La salud mental es un tema que nos afecta a todos, directa o indirectamente. En México, la inversión en salud mental es insuficiente, con solo el 1.3% del presupuesto total para salud, muy por debajo de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (5%) para países de ingresos medios, de acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
En 2024, el gasto aprobado para salud mental fue de 3 mil 819.4 millones de pesos, un monto que no alcanza a cubrir las necesidades de la población, según las recomendaciones internacionales.
Este año, la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (CONASAMA) recibió el 62% del presupuesto total para este rubro, mientras que el Instituto Nacional de Psiquiatría y los Centros de Integración Juvenil obtuvieron cantidades significativamente menores.
Los programas con mayor presupuesto fueron “Atención a la salud y Prevención y atención contra las adicciones”. Entre ambos representan más del 85 % del total del presupuesto, en términos porcentuales sus incrementos fueron de 2.0 % y 6.2 %, respectivamente.
Aunque con un menor presupuesto, los programas administrativos tuvieron un aumento de entre 49.3 % y 69.5 %. Destaca también el aumento de 54.5 % en “Prevención y control de enfermedades”.
La falta de recursos limita la disponibilidad y calidad de los servicios, dejando a muchos centros de salud incapaces de brindar atención adecuada. Invertir más y de manera más eficiente en salud mental no solo es una necesidad, sino una forma de fortalecer a la comunidad, de acuerdo con la investigación realizada por el CIEP.
Una realidad que requiere acción
La salud mental es un tema urgente que afecta a todas las edades y sectores de la sociedad. Sin embargo, la asignación de recursos públicos no siempre se ajusta a las necesidades específicas de cada grupo de edad.
Las infancias y adolescencias son dos de los grupos más vulnerables y olvidados, en contextos de pobreza y violencia intrafamiliar, los programas escolares de aprendizaje socioemocional son clave para prevenir trastornos mentales, señala el CIEP.
Los adultos mayores también requieren un enfoque comunitario y de apoyo para prevenir el aislamiento social y fortalecer la seguridad económica.
Desde la pandemia por COVID-19, los trastornos mentales han empeorado globalmente. En México, tres de cada 10 personas padecen algún trastorno mental, y dos de cada tres no recibe tratamiento, de acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Estos son algunos desafíos y brechas que identifica el análisis:
- México necesita triplicar su gasto en salud mental para alcanzar los estándares regionales (9 mil 998.9 millones de pesos).
- El radio de psiquiatras por habitante es alarmantemente baja (0.36 por cada 10 mil habitantes), menos de la mitad de lo recomendado por la OMS.
- El déficit de especialistas sobrecarga los servicios de salud mental y afecta negativamente la calidad de los tratamientos.
Plan de Sheinbaum para la salud mental
¿Qué pasaría si la salud mental fuera una prioridad en México? ¿Qué cambios podría traer para los jóvenes, adultos mayores y víctimas de violencia que más lo necesitan? El Proyecto de Nación 2024-2030 de la presidenta Claudia Sheinbaum incluye el Programa Nacional de Salud Mental como una iniciativa clave para abordar esta problemática.
Este programa busca consolidar un sistema de salud robusto e inclusivo, enfocado en la prevención y atención comunitaria. Con este enfoque, se pretende que todos los ciudadanos tengan acceso a atención de salud mental, sin importar su ubicación geográfica o condición socioeconómica.
Beneficios clave
- Acceso equitativo: todos los ciudadanos tendrían acceso a atención de salud mental.
- Prevención: la atención primaria en salud reemplazaría el modelo tradicional basado en hospitales psiquiátricos.
- Cultura de salud: se promoverá una cultura de autocuidado y corresponsabilidad en el manejo de los trastornos mentales.
Además, buscará crear espacios que promuevan el bienestar integral de la niñez en las escuelas primarias públicas y se pondrá énfasis en la atención domiciliaria y comunitaria. Todo esto se alinea con las sugerencias de la OMS para 2030.