Ni transgénero, ni transexual. Estos dos conceptos resultaban, hasta hace algunos años, una manera de referirse a la comunidad trans con el objetivo de categorizarla y colocarla en una dicotomía reduccionista de género: pene /vulva. Indagar en el proceso de transición y el cuerpo de las personas resulta una práctica invasiva y violenta.
Para entender mejor estos dos conceptos y sus diferencias, nos remitimos a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Personas trans (género)
Este sector poblacional son aquellas personas que desafían la normatividad de género hombre / mujer, recordemos que el género no es más que una construcción social que traza los roles, tareas y trabajos que el sistema nos demanda de acuerdo a nuestra genitalidad.
Es importante hacer una diferencia: esta identidad de género no está precisamente relacionada a la homosexualidad, es decir, existen personas de la diversidad heterosexuales.
De acuerdo con la CNDH, esta parte de la diversidad humana está íntimamente relacionada a la autopercepción y cómo se identifica, más allá de su genitalidad (órganos sexuales).
Personas trans (sexuales)
La diferencia con las personas transexuales es concreta: personas que han realizado un procedimiento quirúrgico, de acuerdo al género con el que se identifican.
El abanico de la diversidad sexo-genérica se despliega como una característica muy humana; existir de manera diversa es un espectro muy amplio en el que, clasificar y reducir a las personas a dos características biologistas resulta imposible.
Por el otro lado, cuestionar a una persona si es transgénero o transexual, transgrede los marcos de la privacidad; hablar de corporalidades - genitalidades ajenas es violento. En este sentido, ¿cuál es la manera correcta de hablar de este sector?, acá algunos ejemplos:
- Personas de la comunidad trans
- Mujer trans
- Hombre trans
- Persona trans
- Perteneciente a la comunidad trans
El prefijo "trans" es suficiente para abordar a la comunidad en su totalidad. Esto al menos que la persona refiera sentirse cómoda siendo llamada de otra manera. Recordemos que el lenguaje se transforma y tampoco tiene por objetivo ser inmutable, por el contrario, utilizarlo nos devuelve la empatía y la escucha con otrxs.
En palabras de la coautora del libro "Lenguaje inclusivo y exclusión de clase" de Brigitte Vasallo:
"La cuestión del lenguaje no puede ser reducida a una enumeración, ni puede ser reducida a una cuestión de palabras".
Una lucha por despatologizar
Existe otro problema importante al hablar del "transexualismo" (y del trasvestismo) y es una patologización de la misma, es decir, entenderla desde el espectro médico - padecimiento y no como expresiones de la diversidad humana. Patricia Soley aborda esto último en el artículo de investigación "Transexualidad y trangénero: una perspectiva bioética".
Para la divulgadora, cuando se intenta categorizar a las personas según características tan puntuales basadas en sus genitales o su identidad (transexualismo, travestismo o transgénero), entonces, implícitamente se entienden como personas ajenas y marginales que se alejan de los géneros heteronormativos.
Recordemos que hasta hace apenas 4 años (2019), la Organización Mundial de la Salud eliminó la transexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades donde era incluida como "trastorno metal", de ello, deviene que, hasta hace algunos años, el sector médico necesitaba categorizar a las personas entre "transexual" y "transgénero". El gremio tenía que saber la distinción entre sexo / género para determinar si existía o no, una "disforia", explica Patricia Soley.
Es así que el origen y patologización del transexualismo dependió, por décadas, de los diagnósticos médicos, por ello, la existencia de nuevos términos que nacen de la misma comunidad como "queer" o "genderqueer", resulta tan poderoso; se nombran para sí mismxs.
Erradicar esta distinción entre transgénero y transexual, es también desafiar a la institucionalización de la transexualidad como una patología y reconocer al lenguaje como herramienta para vivir a todxs en un mundo más habitable y menos violento. ¿No nos crees? Te recomendamos leer nuestro artículo Lenguaje incluyente y no sexista, ¿por qué hay que usarlo?.