Es la hora de comida, estamos sentadas en la mesa cuando pregunto “¿cómo es su relación con la menstruación?”, mi mamá hace una cara de desagrado y dice “niña, estamos comiendo”, mientras mis hermanas se ríen acostumbradas a mi mal tino para empezar temas de conversación.

Mi hermana mayor, Alejandra, es la primera en hablar: “no me gusta mi menstruación, me causa mucho dolor, sólo me dura tres días, después se va y regresa uno, pero el flujo es tan abundante que siempre termino manchándome”, dice.

Flor, la mediana; Priscilla, la pequeña; mi sobrina Cassandra, y yo sufrimos lo mismo que Alejandra, todas nuestras menstruaciones desde que iniciaron han sido dolorosas, somos parte de ese 4% de mujeres y personas menstruantes a las que los dolores menstruales nos resultan incapacitantes, como muestran los datos de la “Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual”, realizada en 2022.

A los pocos años que empecé a menstruar el dolor era tan intenso que en algunas ocasiones tenía que faltar a la escuela (como el 10% de las mujeres que participaron en la encuesta realizada por Menstruación Digna México, Essity y Unicef).

Debido a que todas sufrimos de dolores menstruales muy fuertes, en mi familia el dolor está tan normalizado que asumimos que es natural y sólo nos tomamos un medicamento o un té. El 44% de las mujeres encuestadas hacen lo mismo, lo más sorprendente es que sólo el 4% acude al ginecólogo.

No fue hasta que comencé a trabajar como reportera que encontré el término menstruación digna y descubrí que no es normal sentir tanto dolor durante la menstruación.

Sin embargo, aunque lo consulté con ginecólogas ninguna me dio otra solución más que prevenir el dolor tomándome analgésicos desde días antes de que comience a menstruar.

¿Ha cambiado la forma en la que las mujeres nos informamos sobre la menstruación?

Mi mamá, Raquel, comenzó a menstruar cuando iba en primero de secundaria. La menstruación le duraba sólo cinco días pero era abundante, tan afortunada como es nunca sufrió de dolores menstruales.

“Como que mi mamá no me quería hablar acerca de esos temas, así que mi hermana y mi papá fueron quienes me hablaron sobre la menstruación, me explicaron superficialmente qué era y que me llegaría cada mes”, recuerda Raquel.

Para la hermana de mi mamá su primera menstruación fue distinta. Cuando mi abuelita se enteró de que mi tía había tenido su menarca (primera menstruación) se enojó mucho y le dio una bofetada. Mi abuelita pensó que había tenido relaciones sexuales porque en ese momento se creía que siempre se sangraba después de la primera vez.

Años después mi abuelita reflexionó lo sucedido, se dio cuenta de que en ese momento no contaba con la información suficiente pues estudió hasta la primaria y cuando era niña no se hablaba de esos temas. Y con sus nietas trató de hacerlo de una forma distinta.

Alejandra recuerda que la primera vez que le bajó tuvo mucho miedo porque no sabía qué era lo que le estaba pasando. “Estaba en el baño y grité ‘abuelita, abuelita, venga’. Primero llegó mi prima, después mi abuelita alarmada preguntó ‘¿qué es lo que pasó?’ y mi prima respondió ‘nada, creo que ya le está bajando’”.

“Mi papá fue quien me habló acerca de la menstruación, él me explicó que es un proceso natural y también me puso esos videos educativos que le ponía a sus alumnos para explicarles”, comenta.

Alejandra recuerda que se sintió muy mal cuando comenzó a menstruar porque mi papá le dijo que con este proceso se iba a convertir en mujer y mi abuelita se puso a llorar cuando recibió la noticia. “Me hubiera gustado que no me dijeran eso porque me sentí muy incómoda, como si fuera algo malo”, lamenta.

Flor recuerda que mis papás nunca le hablaron sobre gestión menstrual, pero mi papá le proyectó los mismos videos educativos que utilizaba en la escuela en la que trabajaba.

Yo tampoco recuerdo a mis papás hablándome sobre qué es la menstruación, cuáles productos existen, los dolores que podemos experimentar, pienso que lo aprendí viendo a mis hermanas pasar por ese proceso antes que yo y lo complemente a medias con la educación sexual que recibí en la primaria.

Pero de nuevo la expansión de mis conocimientos llegó tarde, fue hasta la universidad que escuché que existía algo llamado copa menstrual, toallas de tela o calzones que podía usar mientras sangraba. Como el 44% de las mujeres y personas menstruantes entrevistadas me informé a través de internet y siguiendo en redes sociales a personas que hablaban sobre el tema.

Más de 10 años de mi vida utilicé sólo toallas sanitarias desechables porque era lo que se usaba en mi casa, no me siento sola porque el 22% de las mujeres encuestadas respondieron lo mismo.

El año pasado comencé a utilizar tampones por recomendación de mis amigas para poder nadar tranquila cuando estuviera menstruando. Como a mí, al 10% de mujeres que utilizan este método de gestión menstrual se lo recomendaron sus amigas.

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A Priscilla le bajó a los 11 años, un poco asustada corrió a preguntarle a Flor si era normal que comenzara a menstruar a esa edad, después de que se resolvió su preocupación se fue.

Flor comenzó a hablarle a Priscilla acerca de la menstruación porque una vez vio su toalla con sabre y pensó que se había lastimado. “Me dijo que a todas las mujeres les pasaba cuando crecían y era normal, lo demás lo aprendí en la escuela porque mis papás nunca me hablaron de eso”, afirmó la menor de las hermanas

Para Priscilla menstruar también significó comenzar a ser tratada diferente en la familia, “cuando me daban las toallas era a escondidas y me hacían sentir que no estaba bien que pasara o contarlo”, comparte.

Otra de las cosas que la hizo sentir incómoda con su periodo menstrual fue el temor a mancharse la ropa. “Cuando no sabía contar los días me manchaba, entonces mi mamá me regañaba y también me hacía sentir que no estaba bien”, narra Priscilla.

Para evitar este tipo de situaciones, Priscilla optó por dejar de utilizar determinado tipo de ropa cuando menstruaba, esto también le pasó al 28% de mujeres que participaron en la encuesta de Menstruación Digna, Essity y Unicef. De las mujeres que han dejado de realizar diversas actividades cuando menstrúan, el 29% lo ha hecho por miedo a “manchar” la ropa.

Para mis sobrinas Cassandra y Samantha la situación ha sido diferente, para empezar ellas forman parte del 46% que cuando quiere obtener información sobre menstruación y productos menstruales acude a su mamá y el 15% que acude a otros familiares (sus tías).

Hasta el momento ellas cuentan con diferentes herramientas para obtener la información como internet, libros, profesores y profesoras y con los conocimientos que todas hemos adquirido a lo largo de estos años menstruando.

Desde que Cassandra comenzó a menstruar ha podido consultar con todas nosotras sus dudas, entre todas hemos buscado ayudarle para que lleve una menstruación menos dolorosa y más cómoda. Incluso tanto a ella como a Samantha les hemos comprado diferentes materiales para que comprendan mejor este proceso de nuestro cuerpo.

Lamentablemente esto no quiere decir que no se han enfrentado a discriminación por ser mujeres que menstrúan. Hace unos meses mi hermana Flor y mi sobrina Samantha se inscribieron a clases de natación en un deportivo. Todo transcurría con normalidad hasta que leyeron en el reglamento que durante su periodo menstrual las mujeres y personas menstruantes no podían ingresar a la alberca.

A Flor esto le pareció normal e incluso una buena medida porque considera que el flujo menstrual es desagradable y sucio, al igual que el 7% de las mujeres que fueron encuestadas.

Aunque Samantha aún no inicia con su menstruación fue nuevo descubrir que a las mujeres se les puede negar el acceso a un sitio por algo tan natural como menstruar, sin embargo, no le dio mucha importancia. 

Con el paso de los años sí ha cambiado un poco la forma en la que nos informamos acerca de la menstruación en esta familia, comenzamos a ser más abiertas sobre este tema y buscamos que las niñas de nuestra familia conozcan su proceso, sepan con quiénes acudir si necesitan una consulta.

Pero sobre todo que nunca formen parte del 65% de las mujeres que opinan que los hombres tienen una ventaja por no tener la menstruación, pues no se enfrentan a todo lo que nosotras tenemos que pasar.