En un mundo patriarcal que nos exige a las mujeres cómo actuar, qué roles cumplir, si debemos tener metas cada año nuevo, cómo ser y cómo “habitar en la perfección” en el trabajo, la maternidad, la familia, las relaciones personales, etc., todo ello nos puede llevar a una sensación de insuficiencia y al agotamiento físico y emocional.
Al cansancio responde muchas veces la depresión, que, desde una mirada feminista, además de prestarle atención a los signos y síntomas, es indispensable identificar y nombrar las causas estructurales y sociales de la misma.
Sabemos que la salud mental ha sido históricamente desatendida en las agendas públicas, y particularmente en las mujeres se ha agudizado, mientras los recursos y las atenciones han menguado. Es fundamental tomar en cuenta que en México contamos con un sistema médico androcéntrico y occidentalizado que no contempla las problemáticas de género que atraviesan a todas las mujeres.
En mi experiencia laboral como psicóloga feminista, dentro y fuera de los Refugios he acompañado infinidades de casos de mujeres cuyo sufrimiento fue minimizado, y en su mayoría erróneamente diagnosticado y tratado únicamente como “padecimiento” invisibilizando las causas del mismo.
La violencia de género es un factor que afecta la salud mental de las mujeres. El maltrato físico, emocional y/o sexual tienen secuelas en la salud mental y pueden desencadenar trastornos depresivos. De hecho, más del 65% de las mujeres residentes de Refugios presentan cuadros de depresión. Tan sólo en México por cada 117 casos de depresión en mujeres se presentan 44 en hombres (ENBIARE-INEGI).
La interseccionalidad también debe ser considerada para entender a la depresión y poder acompañar a las mujeres que la viven, tomando en cuenta que la edad, etnia, nivel socioeconómico, la orientación sexual, etc., se cruzan e influyen en la experiencia de la depresión.
Las mujeres indígenas o migrantes, por ejemplo, pueden enfrentar múltiples problemas relacionados con la pobreza, la discriminación, la estigmatización y el acceso a servicios de salud.
La depresión debe abordarse reconociendo el entorno social, cultural y político de quien la vive. Reconociendo que, tal vez las mujeres de nuestro alrededor, nuestra colega, hermana, mamá o nosotras mismas, hemos transitado por periodos depresivos, muchas veces en desolación tratando de sanar, desde la resiliencia recuperándonos de la adversidad.
Vivir ese cansancio en aislamiento es doloroso, por ello me parece indispensable hablar de la depresión, recibir educación sobre ella para poder tener la ayuda y comprensión necesaria.
Siendo indispensable tener nuestros sentidos atentos a cualquier señal de alerta, si bien puede ser complicado identificar la depresión por los estigmas sociales sobre ella, hay señales que podemos considerar como: cambios de estado de ánimo o de conducta, desinterés en actividades que antes se disfrutaban, fatiga, sentimientos de incompetencia o culpa, aislamiento social, situaciones de malos tratos, etc.
Sin duda la empatía, el activismo, el acompañamiento feminista y las redes de apoyo entre mujeres son herramientas poderosas para enfrentar la depresión y recuperar el bienestar emocional.
El feminismo cuestiona las estructuras de poder y en el caso de la depresión no es la excepción, es indispensable trabajar colectivamente por una sociedad más igualitaria, en donde la salud mental sea una prioridad y las mujeres tengamos el apoyo y los recursos para sanar y vivir con dignidad.
Por ello, como directora de la Red Nacional de Refugios me preocupa la disminución del presupuesto 2025, ya que los Refugios además de proporcionar un espacio seguro de bienestar que reduce el estrés y la ansiedad brindan acompañamiento integral especializado que mejora significativamente la salud mental de las mujeres e infancias que en ellos residen.
Los Refugios además de prevenir feminicidios se alinean con los principios de la justicia social garantizando el acceso al derecho a una vida libre de violencias, a la protección y a servicios integrales que, en su conjunto, permiten a miles de mujeres promover su autonomía, desnormalizar las violencias y abrazar la dignidad.
¡Sin igualdad y sin justicia social no habrá salud mental!