Dominique Pélicot, el hombre que está siendo juzgado en Avignon, Francia, acusado de drogar a Gisèle P., su esposa, durante 10 años para que decenas de hombres la violaran, tenía que presentarse a declarar este 10 de septiembre, sin embargo, el juicio se aplazó por supuestos problemas de salud del acusado, de acuerdo con el presidente del tribunal, Roger Arata.

Béatrice Zavarro, abogada de Dominique Pélicot aseguró que él sufría dolores abdominales desde el viernes pasado. Por lo que Roger Arata ordenó que Pelicot se sometiera a un examen médico y dijo que si era ingresado en el hospital se suspendería el juicio hasta que mejorara su estado de salud y estuviera en condiciones, como reportó el diario estadounidense The New York Times

Aunque se especuló que la ausencia de Pelicot era a propósito, su abogada dijo que él no ha rehuido del juicio, el cual espera aprovechar para darles explicaciones a Gisèle Pelicot, quien fue su esposa durante 50 años, y a sus hijos.

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Discurso patriarcal

A lo largo de la historia, la sociedad ha estado imperada por creencias derivadas del sistema patriarcal, en donde la mujer es considerada un instrumento para satisfacer el deseo de poder de los hombres. El caso de Gisèle sirve para ejemplificar cómo los hombres justifican los abusos que cometen contra las mujeres. 

Este 9 de septiembre, la psicóloga Anabelle Montagne, declaró en el juicio contra Dominique, que durante una conversación en prisión con él, en diciembre de 2020 —un mes y medio después de su detención—, éste culpó a su exesposa de sus acciones  porque "no quería acostarse con él" y hacer intercambio de parejas.

"Mi esposa y yo tuvimos una discusión sobre intercambio de parejas; ella no estaba de acuerdo, así que la drogué", declaró Anabelle Montagne ante el Tribunal de lo Criminal del departamento de Vaucluse.

“Egocéntrico narcisista que sabía perfectamente lo que hacía”, así es como Anabelle Montagne define a Dominique Pelicot luego de realizarle un análisis psicológico, el cual determina que no presenta problemas mentales ni tiene patologías mentales que le impidieran discernir lo bueno de lo malo. Un elemento fundamental a la hora de poder considerarlo penalmente responsable.

Anabelle Montagne examinó a Dominique en septiembre de 2020, pocas semanas después de su arresto, y en aquel momento su principal inquietud se centraba sobre todo en la imagen que iban a tener de él, su familia y su entorno social.

Es decir, no sentía preocupación por el estado físico y mental de su mujer, con la que estuvo casado prácticamente 50 años y de la que quedó divorciado unos pocos días antes del comienzo del juicio el 2 de septiembre.

De hecho, le contó a la psicóloga que si no lo hubieran descubierto él y su esposa podrían haber continuado felizmente casados de no haberse destapado el caso. 

"Asegura que todo podría haber seguido igual si no le hubieran detenido. 'Gisele no se habría enterado de nada, habríamos seguido siendo felices'", le dijo Dominique a Anabelle Montagne. 

Las declaraciones de Dominique dejan en evidencia uno de los discursos patriarcales más comunes que justifican la violencia sexual contra las mujeres: los hombres no tienen control por su deseo sexual y tienen la necesidad de satisfacerlo de manera inmediata. 

En contraste a las mujeres se les advierte que no caminen por la calle durante la noche, que no consuman demasiado alcohol para poder percibir situaciones de riesgo, que no hablen con desconocidos… Prácticamente que no den motivos para ser violadas, porque a nosotras se nos responsabiliza socialmente de las agresiones que sufrimos. 

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La cultura de la violación

Paul Bensussan, otro psiquiatra que examinó al acusado, explicó durante su testimonio que este caso "no es un juego de dominación-sumisión, porque no hay consentimiento" de una de las partes.

Además, explicó que Gisèle sufría lo que definió como "un coma ligero" debido a los medicamentos que le suministraba Dominique, del que señaló "la frialdad notable, la ausencia de empatía", así como la "cosificación" hacia su exesposa.

Al respecto, es importante derribar otro de los mitos que perpetuan la cultura de la violación en relación a cómo ocurren las agresiones sexuales: normalmente se cree que este tipo de delitos son cometidas exclusivamente por hombres desconocidos, sin embargo, la realidad es otra la mayoría son perpetrados por personas muy cercanas a la víctima: parejas, familiares o amigos, o conocidos recientes.

¿Monstruo de Mazan?

A pesar de las conclusiones de especialistas que advierten que Dominique Pelicot sabía perfectamente el delito que cometía al drogar a su esposa para agredirla sexualmente junto a otros hombres, Béatrice Zavarro, su abogada, ha tratado de limpiar su imagen señalando que hay "una gran dicotomía" en su personalidad: por un lado se comportaba como un hombre "servicial, amable, bueno en todos los sentidos", y por otro "que se descubre a sí mismo por la noche a través de sus desviaciones".

Además quiso justificar en su lectura del peritaje psicológico que la jubilación y el traslado de la familia al sureste de Francia (antes vivió en la región de París) habían debilitado algunas barreras e hicieron aflorar una personalidad. Esta narrativa de la defensa que encasilla a Dominique como un monstruo también se ha replicado en los medios de comunicación

Como te explicamos en esta nota es mucho más fácil nombrar a un individuo como enfermo que reconocer que la sociedad y la cultura en la que ha crecido es profundamente misógina, patriarcal y feminicida

La mayoría de los violadores no tienen enfermedades mentales graves, no son “locos”, son conscientes de que lo que hacen es un delito muy grave, perseguido por la ley. La incidencia de psicopatología en agresores no es mayor que en el resto de la población. Tampoco consumen drogas ni alcohol necesariamente, que les hagan perder el control de sus actos, sino que a veces se valen de esas sustancias para cometer las agresiones. 

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La vergüenza cambió de bando 

El juicio contra Dominique Pélicot ha cobrado especial relevancia no solo por la magnitud del caso: se documentaron al menos 92 agresiones sexuales contra Gisèle P. cometidas por 72 hombres entre los 26 y los 74 años; 50 de ellos identificados, y la mayoría son acusados de violación con agravantes o en grado de tentativa.

Si no porque Gisèle P. ha pedido que las vistas del juicio sean públicas, a pesar de que la justicia francesa es estricta con la forma en que se juzgan este tipo de casos. “La vergüenza tiene que cambiar de bando”, ha defendido su abogado.

Incluso en este caso se ha llamado a los medios de comunicación para que difundan la imagen y los nombres de los violadores en lugar de seguir mostrando el rostro de Gisèle en primera plana. Estos son sus nombres:

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