La angustia y el dolor por no saber sobre el paradero de sus seres queridos se arraigó en los cuerpos de Enriqueta Flores Aragón, Herminia Valverde, Mercedes Gutiérrez, Arturo Rojo Flores y Bernardo Campos, algunas de las madres y padres de personas desaparecidas a quienes la impunidad y la ausencia de sus hijos les apagó la existencia.
El insomnio, dejar de comer a sus horas, largas jornadas de búsqueda y espera en las dependencias se convirtieron en enfermedades crónicas como diabetes y padecimientos emocionales como depresión o ansiedad. Enfermedades que finalmente les provocan la muerte y hace que muchos de ellos se vayan sin saber sobre el paradero de sus seres queridos.
Foto: Cuartoscuro
Entre 2022 y 2023, la organización civil I(d)eas elaboró una encuesta a 266 familiares de personas desaparecidas en México y encontraron que, a raíz de la desaparición de sus seres queridos, el 80% tuvo afectaciones en su salud y el 79% desarrolló una enfermedad crónica como cáncer, diabetes o hipertensión a raíz de la pérdida que vivieron.
La encuesta también reveló que antes de sufrir la ausencia de sus seres queridos, solo el 23% de los familiares tenía una salud mala. Esto quedó documentado en el “Informe sobre afectaciones a la salud de familiares de personas desaparecidas, y la respuesta institucional en México”.
Pero esta encuesta es apenas una muestra de lo que viven todos los familiares de las más de 100 mil personas que hay desaparecidas en nuestro país. La Cadera de Eva entrevistó a Sandra Luz Román Jaimes, María Aguayo Soria, Mitzi Araceli Rojo Martínez y María Teresa Espinosa Márquez para conocer las implicaciones que tiene en su salud dedicar su vida a la búsqueda de sus familiares.
Las voces del dolor
"Mi vida no volvió a ser la misma desde que se la llevaron", dice en entrevista Sandra Luz Román Jaimes, de 58 años, quien busca a su hija Ivette Melissa Flores Román de 19 años, desaparecida en su domicilio por presuntos policías de Iguala, Guerrero, en octubre de 2012.
La desaparición de Ivette, no sólo le causó un inmenso dolor a Sandra también le trajo repercusiones económicas y de salud. En 2015 mientras realizaba una búsqueda en un predio en Iguala, sufrió una caída de 10 metros que le provocó daño en la columna vertebral.
Desde entonces tiene tres hernias, que le impiden mover con facilidad las piernas. A pesar de esto, ella continúa en la labor de búsqueda en fosas, predios abandonados, montes, todo para encontrar algún indicio que la acerque a su hija.
"Sí, tengo problemas físicos, pero no me detienen, no me quedo pasmada de poder realizar mis búsquedas. Yo salgo y aunque sea paso a paso, pero llegó" (Sandra Luz Román Jaimes, madre de Ivette Melissa Flores Román)
Sandra también está diagnosticada con estrés postraumático crónico de alto riesgo, ha pasado hasta 45 días sin conciliar el sueño, la neuropsiquiatra que la atiende le ha recetado gotas de clonazepam para poder dormir, pues el no saber dónde está Ivette le genera mucha ansiedad.
Al respecto, el informe de I(dh)eas señala que los trastornos del sueño aumentan considerablemente cuando hay ausencia de un familiar. Antes de la desaparición, el 96% de las personas dormía más de seis horas diarias, pero tras sufrir este evento solo el 8% duerme más de seis horas; 52% entre cuatro y seis; y el 40% tiene menos de cuatro horas de sueño diarias.
Sandra vive desplazada, desde que Ivette desapareció ha cambiado de casa al menos cuatro veces por las constantes amenazas que ha recibido ella y su familia por su labor de búsqueda al frente del colectivo Madres Igualtecas. Por intervención de I(dh)eas, la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) le proporciona vigilancia las 24 horas del día con escoltas de la Guardia Nacional, aunque tiene que regresar a Iguala a búsquedas y gestiones.
"Todo eso nos lleva a un desequilibrio emocional. Además de que, por ejemplo, mis hijos fueron afectados de la misma forma. No llevamos una vida normal como cualquiera, tengo un hijo que también fue desaparecido en el 2021, pero gracias a Dios me lo regresaron. Yo vivo en cuatro paredes sin salir más que para lo esencial, para las búsquedas. A mi no me van a ver en el cine ni en el mercado, es un cambio drástico para mí, pues no es sano tampoco que no tengas convivencia ni con tus vecinos" (Sandra Luz Román Jaimes, madre de Ivette Melissa Flores Román)
Foto: Especial
Deficiencias en la CEAV
En 2013, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, fue publicada la Ley General de Víctimas, que dio pie a la creación de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) para atender y acompañar a víctimas de delitos y violaciones de derechos humanos, como la desaparición y los feminicidios, en el ámbito federal, con el fin de garantizarles acceso a la justicia, la verdad y a la reparación integral.
De acuerdo con la Ley, las víctimas tienen derecho a ser tratadas con dignidad, enfoque diferencial e integral. En el caso de las personas desaparecidas, el 84% de los familiares entrevistados por I(dh)eas dijeron que están inscritos en el RENAVI, es decir, que son reconocidos como víctimas por el Estado. Sin embargo, cuando solicitan una solicitud de apoyo, el 64% dijo haber tenido una respuesta negativa.
De acuerdo con información proporcionada por la CEAV a I(dh)eas, el criterio que es tomado en cuenta para brindar o negar apoyos y/o reembolsos sobre gastos médicos se basa en que los hechos que generan esos gastos tengan relación directa con el hecho victimizante (la desaparición) y cuya finalidad sea garantizar de manera provisional la satisfacción de las necesidades inmediatas y urgentes.
En entrevista Evelyn Barrera del área de litigio de I(dh)eas explica que la postura de la CEAV en estos casos ha sido negar apoyos médicos justificando la inexistencia de una relación entre afecciones de salud y la desaparición, esto a pesar de que organizaciones internacionales como el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU (CED por sus siglas en inglés) señalan que la desaparición también vulnera el derecho a la salud.
Esto implica que, si bien el Estado mexicano cuenta con la CEAV y con comisiones estatales en casi todas las entidades federativas, no cuenta con una política pública a nivel nacional que contemple las necesidades especi´ficas de las vi´ctimas de desaparición, especialmente en materia de salud, de acuerdo con I(dh)eas.
Al respecto, Víctor Miguel Dávila, abogado de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH) dijo a La Cadera de Eva que debido a la política de austeridad del presidente Andrés Manuel López Obrador durante este sexenio se ha recortado el presupuesto a la CEAV lo que ha generado que no se reconozca la calidad de víctimas de los familiares de personas desaparecidas.
“La falta de recursos, infraestructura, lo rebasado que está el personal o las instituciones frente a un fenómeno que rebasa las más de 100 mil personas desaparecidas, los funcionarios se rinden o no quieren hacer más, la mayoría dice: “es muy difícil, el sistema nos está comiendo”” (Víctor Miguel Dávila, abogado CMDPDH)
El bálsamo del reconocimiento
Desde que Ivette desapareció Sandra no ha recibido apoyo de las autoridades para costear sus gastos médicos, la única excepción fue cuando en 2017 la CEAV le consiguió una consulta en hospital especializado, luego de que le diagnosticaron cáncer de mama, después de eso todo el tratamiento lo ha tenido que pagar ella. Pero Sandra Luz es consciente de que debe cuidar su vida, teme morir sin encontrar a su hija.
"Mi vida sí, vale mucho. Pero yo he ofrecido mi vida por todos los desaparecidos, por todas las víctimas, por todas las mujeres que buscamos a nuestros hijos, mi vida es para ellos hasta encontrarlos" (Sandra Luz Román Jaimes, madre de Ivette Melissa Flores Román)
Al respecto, Carlos Beristain doctor en psicología e investigador de violaciones de derechos humanos en América Latina señala en el informe de I(dh)eas que aunque no existe una relación causal directa entre la desaparición y la enfermedad, se observa una situación de multicausalidad, en la que, por ejemplo, el aumento del estrés crónico resulta en problemas cardiovasculares que, a su vez, desencadenan diversas enfermedades, siendo más frecuentes en familiares de personas desaparecidas.
“En lugar de que ellos me dieran medicamento, yo quisiera tener a mi hijo con vida aquí conmigo”, dice en entrevista María Aguayo, madre de Iván Yan Carlos Ibarias Soria desaparecido el 9 de septiembre de 2016 en Tejería Veracruz, durante el gobierno de Javier Duarte.
A María Aguayo le confirmaron en 2020 que su hijo fue hallado en fosas de Arbolillo en Alvarado, Veracruz, pero tardaron más de un año en entregarle sus restos. Volverlo a tener así frente a ella fue un impacto muy fuerte para su salud mental, a la fecha aún le dan ataques de ansiedad.
"Mi mente es un caos, esto que estoy viviendo ahorita a pesar de que ya regresó a casa, no entero, me dieron puros huesitos y no está completo. Es lo que más me está haciendo volverme loca, porque hay veces que al principio, cuando me dijeron que Iván iba a regresar, yo quería correr y una vez salí corriendo a encontrarlo" (María Aguayo, madre de Iván Yan Carlos Ibarias Soria)
Antes de la desaparición de un familiar, el 41% de las personas dijeron tener problemas de falta de concentración; 41% sufría ansiedad; 35% desmotivación; y 37% niveles considerables de tristeza. Pero posterior a la desaparición, el deterioro de la salud mental fue considerable: el 64% reportó lidiar con problemas de concentración: 72% con ansiedad; 67% con desmotivación; y 75% con niveles significativos de tristeza de acuerdo con el informe de I(dh)eas.
¿Cómo se habla del dolor que causa la desaparición? María contesta que es difícil hablar de este duelo: la familia prefiere alejarse de "problemas" y en los colectivos, las familias se centran en buscar a los desaparecidos ya que no hay tiempo para hablar sobre sus dolencias. Para la mayoría de los familiares es más difícil permanecer en casa que mantenerse en las movilizaciones y reuniones, pues el actuar de las autoridades les genera incertidumbre.
"No encuentras el momento de hablar de pues que tienes alta el azúcar o que pues tienes ganas de llorar o de gritar, no puedes hacerlo. Por eso yo en cada búsqueda que voy intento gritar lo más que pueda, porque pues yo ahorita la diabetes ya me agarró más fuerte. Necesito gritar más para poder estar bien porque si yo me quedo aquí en mi casa sigo sufriendo" (María Aguayo, madre de Ivan Yan Carlos Ibarias Soria)
Las actividades de búsqueda que las familias realizan, tales como las que hacen en campo, tienen riesgos elevados que ponen a las personas buscadoras frente a peligros físicos y sanitarios, por ejemplo se arriesgan a contraer una infección en los pulmones por bacterias que se encuentran en los restos en descomposición que encuentran en fosas clandestinas. Es decir, sí hay afectaciones a la salud que sí son consecuencias directas del hecho victimizante, pues derivan de estas actividades.
De acuerdo con Idheas, el 30% de las personas que dijeron llevar a cabo labores de búsqueda señalaron haber sufrido un accidente que afectó su salud o integridad, tales como fracturas, lesiones y/o disloques en los huesos por caídas en fosas, afectaciones y dolores en las articulaciones por las largas jornadas, choques automovilísticos en camino a las búsquedas e infecciones en vías respiratorias bajas, entre otras.
En varias ocasiones María ha tenido que suspender su participación en búsquedas por su estado de salud, una de ellas fue en Veracruz, apenas iban a iniciar labores cuando se empezó a marear, se le bajó la presión y le dio un derrame en el ojo, los elementos de la Comisión de Búsqueda del estado la retiraron del lugar y ella tuvo que atenderse en una farmacia Similares.
“Cuando la CEAV de Veracruz me pide que reembolse porque yo no acabé la búsqueda les meto las notas de los medicamentos que compré, y me dicen que ellos no me habían autorizado gastar ese dinero, fueron $257 pesos, ni siquiera $500 pesos, lo que gasté y no me lo reembolsaron” (María Aguayo, madre de Iván Yan Carlos Ibarias Soria)
Heredar la búsqueda
Arturo Rojo Flores falleció sin encontrar a su hijo Vicente, desaparecido junto con otros 11 compañeros de trabajo hace 15 años, el 21 de marzo de 2009 en Piedras Negras, Coahuila. La diabetes le ganó al amor de padre, Arturo tenía 69 años cuando murió el 25 de enero de 2023.
Su muerte fue un golpe muy fuerte no sólo para su familia sino también para sus compañeros y compañeras de búsqueda, pues él era uno de los fundadores del colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos (FUNDEN), uno de los primeros movimientos de familiares de personas desaparecidas que surgieron en Coahuila y en México en el contexto de la guerra contra el narcotráfico durante el sexenio de Felipe Calderon.
Ahora que Arturo no está, Mitzi Araceli Rojo Martínez, su hija, cuenta que el resto de la familia ha asumido la búsqueda de su hermano Vicente, quien se dedicaba a realizar trabajos de pintura en la empresa Atlanta Duramex, en el Estado de México cuando desapareció en un viaje de trabajo en Coahuila. Al asumir la búsqueda Mitzi ha dejado atrás su proyecto de vida.
“He dejado mi vida personal a un lado, el no estar con mi pareja, el no poder realizar algo porque en cualquier momento nos tenemos que trasladar. Mi vida ha cambiado desde que desapareció, yo tenía 7 años, era como un segundo padre para mí, ya han pasado 15 años y está no es la vida que debería de llevar una joven como yo” (Mitzi Araceli Rojo Martínez, hermana de Vicente Rojo Martínez)
El caso de Mitzi no es el único, María Teresa Espinosa Márquez, pausó su vida desde que desapareció su hijo Víctor Eruviel Anguiano Espinosa el 3 de agosto de 2010 en Saltillo, Coahuila. Su dolor la paralizó durante 8 años en los que no hacía más que llorar por la ausencia de Víctor.
La depresión que experimentó fue tan fuerte que no tenía fuerza para cuidar a su hijo de siete años y lo tuvo que meter a un internado, pues al ser madre soltera no tenía quien la apoyara con su cuidado.
“Hay personas que te atacan, es que ya deja de buscarlo. Es que él ya está muerto. Para mí mi hijo no va a estar muerto hasta que yo no lo encuentre. Y yo no voy a dejar de buscarlo. Y lamento mucho no haber hecho lo que otras mamás hicieron desde el principio que se pararon y lucharon y pues no, yo me tiré y me quise encerrar en mi mundo y ya no saber de nada” (María Teresa Espinosa Márquez, madre de Víctor Eruviel Anguiano Espinosa)
Despedirse de compañeros de lucha
La muerte de familiares de personas desaparecidas pesa profundamente en los colectivos de búsqueda, pues a lo largo de los años se han convertido en familia, sobre todo sus fallecimientos contrastan significativamente con las acciones de las autoridades para atender la crisis de desapariciones; al prolongar el tiempo para darle justicia a sus casos se acorta su vida.
“Somos una familia unida por el dolor, es algo feo el que en lugar de que mejoremos vamos empeorando porque va pasando el tiempo y no encontramos a nuestros familiares desaparecidos” (Mitzi Araceli Rojo Marttínez, hermana de Vicente Rojo Martínez)
María Aguayo considera que las autoridades tienen mucha responsabilidad en que las enfermedades de los familiares de personas desaparecidas se agraven pues el “calvario” inicia desde que acuden a presentar la denuncia y son revictimizados y se agrava cada vez más cuando no investigan los casos y los dejan buscar solos.
“Ahí está mi compañera Queta, que venía a México porque le habían dicho que aquí estaba su hijo, ella venía de Tlaxcala, era asmática, siempre la veías con una caja de medicamentos, y viene en el camión y ahí pierde la vida. Es terrible lo que estamos viviendo. Me duele mucho que se están muriendo de enfermedades sin encontrar a sus familiares, sin saber si están vivos, muertos, detenidos, anexados, no sé, pero es un dolor muy fuerte porque quieras o no, ya son parte de tu familia porque andan caminando contigo” (María Aguayo, madre de Iván Yan Carlos Ibarias Soria)