Viajar es una de las experiencias más enriquecedoras de la vida, ¿verdad? Nos permite conocer nuevas culturas, paisajes, conectar con el mundo. Sin embargo, detrás de la imagen idílica de un destino turístico, muchas veces se esconde una realidad compleja para sus habitantes: la turistificación. Pero ¿qué es exactamente y cómo nos afecta?
En entrevista para La Cadera de Eva, Carla Escoffié, abogada especializada en derecho a la vivienda, explica que la turistificación es un proceso en el cual los espacios y dinámicas de una ciudad o una zona específica comienzan a ser priorizados para el turismo, incluso a costa de habitar de las personas. Es, en esencia, un proceso de mercantilización de los espacios.
Si bien la turistificación está relacionada con la gentrificación, que implica el desplazamiento de la población local debido al aumento del costo de vida y la llegada de nuevos residentes de mayor poder adquisitivo, Carla Escoffié considera que son procesos separados, aunque constantemente conectados. La diferencia clave, explica, es que en la turistificación los espacios se priorizan y privatizan para el turismo, afectando directamente la capacidad de las personas para habitar su propio lugar.
¿Quiénes son las personas más afectadas?
La turistificación no es un fenómeno neutral, tiene consecuencias profundas y desproporcionadas en las comunidades y en particular en las mujeres. Te explicamos.
Despojo territorial y cultural
La turistificación es una forma de despojo que afecta a pueblos y comunidades. Puede significar un despojo físico del territorio en el que habitan las personas, quitándole a miles de personas de su derecho a vivir donde nacieron y encareciendo la vida cotidiana. Pero también un despojo cultural de su identidad, estética y dinámicas, llevando a una folclorización de su vida comunitaria.
Un ejemplo de esto se ve en Oaxaca, donde, según Carla Escoffié, la turistificación "vende una imagen de la cultura indígena" y de la identidad de los pueblos originarios, pero al mismo tiempo la policía impide a las personas indígenas estar en ciertas zonas de su propia ciudad.
Exotización y roles de género
La turistificación tiende a cosificar y fetichizar los imaginarios que tenemos de un lugar. Esto significa que, como explica Carla Escoffié, los turistas no llegan a conocer realmente un lugar, sino a confirmar sus prejuicios, expectativas y deseos. Quieren ver "lo que en películas como Coco u otras han visto que es un pueblo mexicano", no cómo es realmente.
Esta exotización incluye una dimensión de género. Hay una fetichización de un lugar basada en prejuicios de género que sexualizan a las mujeres o que parten de estereotipos ligados a procesos de colonización y racialización.
Esto crea un "caldo de cultivo" para que un sector de turistas busque confirmar esos estereotipos sexistas y de género sobre las mujeres del lugar, lo que, lamentablemente, puede alimentar mercados como la trata de personas y otras actividades ilícitas. El turismo, al convertir ciertos espacios en un "todo incluido a gran escala", se vuelve atractivo para negocios ilícitos como el narcotráfico y el turismo sexual.
Entonces, ¿el turismo es malo?
En México, el turismo es una fuerza económica poderosa. En 2023, contribuyó con un 8.6% al Producto Interno Bruto (PIB) nacional, equivalente a 2 billones 582 mil 001 millones de pesos, generando 2.8 millones de puestos de trabajo remunerados, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI).
Además, la secretaria de Turismo del Gobierno de México, Josefina Rodríguez Zamora, ha declarado que nuestro país se mantiene como el sexto país más visitado del mundo, con 45 millones de turistas internacionales en 2024, según ONU Turismo. Incluso, la presidenta Claudia Sheinbaum ha puesto en marcha el Plan México para posicionar al país como el quinto destino más visitado del mundo para 2030.
Sin embargo, esta búsqueda de crecimiento no siempre considera el bienestar de las comunidades locales. El programa Pueblos Mágicos, por ejemplo, lanzado en 2001 por la Secretaría de Turismo para impulsar el desarrollo turístico en localidades con arquitectura histórica, paisajes y tradiciones, ha sido objeto de crecientes críticas.
Carla Escoffié señala que, en términos generales, los Pueblos Mágicos han sido una forma de institucionalización de la turistificación. Muchas veces, las decisiones sobre la vida y las dinámicas de un pueblo se toman "sin consulta previa, sin contar con la participación de las personas afectadas".
El caso de Tepoztlán, Morelos, un Pueblo Mágico, es un claro ejemplo. Ha experimentado problemas como denuncias de agresiones policiales, saturación del pueblo y desafíos en la gestión de residuos.
Una investigación local titulada “Tepoztlán: Un mapeo de su situación actual” alerta sobre el turismo como un "instrumento de la especulación". En este lugar, antiguas tierras de cultivo han sido reemplazadas por lujosas casas y hoteles, y la oferta de alojamiento turístico es masiva, lo que ha llevado a los propios habitantes a vender o rentar sus casas para convertirlas en restaurantes y bares.
La situación puede ser tan extrema que, durante el carnaval de 2024, el gobierno municipal de Tepoztlán tuvo que pedir a los turistas que se abstuvieran de visitar la localidad por razones de seguridad, debido a la llegada de hasta 150 mil personas.
¿Cómo ser una turista consciente y responsable?
Ante este panorama, ¿cómo podemos nosotras, como viajeras, contribuir a un turismo más justo y sostenible? Carla Escoffié nos ofrece algunas claves:
Investiga el contexto social: así como investigamos los lugares más icónicos, "hay que averiguar del contexto social y de cómo la turistificación está impactando en este lugar para que nos abstengamos de participar en ciertas actividades".
Replantear la lógica del viaje: debemos alejarnos de las dinámicas de "turismo de masa" y "optar por conocer un lugar realmente y no por seguir una serie de puntos o de marcadores instagramables", que suelen ser las rutas donde la turistificación es más evidente.
Reflexión personal: es crucial que reflexionemos sobre "por qué hacemos turismo, con qué finalidad y de qué manera lo hacemos".
Ojo: la lucha contra la gentrificación y la turistificación no es contra las personas extranjeras, sino contra un modelo extractivista que convierte el suelo, la vivienda y la cultura en mercancía al servicio de fondos de inversión inmobiliarios, plataformas digitales y gobiernos que legislan a su favor.
Ser una turista responsable significa ir más allá de la foto en Instagram. Significa entender que el turismo es una actividad con profundas implicaciones sociales, económicas y culturales. Al informarnos, al elegir destinos y actividades con conciencia y al apoyar a las comunidades locales de manera respetuosa, podemos contribuir a que nuestros viajes sean realmente enriquecedores para todos, incluyendo a quienes nos abren las puertas de su hogar.