1. ¿Por qué sin el cuidado nada funciona?
Cuando tu roomie se enferma, alguien tiene que ir por sus medicinas. Cuando tu abuela ya no puede caminar sola, alguien tiene que ayudarla a bañarse y vestirse. Cuando un perro o gato necesita atención urgente, alguien tiene que llevarlo al veterinario. Y cuando la despensa está vacía, alguien tiene que planear, comprar y cocinar.
Son tareas que no están en un contrato ni se pagan, pero sin ellas nada funciona. Gracias a ellas, el resto de las personas puede trabajar, estudiar o vivir con tranquilidad. Eso es cuidado. Y aunque todas y todos lo necesitamos, más del 75% de este trabajo lo realizan mujeres en América Latina, muchas veces sin recibir un peso a cambio, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Cuidar suele hacerse "por amor", pero eso no significa que deba ser una carga exclusiva para las mujeres ni un trabajo sin derechos ni respaldo. El cuidado debe ser un derecho humano garantizado para todas las personas y una responsabilidad compartida por familias, Estado, empresas y comunidad.
2. ¿De qué hablamos cuando hablamos de "cuidado"?
En nuestro día a día, el cuidado va mucho más allá de criar y atender a las infancias. Implica apoyar a personas mayores, acompañar a familiares con discapacidad, asistir a alguien enfermo, mantener limpia la casa o gestionar trámites para que otras personas puedan vivir con dignidad.
El Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) define los cuidados como “actividades que regeneran diaria y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas”. Esto incluye el cuidado del cuerpo, la formación y educación, el sostenimiento de vínculos sociales, el apoyo psicológico y emocional, así como el mantenimiento de espacios y bienes domésticos.
Aunque con frecuencia se asume que el cuidado es únicamente asistencial —pensado para ayudar a otras personas—, en realidad abarca un espectro mucho más amplio: desde el autocuidado y la salud física y mental, hasta la preservación del medio ambiente que sostiene la vida.
3. ¿Qué es la sociedad del cuidado?
El concepto de sociedad del cuidado parte de reconocer que estas tareas —históricamente invisibles y realizadas sobre todo por mujeres— son esenciales para sostener la vida y la economía.
En palabras de la CEPAL, una sociedad del cuidado es aquella que “pone la sostenibilidad de la vida en el centro”. Significa reorganizar el tiempo, el trabajo y los recursos para que todas las personas puedan cuidar, ser cuidadas y cuidarse, sin que eso implique renunciar a su educación, empleo o participación social.
No se trata solo de repartirlas de manera más equitativa dentro de la familia, sino de transformarlas en una responsabilidad colectiva. Que el Estado garantice servicios públicos accesibles y de calidad, que las empresas ofrezcan condiciones laborales dignas y flexibles para quienes cuidan, y que la sociedad valore el cuidado como un derecho humano, no como un sacrificio privado que recae principalmente en mujeres y niñas.
Ese es el tema central de la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, celebrada del 12 al 15 de agosto en Ciudad de México en agosto de 2025. Organizada por la CEPAL y ONU Mujeres, el encuentro reúne a delegaciones de 46 países para debatir cómo reorganizar el cuidado como un pilar del desarrollo con igualdad de género. Durante la inauguración, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció la creación de mil centros de cuidado infantil como parte de una estrategia para que las mujeres no tengan que elegir entre cuidar y trabajar.
Esta medida busca cubrir el vacío que dejaron las estancias infantiles, un programa que durante años apoyó a madres trabajadoras y que fue eliminado, dejando a muchas familias sin alternativas asequibles para el cuidado de sus hijas e hijos.
4. La economía del cuidado: el 24% del PIB invisible
La economía del cuidado es el conjunto de actividades, bienes y servicios —remunerados o no— que son necesarios para mantener y reproducir la vida. Esto incluye tanto el trabajo no remunerado en los hogares como los empleos en sectores como la educación, la salud, el trabajo doméstico y la atención a personas.
De acuerdo con el INEGI, en México el valor económico del trabajo no remunerado de los hogares equivale al 24% del PIB, y más del 70% de ese trabajo lo realizan mujeres. La brecha es clara: ellas dedican en promedio 39 horas semanales al cuidado y quehaceres del hogar, frente a 15 horas de los hombres.
Este desequilibrio no solo perpetúa desigualdades de género, también tiene un costo económico y social. Sin acceso a servicios de cuidado, muchas mujeres reducen sus horas de trabajo remunerado o directamente abandonan el empleo, lo que afecta su autonomía económica y sus pensiones futuras.
5. ¿Cuál es el panorama de cuidados en México?
México ha dado algunos pasos hacia un Sistema Nacional de Cuidados: en 2020 se reformó la Constitución para reconocer el derecho al cuidado digno y su distribución corresponsable. Sin embargo, su puesta en marcha ha sido lenta y desigual. Organizaciones feministas han señalado que sin presupuesto suficiente y coordinación interinstitucional, el derecho se queda en el papel.
Además, advierten que destinar recursos específicos es fundamental para garantizar servicios de calidad, desde centros de cuidado infantil hasta espacios para personas mayores o con discapacidad. Un punto clave son las licencias de maternidad y paternidad: ampliar su duración y hacerlas equitativas entre hombres y mujeres no solo rompe estereotipos, también permite que las responsabilidades de cuidado se distribuyan desde el inicio de la vida de hijas e hijos.
6. El derecho al cuidado como derecho humano
El 7 de agosto de 2025, la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoció por primera vez el derecho al cuidado como un derecho humano autónomo, vinculándolo con el derecho a la vida, la igualdad y la no discriminación. El tribunal estableció que los Estados tienen la obligación de garantizar que todas las personas puedan cuidar y ser cuidadas sin que ello implique sacrificar su acceso al empleo, la educación o la participación política. Este pronunciamiento marca un precedente histórico para exigir políticas públicas, presupuesto y sistemas integrales que hagan efectivo este derecho.
Mientras tanto, en miles de hogares el cuidado sigue recayendo en mujeres que combinan jornadas laborales con dobles y triples turnos en casa. En zonas rurales o comunidades indígenas, donde el acceso a servicios públicos es más limitado, las cargas son aún mayores.
7. Las 3 “R” para una sociedad del cuidado
La CEPAL sostiene que avanzar hacia una sociedad del cuidado requiere transformar la manera en que entendemos, valoramos y distribuimos estas tareas. Para lograrlo, plantea aplicar las tres “R”:
- Reconocer: aceptar que el cuidado no es solo un asunto privado o doméstico, sino una actividad esencial para el funcionamiento de la sociedad y de la economía. Reconocer implica medir su aporte al Producto Interno Bruto, visibilizar el trabajo no remunerado —mayoritariamente realizado por mujeres— y considerarlo un derecho humano que debe garantizarse a lo largo del ciclo de vida.
- Reducir: disminuir el tiempo y la carga que actualmente asumen, de manera desproporcionada, las mujeres y niñas. Esto supone invertir en infraestructura, servicios públicos y tecnologías que faciliten las tareas de cuidado, así como generar políticas que liberen tiempo para que las mujeres puedan participar en igualdad de condiciones en el trabajo remunerado, la educación, la política o el descanso.
- Redistribuir: repartir las responsabilidades de cuidado de forma equitativa entre todos los actores: el Estado, las empresas, la comunidad, los hombres y las mujeres. Esto significa implementar licencias parentales igualitarias, servicios de cuidado accesibles, y un cambio cultural que promueva que los hombres asuman una parte justa de estas labores, rompiendo estereotipos de género que las asocian exclusivamente a lo femenino.