Esta semana, la conversación pública en México puso en el centro el trabajo doméstico y de cuidados. Por un lado, el 22 de julio se conmemoró el Día Internacional del Trabajo Doméstico, una fecha que visibiliza el trabajo que millones de mujeres realizan cada día sin salario ni reconocimiento. Por otro lado, las declaraciones misóginas del futbolista Javier “Chicharito” Hernández, que circularon en redes sociales, desataron indignación al reproducir estereotipos sexistas y justificar la subordinación de las mujeres como parte de su “energía femenina”.
En sus videos, el jugador afirmó que las mujeres “están fracasando” por intentar erradicar la masculinidad y las llamó a “limpiar, cuidar, nutrir y dejarse liderar por un hombre que quiere verlas felices”. Un discurso que ejemplifica la violencia mediática, y que incluso llevó a la Federación Mexicana de Futbol a abrir una investigación y aplicar una sanción económica por promover estereotipos de género.
Las palabras de Chicharito no son menores en un país donde, según datos del INEGI, 14.8 millones de personas —la gran mayoría mujeres— están fuera del empleo remunerado por encargarse del trabajo doméstico y de cuidados, romantizar esas tareas como una “misión femenina” no solo es reduccionista, ss negar su dimensión real como labor no reconocida, impuesta y sostenida por una desigualdad estructural.
Esta semana, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) nos lo explicó con claridad: se trata de pobreza de tiempo, una forma silenciosa de exclusión que impide a las mujeres decidir sobre su propio día, desarrollarse, descansar o simplemente existir fuera del rol de cuidadoras.
Mientras figuras públicas insisten en presentar las labores de limpieza y cuidados como una forma de realización “natural” para las mujeres, la realidad es que para muchas mujeres no es algo que puedan elegir. La limpieza no es un acto de conexión con su “energía femenina”, es una tarea que asumen solas porque nadie más lo hace.
Porque el Estado no garantiza servicios de cuidado. Porque las familias siguen delegando esta labor exclusivamente a ellas. Porque el sistema económico y social se sostiene gracias al trabajo no remunerado que ocurre dentro del hogar.
Y aunque ese trabajo es indispensable para que el mundo funcione, no tiene salario, ni descanso, ni seguridad social. Tiene únicamente deuda.
Por eso resulta significativo que, del 12 al 15 de agosto, México sea sede de la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, convocada por la CEPAL y ONU Mujeres. El tema central será la construcción de una sociedad del cuidado, un modelo que reconoce el valor de estos trabajos y apuesta por su redistribución entre Estado, sector privado y familias. Será una oportunidad clave para colocar el tema en el debate público y exigir que los compromisos se conviertan en políticas concretas.
No se puede hablar de igualdad sin hablar de cuidados. No basta con reconocerlos. Hay que redistribuirlos, pagarlos y proteger los derechos de quienes los realizan. Tampoco se puede permitir que los discursos de figuras públicas normalicen el machismo bajo disfraces emocionales o “espirituales”.
Ya lo dijimos esta semana, lo que dijo Chicharito no es una anécdota ni un chisme: es parte de una estructura que busca mantener a las mujeres en el mismo lugar: el hogar, la obediencia, el silencio.
El cuidado no es destino, ni “energía femenida”. Es trabajo no pagado.