Esta semana, en la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, México se comprometió a dar un paso histórico: firmar el Compromiso de Tlatelolco, un acuerdo regional para avanzar hacia una sociedad del cuidado.

El concepto, incluido en el documento de posición de la Conferencia y retomado por la CEPAL, plantea un modelo económico y social donde cuidar —a las personas, a la comunidad y al planeta— es un derecho y una responsabilidad compartida, no una carga privada que recae, casi siempre, sobre las mujeres. 

Una sociedad del cuidado exige políticas que redistribuyan tiempo, recursos y servicios; reconozcan el trabajo de cuidado como un pilar económico; y garanticen que todas las personas puedan cuidar y ser cuidadas en condiciones dignas.

En La Cadera de Eva explicamos esta semana qué significa este paradigma y mostramos que no es una utopía: en ciudades de Uruguay, Colombia y Chile ya existen políticas integrales que amplían la infraestructura de cuidados y garantizan servicios para toda la población. Ejemplos como las Manzanas del Cuidado en Bogotá, los Centros de Cuidados en Uruguay o la Red Local de Apoyos y Cuidados en Chile prueban que sí es posible avanzar hacia este modelo. 

Durante el evento, la CEPAL recordó que invertir en cuidados podría generar 31 millones de empleos para 2035 en la región y que, en el caso de México, implicaría destinar gradualmente hasta el 4.7 % del PIB.

El panorama nacional, sin embargo, es menos alentador. La secretaria de las Mujeres, Citlalli Hernández, reconoció durante la Conferencia que en seis años —es decir, en este sexenio— es imposible construir un Sistema Nacional de Cuidados

La razón no es solo la magnitud del reto: el país parte prácticamente de cero, sin un marco legal aprobado y con presupuestos limitados. Actualmente, el proyecto de ley sigue estancado en el Congreso y lo único que se prevé para este sexenio es avanzar en la elaboración de un Anexo Transversal de Cuidados en el presupuesto federal, que permita identificar y etiquetar los recursos destinados a este rubro. 

En otras palabras, se trata de sentar las bases y mapear los recursos, no de implementar un sistema integral capaz de cubrir a niñas y niños, personas mayores, personas con discapacidad y quienes requieren apoyos para vivir con autonomía.

Como medida inmediata, el gobierno federal ha anunciado la creación de mil centros de cuidado infantil, según lo dicho por la presidenta Claudia Sheinbaum, con el objetivo de evitar que las mujeres tengan que elegir entre trabajar y cuidar

Sin embargo, un verdadero sistema de cuidados no puede reducirse a la atención infantil. Debe incluir a mujeres migrantes que, además de cruzar fronteras, sostienen economías enteras con su trabajo de cuidado no remunerado; a mujeres indígenas que cuidan la tierra y defienden el territorio frente a la crisis climática; a personas con discapacidad que exigen dejar atrás las políticas asistencialistas para acceder a servicios que les permitan plena autonomía; y a las diversidades sexogenéricas, cuyas experiencias y necesidades de cuidado suelen ser invisibilizadas en las políticas públicas, pero que también sostienen redes comunitarias y familiares, a menudo sin reconocimiento ni protección.

También debe enfrentar las ausencias incómodas. En las mesas plenarias oficiales de la Conferencia no se incluyó la discusión formal sobre autonomía reproductiva ni sobre violencia feminicida, dos condiciones sin las cuales la sociedad del cuidado queda incompleta y desigual. 

No se puede hablar de un modelo justo mientras persista la impunidad en los feminicidios y mientras el acceso al aborto legal y seguro siga siendo desigual y, en algunos estados, criminalizado.

El Compromiso de Tlatelolco envía un mensaje potente hacia afuera; pero hacia adentro, implica una obligación política: traducir las palabras en leyes aprobadas, presupuestos claros y políticas que incluyan a todas.

La sociedad del cuidado no se construye con discursos de ocasión, sino con voluntad sostenida, inversión pública y la capacidad de mirar más allá del sexenio.

Porque cuidar no es asistencialismo ni caridad. Es un derecho humano, un pilar de la justicia de género y una condición para la sostenibilidad. Honrar el Compromiso de Tlatelolco implica asumir que un sistema de cuidados no se construye en un sexenio.

Cada año perdido profundiza las desigualdades y deja a millones sin el apoyo que necesitan. Y mientras más se postergue su implementación, más costoso —en vidas, en tiempo y en justicia— será alcanzarlo.