¿Qué vínculo hay entre la economía y los cuidados que sostienen la vida? Para buscar respuestas, en el norte del municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México, un pequeño grupo de mujeres se reúne en el Edificio de Economía de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Las acompaña la economista feminista Lucía Cirmi Obón, decidida a encender la conversación contra todo pronóstico climatológico. Ni las inundaciones que en días recientes obligaron a cerrar las instalaciones frenaron el encuentro. Como las tareas de cuidados, estos espacios de diálogo entre mujeres avanzan sin descanso, incluso frente a la adversidad.
En su obra, Economía para sostener la vida (Ediciones Akal, 2023), la argentina Lucía Cirmi Obón, aborda la necesidad de repensar laeconomía desde una perspectiva feminista.
Cirmi comenzó a escribir el libro en 2019, pero la gestión pública y la falta de tiempo retrasaron su finalización hasta 2023, año en que finalmente lo presentó. Coincidió con la llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina, con un discurso que negaba la existencia de la brecha salarial y la remuneración del cuidado. Todo ello, según sus propias palabras, volvió a su obra “más vigente que nunca”.
La visita de Cirmi al centro del país coincide con la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, un encuentro que busca unificar la postura regional en torno a los cuidados y elaborar una declaración política con demandas específicas.
La economía feminista de Lucía Cirmi Obón propone "meter adentro" la organización del cuidado a través de políticas que lo socialicen y lo hagan más igualitario para que todas las personas puedan elegir si cuidar o no, especialmente en un contexto en el los cuidados continúan sosteniéndose en las manos de las mujeres, especialmente cuando la pobreza es feminizada.
En entrevista con La Cadera de Eva, Lucía Cirmi Obón invita a las mujeres a discutir temas económicos, macroeconómicos y más, para que no nos dejen en “un cuarto propio”.
Titulaste tu libro “Economía para sostener la vida” ¿Qué significa para ti la palabra “sostener” en este contexto?
Para mí, sostener quiere decir poner el tiempo, los recursos y el espacio en función de que la gente viva bien. Y decir esto en el 2025, con el cambio climático avanzando, también quiere decir no solo sostener y vivir bien, sino hacer algo sostenible en el mediano plazo. Estamos viendo ya los estragos del cambio climático en nuestra vida.
Por eso la economía feminista tiene mucho para hablar con las teorías de crecimiento que plantean que hay que cambiar el ritmo en el que manejamos la economía. Así que yo creo que es eso: hoy nosotras dejamos la vida para sostener la economía y esto es hacerlo inverso, poner la economía en función de los deseos que nosotros tenemos. Y hoy no tenemos ni un sistema económico ni un sistema de indicadores que nos permita hacer eso.
Históricamente, la economía ha estado atravesada por el pensamiento de los hombres. ¿Qué significa este sesgo en la actualidad en las políticas públicas? ¿Cómo se refleja?
Se refleja en que todo lo que pasa en los hogares y todas las tareas de cuidado no han sido consideradas parte de la política pública. Primero, no han sido estudiadas; no han sido estudiadas en la antropología de la misma forma que otras cosas. En la historia, está ausente en casi todo, porque se supone que hacemos esto por amor.
Pero también en el sistema económico el sesgo está en que las mismas personas que se dedican a cuidar son consideradas inactivas para el sistema económico, no se contabiliza su aporte al PBI y, por lo tanto, tampoco después se les otorga parte de la riqueza que generan.
Entonces, ese sesgo hace que los varones piensen también en la política pública, en la política de la seguridad social, e incluso en la política para resolver la pobreza, con un sesgo muy hacia el mercado y también pensando que, si resuelven algo a través del jefe de la familia, eso derrama igualitariamente hacia dentro de la familia. Entonces, eso es lo que viene la economía feminista a discutir, porque no fue tan así.
Y además porque esa familia que pensó el sistema económico y los Estados del siglo XX ya no existe.
¿Por qué la economía feminista no es una forma complementaria de la economía, sino que es una propuesta autónoma y transformadora de la vida de las mujeres?
Porque no es simplemente que haya más mujeres en el mercado de trabajo, sino que si vos querés, por ejemplo, distribuir mejor las tareas de cuidado, y eso es lo que se está discutiendo en esta Conferencia Regional, avanza mucho la agenda formal de este tema, y lo digo como exfuncionaria de la política, pero no avanza tanto la agenda real. Y es porque el sistema económico se pregunta: ¿es sostenible pasar a internalizar el costo?
Hasta ahora, las que financian a la economía son las mujeres, con su tiempo, cuidando. ¿Es sostenible ahora que ese costo que ellas tienen en sus hombros lo internalicemos en el sistema económico con políticas públicas? Yo creo que sí, pero te obliga a redistribuir mejor la riqueza, algo que muchas partes del sistema económico no quieren hacer, a tener un Estado presente, porque eso no se resuelve en el sector privado.
Entonces creo que implica transformaciones en el sistema. Creo que es posible y que le haría bien al sistema capitalista darle más lugar a la lógica de los cuidados.
Hablando de la economía del cuidado, ¿qué impacto tienen estas dinámicas de reproducción social, que van mucho más atrás y que continúan perpetuando estereotipos de género, en la vida de las mujeres?
Si bien las mujeres viven más que los hombres en cantidad de años, viven con menos grados de autonomía. Vos pensás que vivimos en un mundo que está basado en la propiedad, pero las mujeres tienen solo el 13% de esa propiedad a nivel mundial y son más del 50%. Entonces, aquí yo diría que hay poca autonomía, muchas situaciones de violencia y mucha pobreza.
La verdad es que vivimos en un mundo donde la riqueza está más colonizada y la pobreza está feminizada, y no se intenta resolver la pobreza mirando qué están haciendo las personas pobres. En general, las personas pobres están cuidando.
Esto obviamente tiene no solamente un sesgo de clase, sino un sesgo racista. No es lo mismo cómo vive esta desigualdad en los cuidados una mujer blanca y académica, como yo en este caso, que cómo puede vivir una mujer de un pueblo originario, cómo puede vivir una migrante, por ejemplo, en la Argentina, de identidad marrón, que es así como se está auto nombrando, que vive en un barrio popular, cómo le impacta esa realidad de los cuidados, que cómo le impacta a una profesional de clase media alta.
Entonces, lo que creo que hace esta cuestión de que el cuidado se resuelva familiar y femeninamente es que reproduce y amplifica desigualdades entre las propias mujeres.
A nivel regional y en el marco de la conferencia, ¿qué desafíos enfrenta la región en cuanto a políticas públicas para incorporar la perspectiva de género y también la perspectiva de cuidados en la economía?
Yo creo que los desafíos son principalmente materiales. Cuando uno mira la escala que tienen las políticas de cuidado que se hicieron hasta ahora, es muy chiquita para las necesidades de América Latina.
Y además es una región con necesidades insatisfechas previamente, entonces estás instalando un nuevo tema, que en realidad no es del todo nuevo, es una nueva forma de resolver problemas viejos. Porque invertir en sistemas de cuidados reduce la pobreza: que un niño tenga acceso a un espacio de primera infancia de la misma calidad que otro iguala y genera igualdad a largo plazo; que una ama de casa pueda jubilarse también es política de cuidados.
Pero creo que hace falta explicitar más estos vínculos, y creo que hay mucha agenda feminista por delante, pero hay poca agenda económica por delante. Entonces, creo que a los gobiernos progresistas de América Latina de estos últimos años les falta construir más esa agenda progresista, laboral, económica, e impregnar esta perspectiva para que, con más recursos, se pueda avanzar.
Finalmente, para nuestras lectoras, ¿qué podríamos decirles para que se animen a leer este libro con perspectiva de género, alejadas de la idea de que la economía “es para hombres”?
Yo escribí este libro con el doble objetivo, por un lado, para las que no saben nada del tema y las que dicen “no, yo de economía no entiendo nada”. Para empoderarlas a ellas, porque yo creo que es eso, es un lugar muy cómodo para el patriarcado, que es un lugar al que nos llevaron desde el momento en que no nos regalaron cosas que tengan que ver con hacer, que jugamos a cosas que tenían que ver con cuidar y nos enseñaron que ser ambiciosas económicamente era malo.
Hoy en día está muy de moda también el tema de las finanzas para las mujeres, pero yo les diría, ojo, no se resuelve individualmente. Esto se resuelve con políticas públicas. A nadie le alcanza el tiempo sola para salir sola de la pobreza, de la desigualdad. Uno tiene que exigir política pública, más en estos tiempos en que las redes te proponen todo el tiempo que vos resuelvas todo de forma sola.
Y entonces, mi objetivo es que esa mujer pueda, en la sobremesa, animarse a opinar de economía.
Y después, para las feministas, lo que trato de hacer es invitarlas a discutir temas económicos y macroeconómicos y otros temas para que no nos dejen en “un cuarto propio”, como nos dejan en el área de género. Nos dejan ahí. Yo quiero que salgamos de ahí, porque la política pública en general sin perspectiva de género no va a ningún lado, y la política de género sin presupuesto queda en un lugar ridículo.