La reciente presentación de Luis R. Conriquez en la Feria del Caballo 2025 en Texcoco, Estado de México, puso de manifiesto una problemática que lleva décadas resonando en la cultura popular mexicana: el debate en torno a los narcocorridos.

La violenta reacción del público al anuncio del cantante de no interpretar temas alusivos a la violencia y la narcocultura, en acatamiento de lineamientos de las autoridades locales, desató una discusión fundamental sobre los límites entre la seguridad y la libertad de expresión artística.

La discusión sobre la difusión de los narcocorridos incluso llegará a la Cámara de Diputados, con la propuesta de Arturo Ávila, diputado de Morena, que busca reformar el Código Penal Federal para sancionar con prisión la apología del delito en productos culturales, una iniciativa que se suma a lista de prohibiciones que ya han puesto en marcha distintos estados del país.

¿Qué son los narcocorridos?

Los narcocorridos son un subgénero musical del corrido mexicano que narra historias y vivencias relacionadas con el narcotráfico y figuras del crimen organizado. A través de sus letras, narran  episodios de violencia, poder, riqueza y la vida fuera de la ley, a menudo idealizando a los personajes involucrados. Estas canciones han generado controversia debido a su contenido explícito y la supuesta apología del delito que transmiten.

En su artículo “Narcocorridos: Antecedentes de la tradición corridística y del narcotráfico en México", César Jesús Burgos Dávila, profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa explica que, originalmente, el corrido surgió durante la Revolución Mexicana como una forma de contar historias heroicas y denunciar injusticias.

Con el tiempo, sus temáticas evolucionaron, abordando la migración, conflictos políticos y la vida en la frontera. A partir de la década de 1930, con el auge del contrabando y el narcotráfico, comenzaron a aparecer los primeros corridos sobre drogas.

Juan Carlos Ramírez-Pimienta, doctor en Letras Hispanoamericanas por la Universidad de Michigan destaca que tras un periodo de menor visibilidad durante el “Milagro mexicano”, los narcocorridos tomaron fuerza en los años 70 con grupos como Los Tigres del Norte. Este resurgimiento coincidió con la crisis económica y la expansión del narcotráfico, convirtiéndose en un reflejo social y cultural de esta realidad. Las letras comenzaron a retratar la corrupción, la violencia y la complicidad de autoridades.

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Foto: Cuartoscuro

En su artículo “De torturaciones, balas y explosiones: Narcocultura, Movimiento Alterado e hiperrealismo”, el académico explica que, en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), en el contexto de la "guerra contra el narcotráfico", surgió el "Movimiento Alterado", una expresión más radical del narcocorrido con letras más explícitas sobre violencia y armamento, adoptando un "hiperrealismo bélico".

En ese sentido, Anajilda Mondaca Cota, académica de la Universidad de Occidente, señala en su artículo “Los narcocorridos, expresiones culturales de la violencia” que más allá del sonido, los narcocorridos actúan como crónicas sociales, desafiando discursos oficiales y visibilizando complicidades entre el crimen organizado y las instituciones.

Recientemente, han surgido los corridos tumbados, fusión del corrido tradicional con el rap y estética urbana, popularizados por artistas como Natanael Cano. Musicalmente similares son los corridos bélicos, que se distinguen por narrar confrontaciones más crudas relacionadas con el crimen organizado.

La popularidad de los narcocorridos, que incluso generan ingresos para grandes corporaciones, contrasta con el creciente debate sobre su impacto en la sociedad. Mientras algunas personas los defienden como una expresión de la realidad social, otras consideran urgente un cambio de narrativa que no glorifique la violencia.

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¿En qué estados están prohibidos los narcocorridos?

Varios estados y municipios han optado por regular o prohibir la interpretación de narcocorridos en eventos públicos. Esto se debe a la creciente preocupación por el impacto de estas canciones que glorifican la figura del narcotraficante, la violencia y el poder ilícito.

Entre las medidas implementadas se encuentran:

Multas económicas: estados como Baja California, Chihuahua y el Estado de México aplican multas que pueden superar el millón de pesos por interpretar narcocorridos en eventos públicos. Después de su presentación en Chihuahua el pasado 4 de enero, Tito Double P tuvo que pagar más de 900 mil pesos por esta razón.

Prohibiciones: Jalisco prohibió este tipo de música en conciertos luego de que Los Alegres del Barranco proyectaran durante su concierto imágenes de Nemesio Oceguera "El Mencho", líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Michoacán también anunció la prohibición de espectáculos que hagan apología del delito. En Nayarit, la prohibición incluye tanto narcocorridos como corridos tumbados que fomenten actividades ilícitas. Algunas zonas de Quintana Roo también han vetado su interpretación.

Restricciones en conciertos: en Guanajuato, se han restringido conciertos que incluyan narcocorridos. Incluso en entidades como Sinaloa y Sonora, donde no hay leyes que los prohíban, se han suspendido conciertos por cuestiones de seguridad.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha promovido una campaña para fomentar la música regional sin mensajes que hagan apología de la violencia, aunque ha aclarado que los corridos tumbados no están incluidos en estas restricciones.

Sin embargo, considera "absurdo" prohibirlos a nivel federal, apostando por construir conciencia social. A pesar de esto, su propio partido, Morena, ha visto voces a favor de prohibiciones a nivel local como la de Alfredo Ramírez Bedolla, gobernador de Michoacán, quien anunció un decreto administrativo para prohibir los narcocorridos o las canciones que hagan apología a la violencia en el estado. 

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha señalado que cualquier medida de prohibición general podría considerarse inconstitucional si vulnera la libertad de expresión. Por ello, las sanciones se centran en contextos específicos como eventos públicos donde las autoridades pueden argumentar riesgos de orden público.

El Código Penal federal ya tipifica la apología del delito, sancionando la justificación o el fomento de conductas ilícitas con hasta 180 días de trabajo comunitario. Sin embargo, la línea entre este concepto y la libertad de expresión es un tema constante de debate.

Artistas como Luis R. Conriquez se han visto obligados a modificar sus repertorios para acatar estas normativas, aunque reconozcan la incomodidad de no poder cantar lo que el público desea. Natanael Cano fue multado en Chihuahua en 2023 por interpretar temas vinculados al narco. El caso de Los Alegres del Barranco, a quienes Estados Unidos retiró las visas por ensalzar a un narcotraficante, también ilustra las consecuencias de este tipo de contenido.

¿Qué es la apología del delito?

La apología del delito se refiere a la acción de exaltar, justificar o promover públicamente conductas delictivas o a quienes las cometen. Es decir, cuando una persona, a través de cualquier medio, presenta un delito o a sus autores de manera favorable, incitando indirectamente a la reproducción de actos ilícitos.

Un claro ejemplo de esto podría ser la llamada narcocultura, que desde series de televisión, estética, disfraces, música (como corridos) y estilo de vida, suelen presumir esta manera de vivir y, a veces, hasta enaltecer la violencia que la rodea.

Leopoldo Maldonado, abogado de la ONG Artículo 19, dijo a Los Ángeles Times que criminalizar a los cantantes es una "salida fácil" de los políticos ante la falta de voluntad para investigar y sancionar la violencia, recordando que las leyes actuales permiten actuar contra quienes inciten al odio o la violencia sin necesidad de censura previa.

En su ensayo ensayo “Corridos de traficantes y censura”, el sociólogo Luis Astorga de la UNAM argumentan que la censura no ha logrado reducir ni la violencia ni el tráfico de drogas, y cuestionan la lógica de atribuir a los narcocorridos la capacidad de corromper a la sociedad, pues sostiene que son síntoma, no causa del fenómeno del narcotráfico.

Una mirada feminista

Desde una perspectiva feminista, el análisis de los narcocorridos va más allá de la cuestión de la apología del delito. Es crucial examinar cómo se representa a las mujeres en este género musical, considerando que la música es un elemento de creación identitaria.

Un análisis de contenido de narcocorridos realizado por David Pavón-Cuéllar, académico de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, reveló que la imagen de la mujer, aunque no siempre protagónica, se compone de características muy claras dentro del universo simbólico de estas narrativas.

En algunos casos, se observa una figura femenina "fuertemente estructurada" que logra "superarse" dentro del narcotráfico gracias a su voluntad y fuerza, siendo respetadas, temidas y apoyadas. Estos personajes femeninos a menudo demuestran un poder ligado a acciones de violencia, lo que sugiere una "masculinización" de su identidad para alcanzar el éxito en este contexto.

Por otro lado, los narcocorridos también presentan a mujeres ligadas a los hombres del narcotráfico, a menudo como figuras sumamente atractivas, lo que puede llevar a la objetivación de sus cuerpos. Esta representación refuerza estereotipos de género y contribuye a la cosificación de la mujer, un problema arraigado en diversas industrias culturales.

La perspectiva feminista nos alerta sobre cómo estas representaciones musicales pueden influir en la construcción de identidades de género y fomentar formas de discriminación y violencia. Si bien algunos estudios sugieren que los narcocorridos pueden evidenciar un "empoderamiento" de la mujer al mostrar su progreso en la sociedad, es fundamental analizar críticamente si este "empoderamiento" se basa en la adopción de roles y prácticas tradicionalmente masculinas y si coexiste con la objetivación y la reducción de la mujer a un objeto de deseo.

Como señalan las académicas de la UNAM, Tania Lizbeth Meléndez Elizalde y Ana Laura Uribe Parra en este texto, ante la encrucijada entre censura y crítica, una aproximación feminista aboga por:

Fomentar la educación crítica: en lugar de prohibir, es necesario promover el análisis y la reflexión sobre los mensajes que transmiten los narcocorridos, incluyendo la representación de la mujer, la glorificación de la violencia y la apología del delito. Esto implica desarrollar herramientas para que las audiencias, especialmente las más jóvenes, puedan discernir y cuestionar estos contenidos.

Visibilizar y deconstruir estereotipos de género: es fundamental señalar y analizar críticamente las representaciones femeninas en los narcocorridos, exponiendo la objetivación, la cosificación y la glorificación de la violencia incluso en personajes femeninos "poderosos".

Promover narrativas alternativas: es necesario impulsar la creación y difusión de expresiones culturales que presenten modelos femeninos diversos, empoderados de maneras no violentas y que desafíen los roles de género tradicionales. Esto incluye apoyar la música regional que no haga apología de la violencia y que promueva valores de igualdad y respeto.

Abordar las causas estructurales de la violencia y la desigualdad: la popularidad de los narcocorridos también refleja una realidad social compleja marcada por la pobreza, la marginación y la violencia. Desde una perspectiva feminista, es crucial trabajar en la transformación de estas condiciones que perpetúan la cultura del narcotráfico y sus expresiones musicales.

El debate sobre los narcocorridos continúa abierto. La tensión entre la libertad de expresión artística y la preocupación por la apología del delito y su potencial influencia en la sociedad sigue generando controversia.

Si bien las autoridades buscan mecanismos para frenar la promoción de la violencia, la efectividad de la censura es cuestionada por diversos expertos, quienes sugieren abordar las causas estructurales del narcotráfico y promover una educación crítica. El incidente con Luis R. Conriquez es solo un capítulo más en esta compleja narrativa cultural y social que define en parte el México contemporáneo.