casta.

Las grandes mujeres

En las grandes mujeres reposó el universo.

Las consumió el amor, como el fuego al estaño,

a unas; reinas, otras, sangraron su rebaño.

Beatriz y Lady Macbeth tienen genio diverso.

De algunas, en el mármol, queda el seno perverso.

Brillan las grandes madres de los grandes de antaño.

Y es la carne perfecta, dadivosa del año.

Y son las exaltadas que entretejen el verso.

De los libros las tomo como de un escenario

fastuoso- ¿Las envidias, corazón mercenario?

Son gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo.

-Ay, rastreando en sus almas, como en selvas las lobas,

a mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas

y oí un bostezo enorme que se parece al tuyo.

¿Habías leído alguno de estos poemas? Cuéntanos quién es tu poetisa favorita.